Elecciones europeas entre tambores de guerra
La UE se encamina hacia una ‘economía de guerra’ a las puertas de las elecciones a la Eurocámara. Ursula Von der Leyen, favorita a repetir al frente de la Comisión Europea, lleva meses impulsando la reindustrialización militar con el pretexto de la guerra en Ucrania y sin casi oposición interna.
En Europa resuenan los tambores de guerra. La UE apuesta abiertamente por la carrera armamentística y pide a los 27 que se preparen para pasar a la «economía de guerra» a las puertas de las elecciones a la Eurocámara y con el pretexto de la guerra en Ucrania. El diálogo, pacificación y vía diplomática como resolución posible a este conflicto no entran en los planes de Bruselas, que se apresura en presionar por unos elevados presupuestos en Defensa –hasta el 2% del PIB que reclama la OTAN– al tiempo que airea el fantasma de la escaldada bélica.
«Economía de guerra». Son palabras del comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, quien anteriormente presidió Atos, compañía líder en ciberseguridad y beneficiaria de importantes fondos de las instituciones europeas. Breton es un experimentado intermediario entre el gran capital privado y la administración pública; también un firme defensor de la ayuda militar a Ucrania, que considera una «prioridad». El comisario fue designado por Emmanuel Macron, que recientemente sugirió enviar tropas a Ucrania, un globo sonda que luego justificó en nombre de la «ambigüedad estratégica», una táctica disuasoria que tiene una peligrosa inercia. Pero las afirmaciones del presidente francés no fueron más que el colofón de las sucesivas declaraciones de líderes europeos respecto a la posibilidad de que la guerra se extienda en suelo europeo.
Breton presentó en marzo, junto a Ursula Von der Leyen, la primera Estrategia Industrial de Defensa de la historia de la UE, que, como medida más destacada, aportará 1.500 millones de euros a un nuevo ‘Programa europeo de industria de defensa’ (EDIP). La iniciativa fue considerado el primer acto de campaña de la presidenta de la Comisión Europea (CE), que aspira a la reelección y busca poner la defensa en el centro de su mensaje durante la campaña. En esa línea puede entenderse su retórica belicista: «No se deben exagerar los riesgos de guerra, pero sí debemos prepararnos para ella», aseguró, rescatando la vieja máxima latina si vis pacem, para bellum.
La defensa sigue siendo competencia de los estados miembros y la Política Común de Seguridad y Defensa, nacida al calor del Tratado de Lisboa, es reciente y voluntaria. Aun así, la CE busca aumentar la coordinación entre los 27 países promoviendo el sector militar mediante adquisiciones conjuntas y unificar los ejércitos nacionales en un único ejército europeo. De este modo, pretende que en el año 2030 los países de la UE compren al menos el 40% de sus equipos militares junto a otros estados miembros y aspira a que el comercio intraeuropeo de la industria militar represente por lo menos el 35% en 2030. Von der Leyen ha puesto sobre la mesa, además, el nombramiento de un futuro Comisario de Defensa.
La cúpula de la UE, con su apuesta por una estrategia militarista, cuenta con el respaldo del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Su nueva presidenta, la española Nadia Calviño, ha señalado la necesidad de aumentar la capacidad de disuasión de la UE a través de un mayor poder militar. Para lograrlo, el organismo modificará su política de préstamos y explorará nuevos mecanismos para canalizar fondos hacia los fabricantes de armas.
Autonomía estratégica
La cuestión de la defensa abarca más que Ucrania; está ligado al papel global de la UE. En esa línea, Breton declaró que «Europa debe asumir una mayor responsabilidad en su propia seguridad con independencia del resultado electoral de nuestros aliados», en referencia a una posible victoria de Donald Trump, que dejó entrever que no protegería a miembros de la OTAN que no cumplieran el objetivo de gasto de la alianza.
La búsqueda de una mayor ‘autonomía estratégica’ frente a las grandes potencias ha sido motivo de debate desde el origen de la UE, y siempre ha estado ligado al desarrollo de una política común de seguridad. Sin embargo, la dependencia energética rusa y la pérdida de capacidad industrial en favor de China han sido otros factores clave de la falta de autonomía de la Europa del libre comercio.
Volviendo a la defensa, los estados europeos han arrendado la seguridad al paraguas militar norteamericano desde la II Guerra Mundial, pese a que la actitud de los sucesivos presidentes estadounidenses ha sido más bien ambigua. Todos, desde Bill Clinton hasta Barack Obama, han pedido a la UE un mayor gasto en Defensa bajo el argumento de que los europeos se aprovechan excesivamente de la disposición de EEUU a «garantizar su seguridad», pero la dependencia que los aliados europeos tienen de Washington es en realidad muy beneficiosa al otro lado del Atlántico.
