¿Puede realmente el PNV quedarse sin escaño en el Parlamento Europeo?
Es verdad que los jeltzales viven horas bajas, que hay mar de fondo entre sus bases, que la circunscripción estatal única no favorece a los partidos vascos y que es difícil escapar del marco español en la campaña, pero se antoja improbable que el PNV quede sin representación.
El CIS del pasado jueves activó algunas alarmas con un titular llamativo en Euskal Herria: el PNV podría perder el escaño que los últimos años ha ocupado en Bruselas Izaskun Bilbao y que ahora aspira a heredar Oihane Agirregoitia. Más allá del siempre polémico José Félix Tezanos, el hecho de concurrir en coalición con aliados de menor peso (Coalición Canaria es el principal), mengua las expectativas de los jeltzales, por lo que parece lógico preguntarse si el asiento está realmente en riesgo.
Las elecciones europeas tienen, además, una particularidad que pone las cosas más difíciles a los partidos vascos. Se trata de la circunscripción única en todo el Estado español. No hay equilibrio territorial alguno, cada voto tiene exactamente el mismo valor a la hora de adjudicar escaños. Esto, por supuesto, tiene beneficiarios y damnificados.
Por ejemplo, el sistema de circunscripciones provinciales establecido durante la Transición para las elecciones al Congreso ha premiado históricamente a la derecha española y, en general, al bipartidismo, al premiar los votos obtenidos en provincias pequeñas. El escaño vale entre cuatro y cinco veces más en Madrid o Barcelona que en Soria, por poner un ejemplo. Esta ventaja para los grandes partidos se diluye parcialmente con la circunscripción única.
Sirven las cifras de 2019 para entenderlo. En las estatales celebradas en abril de aquel año, PSOE y PP sumaron el 45,7% de los votos, pero ocuparon el 54% de los escaños en el Congreso. Un plus de 8,3 puntos. Un mes más tarde, en las elecciones europeas celebradas en mayo con circunscripción única, sumaron el 53% de los votos y obtuvieron un 57,6% de los escaños. Es decir, el plus se limitó a 4,6 puntos.
Los partidos vascos, perjudicados
También castiga a los partidos de las naciones sin estado, particularmente a los vascos y los gallegos, que por cuestión de escala demográfica –en el caso vasco– y peso electoral –para los gallegos–, tienen más difícil obtener representación en solitario. De ahí las coaliciones. En el caso de los catalanes, su peso demográfico es mayor, por lo que tanto Junts –igual que Convergència en su día– como ERC tienen más fácil obtener escaños por su cuenta.
Con todo, la suma de votos siempre ayuda, así que cuando las líneas maestras convergen, suelen buscarse coaliciones. Lo hacen EH Bildu, ERC y BNG desde 2019, y cabría esperar que el PNV haga lo propio con el «espacio posconvergente». Sin embargo, ahora no ha sido con Junts sino con la plataforma Treballem per Catalunya de Marta Pascal y David Bonvehí, que concurre con CEUS.
La circunscripción única en el Estado español perjudica a los partidos vascos, pero cabe recordar que en estas elecciones se repartirán dos escaños más
Al otro lado, la circunscripción única premia a los partidos estatales secundarios, que en muchas circunscripciones pequeñas quedan sin representación en las elecciones al Congreso. Les ha ocurrido a Podemos, Sumar y Vox.
Bajísima participación
Otro aspecto a tener en cuenta es la abstención, siempre alta en las europeas. 2019 fue una excepción, pero porque la cita coincidió con las elecciones municipales y forales de aquel año. En aquella cita, un 60% de los votantes acudió a su cita con el Parlamento Europeo.
Pero lo normal es que la participación sea muy baja. En 2014, por ejemplo, fue del 43,8% en todo el Estado –del 44,5% en la CAV y del 46,4% en Nafarroa–. En 2009, fue muy parecida. Esto significa que el escaño sale más «barato», pero también implica que a los partidos les cuesta más movilizar a sus potenciales votantes y que tiene premio el hecho de contar con una base fidelizada y activada.
