La HOAC, una organización obrera católica, abrió una brecha en el sistema electoral franquista en 1963 en Iruñea. La dictadura permitía, entonces, votaciones limitadas para la elección de cargos públicos por el llamado Tercio Familiar. 

Esa es la grieta que permitió la entrada de «concejales sociales» en el Ayuntamiento de Iruñea y por la que se acabaría colando Javier Erice, cuyo fallecimiento se ha conocido este domingo. 

La del Tercio Familiar resultó una vía ciertamente eficaz en el sentido de que, en 1970, la mitad de los 18 ediles de Iruñea ya eran de estos «concejales sociales» o «concejales rojos», como les llamaban los ultraderechistas.

Seis de ellos, entre los que no se encontraba Erice, se negaron incluso a ir al funeral de Carrero Blanco a finales de 1973, motivo por el cual fueron apartados del cargo. 

La ventana para que este grupo se hiciera con la alcaldía se abrió apenas tres meses después de la muerte del dictador. Y, en febrero de 1976, Erice (médico de profesión que había ejercido en Potasas) fue nombrado alcalde por sus compañeros. 

Su etapa en la alcaldía duró poco. Las autoridades franquistas intervendrían ocho meses después acusándole de corrupción en una licitación que no quiso entregar como el Régimen pretendía. 

Por el camino, Erice fue el primer alcalde en izar la ikurriña en el balcón municipal. Y defendió en aquel tiempo la unificación con las otras provincias de Hegoalde, siempre y cuando no conllevara una merma de la soberanía navarra.

Otros gestos que realizó durante su breve mandato fue el de renunciar a presidir corridas de toros y negarse a usar el frac de la corporación. 

Abierta ya la etapa postfranquista con la promulgación de la constitución, Erice fundó UNAI, una formación de izquierdas, y después bogó entre el PSN e Izquierda Unida para terminar su etapa política alineado con los socialistas.