Como marca la tradición, tras el primer encierro de las fiestas, toca la procesión de San Fermín, ese paseo por las calles de Alde Zaharra de Iruñea en el que se reúnen fieles devotos e incondicionales por un día.
La capital navarra es una ciudad de contrastes y de tradiciones, dos características que se dan la mano especialmente durante la procesión de San Fermín del 7 de julio.
En principio, las personas que se congregan en el recorrido son los devotos más fieles al santo moreno y en muchos casos es así. Basta ver a quienes realizan ese improvisado corredor humano para comprobar que no faltan gentes que portan la imagen de San Fermín de las más diversas formas y maneras, y que se santiguan y lanzan gritos de emoción cuando el santo aparece en el horizonte.
Pero entre todas esas personas, tampoco faltan muchas personas que únicamente pisan una iglesia cuando tienen algún evento relacionado con un allegado y que aseguran no ser religiosos para nada, pero que el día 7 también asisten a la procesión.
Javier es uno de esos últimos que acuden a la cita con el santo. «Eso de la religión se lo dejo para otros, pero me gusta subir a ver la procesión. Suena a contradicción, pero vengo aquí como voy a ver los fuegos o compro boletos de la Tómbola», señala con una sonrisa.
No se puede decir lo mismo de un grupo de señoras peinadas de peluquería que lucen sus mejores galas para la ocasión. Alguna tuerce el gesto cuando alguien se atreve a pasar por delante suya o se intenta hacer un hueco junto a la pared de un edificio en el recorrido. Parece atornillada a las losetas, ya que pese al empeño del recién llegado, no consigue moverla ni un centímetro y este último opta por una retirada a tiempo antes de recibir una soberana reprimenda de la veterana sanferminera.
Mientras, resuenan jotas y canciones en honor del copatrono navarro por las estrechas calles de Alde Zaharra. Es una manera de amenizar la espera y de dar ambiente, que se dispara cuando aparece el santo y tiene lugar uno de los ‘momenticos’. Tras el canto correspondiente, los aplausos se vuelven estruendosos y se suceden las alabanzas al santo moreno.
«Lo vemos y volvemos al bar»
También están los que prefieren no tentar a la suerte y se conforman con quedarse en alguna calle aledaña. «Nos quedamos aquí, lo vemos y volvemos al bar», plantea uno de los presentes a sus colegas.
Eso sí, le ponen tanto empeño como los que están en primera línea, ya que, en cuanto asoma la figura del santo, levantan los móviles para grabar el momento, mientras se suceden los vivas y goras a San Fermín.
Los que optan por un espacio más apartado son especialmente progenitores con silleta en la que llevan a su retoño, que, en un momento dado, cogen en brazos para que no se lo pierda, aunque todavía no se entere de qué va la fiesta.
Otros lo que portan son los fritos que acaban de comprar, que también es importante estar bien alimentados para sobrellevar el momento. Lo que no se ve es muchos tragos, ya que la temperatura es bastante suave y ronda los 19 grados.
Tras realizar el recorrido previsto, el santo ha regresado a su capilla de la iglesia de San Lorenzo para la misa. Posteriormente, la Corporación municipal acompañará al Cabildo en su regreso a la catedral, pasando por la calle Curia.