Entonces, ¿escaño en riesgo?
Toda esta parrafada para tratar de responder a la incógnita que abrió el CIS. Veamos los números. En 2019, con una participación del 60%, el último escaño lo consiguió Junts al precio de 339.478 votos –fue su tercer asiento–. Cinco años antes, con un 44% de participación, el último europarlamentario fue a parar a Ciudadanos a cambio de 248.573. Cabe suponer que el porcentaje de votantes el próximo 9 de junio esté más cerca del 2014 que del 2019, por lo que la pregunta es si la candidatura que encabeza Oihane Agirregoitia logrará esos 250.000 votos que le den escaño –y que tendrán que ser más si la participación es más alta–.
En 2014, la candidatura del PNV –Coalición por Europa (CEU)– logró 851.971 votos, pero la principal fuerza tractora fue la catalana Convergència Democràtica. El PNV logró 208.286 votos en la CAV y 5.510 papeletas en Nafarroa, mientras Coalición Canaria aportó 69.460 al saco común. Vascos y canarios son ahora los principales socios de la candidatura Coalición por una Europa Solidaria (CEUS). En 2014 sumaron un total de 283.256 votos, por lo que hubieran logrado representación sin demasiados problemas.
Puede alegarse que eso ocurrió en un ciclo electoral alcista para el PNV. Pese a ser comicios más difíciles para los partidos abertzales –porque suele imponerse el marco estatal–, en 2014 ganó las elecciones en la CAV con el 28% de los votos. Podía haber bajado hasta el 23,3% y hubiera seguido obteniendo representación –siempre que navarros y canarios hubieran votado igual–. Hay que retrotraerse hasta 1989 para encontrar una ocasión en la que los jeltzales hayan obtenido tan poco porcentaje de voto en el Parlamento Europeo (21,2%). Todo esto, en cualquier caso, es pura especulación, porque las variables son muchas más, desde la participación al desempeño del resto de miembros de la coalición, pasando por los resultados del resto de competidores.
La participación suele ser muy baja, algo que va en favor de quienes tienen a su base más movilizada. El PNV no es el de años anteriores, pero en abril ya demostró capacidad de activar a los suyos, sobre todo en Bizkaia
La campaña importa en Sabin Etxea, pero perder el escaño parece improbable
Cabe recordar que en una cita más reciente como las elecciones estatales de julio del año pasado, el porcentaje obtenido por Aitor Esteban se movió en cifras cercanas (24,1%), por lo que pensar que en Sabin Etxea tienen el escaño garantizado sería quizá precipitado. El PNV está en medio de un ciclo a la baja y las aguas no parece que bajen tranquilas en su seno. Además, el marco que impere va a ser el estatal. No son elementos que ayuden.
Pero lo cierto es que las cosas les tendrían que ir francamente mal para no obtener el billete a Bruselas, tanto a ellos como a sus socios –no hay que olvidar que también les llegarán otros votos de las Illes y de otros puntos del Estado y que, en este caso, todos suman–.
Las razones son principalmente dos. La primera es que en la legislatura que viene el Estado español tendrá 61 escaños, dos más que en la anterior –el día de las elecciones se repartieron 54, pero cuando se consumó el Brexit le correspondieron cinco más–, lo que hará que obtener asiento sea un poco más fácil. La segunda es que en contextos de muy baja participación, los partidos con una base sólida lo tienen más fácil que los que dependen de apoyos más volátiles. El PNV no está en su mejor momento, desde luego, pero en abril demostró que, sobre todo en Bizkaia, sigue contando con una frondosa red capaz de salvarle unas elecciones.
Es probable que, con una participación como la de 2014 –puede ser incluso más baja– al PNV le sea suficiente con lograr unos 175.000 votos para lograr el escaño. ¿Ciertamente cree alguien que no lo logrará? Un dato: en 47 años de elecciones, el PNV jamás ha sacado menos de 200.000 votos en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.