Con Joe Biden, EEUU, tras la sonrojante retirada de Afganistán, ha desempeñado un papel protagonista tanto en la guerra de Ucrania como en el genocidio israelí en Gaza. De hecho, el Kiel Institute, que ha registrado todas las ayudas aprobadas por todos los países desde el inicio de la invasión rusa, calcula que Washington ha aprobado, frente a los 58.800 millones de Europa –que abarca los 27 más las instituciones de la UE y Gran Bretaña–, más de 110.000 millones de dólares en ayuda exclusivamente militar para Ucrania.
De ese total, 61.000 millones de dólares fueron aprobados el mes pasado por la Cámara de Representantes de EEUU tras más de un año de bloqueo por parte de los republicanos, especialmente por parte del ala más trumpista. Washington sigue estirando sus bolsillos para mantener el suministro armamentístico a Kiev, pero la ayuda podría no durar mucho más con la llegada de Trump a La Casa Blanca.
El primer mandato del magnate mostró que la principal característica de su política exterior es su naturaleza impredecible. Ante la posibilidad de una nueva victoria, Trump ha «prometido» resolver la guerra en Ucrania en 24 horas si es elegido. Sin embargo, su regreso podría provocar más tensiones transatlánticas y una nueva guerra comercial con China, la verdadera prioridad de EEUU.
En la guerra en Ucrania, la OTAN ha redescubierto su propósito después de un periodo que Macron calificó de «muerte cerebral», aunque la relación de Trump con la Alianza sigue siendo, como mínimo, complicada. Por un lado, John Bolton, su antiguo asesor de seguridad nacional, advirtió que Trump podría retirar a EEUU de la OTAN, algo que parece improbable, aunque cuenta con mecanismos para, al menos, sabotearla. Por otro lado, sigue obsesionado con el objetivo de que cada aliado debe invertir el 2% de su PIB en defensa. Para ponerlo en perspectiva, durante la Guerra Fría, los países gastaban en promedio entre el 3% y el 5%.
Este año, 18 de los 31 Estados miembros de la Alianza cumplirán su objetivo de destinar el 2% del PIB a gastos de Defensa. Entre ellos, el Estado francés, y también Alemania, que alcanzará el objetivo por primera vez desde el final de la Guerra Fría, lo que refleja la Zeitenwende (cambio de época) en política de defensa y exterior proclamada por Olaf Scholz. En 2023, Polonia ocupó el primer puesto entre los países de la OTAN, con un gasto en defensa equivalente al 3,9% del PIB. El Estado español, por su parte, dedicó solo el 1,24%, pese a que el gasto real es mayor, oculto en partidas de diferentes ministerios.
Por si fuera poco, según los nuevos datos publicados por el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), Europa ha experimentado un aumento generalizado del gasto militar desde principios de 2022, alcanzando un total de 552.000 millones de euros en 2023. El incremento supone un 16% más de lo que gastaron en 2022, y un 62% más en comparación con 2014.
Posición de los grupos
Además del incremento del presupuesto en defensa y el nuevo plan de defensa europeo, la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, así como el reavivado debate sobre la posible vuelta al servicio militar obligatorio en varios países comunitarios refleja la nueva realidad militarista de Europa. No obstante, implementar otro modelo de seguridad llevará tiempo, especialmente porque en dos semanas se elegirá un nuevo Parlamento Europeo, seguido del nombramiento de una nueva CE.
Con una zona euro sobre la que planea una posible recesión, Von der Leyen busca reorientar el debate en torno a la amenaza rusa. Como candidata principal del PPE, la apuesta de la alemana es desmarcarse de la AfD y presentarse como dique de contención frente a los «amigos de Putin». Sin embargo, ha abierto la puerta a pactos con una parte de los grupos de ultraderecha, en concreto con el grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR) de Georgina Meloni, alienada con la OTAN.
Lo cierto es que la mayoría del arco parlamentario apoya una mayor militarización. El PPE, S&D, Renew Europe, los Verdes y el CRE han pedido al Consejo Europeo que cumpla con Ucrania, y su posición es firme respecto al rearme. Los Verdes alemanes, de hecho, son los que más han insistido en el envío de armas a Kiev o apoyado el rearme del Ejército alemán. Solo The Left ha pedido menos militarización y crear condiciones para la paz, iniciando negociaciones diplomáticas.
Más de 600 ONG piden el fin militarización
La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo, compuesta por más de 600 entidades dedicadas a la cooperación y la ayuda humanitaria, incluyendo organizaciones como Oxfam, Alianza por la Solidaridad, Médicos del Mundo, Cruz Roja o Unicef, ha presentado su campaña con motivo de las elecciones europeas, que se llevarán a cabo el 9 de junio.
En esta campaña, las ONG hacen un llamado a la defensa de la democracia, el desarrollo sostenible y los derechos humanos, en contraposición al avance de una agenda belicista y contraria a los derechos fundamentales. ‘Si te despistas en la playa, pierdes tu sombrilla. Si te despistas en las elecciones europeas, te cuelan la guerra’, es uno de los lemas de la campaña.