Repasando la hemeroteca, hace ya casi una década que en estas mismas páginas apareció la denominación de «encierring» para definir lo que es hoy día el encierro de Iruñea: más que una tradición de aldeanos, otra variedad de la amplia gama de deportes de riesgo, que si no fuera por el factor toro alguien podría plantear incluir en el mismísimo programa de los Juegos Olímpicos.
2024 no ha traído nada nuevo en este sentido, pero sí una acentuación de la tendencia. De aquellos primeros «divinos» (como se llamó a quienes se popularizaban ante las astas, con Julen Madina como exponente máximo) vienen estos humanos, la mayoría con nombres y apellidos conocidos, y sobre todo identificables a través de las prendas escogidas. Entre ellos lógicamente hay quienes prefieren la regla clásica del anonimato y disfrutan de correr para ellos mismos, pero también prolifera el narcisismo moderno, jugarse la vida para convertirse en viral. Por su forma de correr, y también de vestir, los conoceréis.
Hay que precisar que, como ocurre a menudo con las manadas, el encierro también se ha partido en dos. Este «encierring» sucede sobre todo de final de Estafeta en adelante, donde las cámaras de televisión encuentran planos más limpios y velocidades más asequibles. En Santo Domingo sobre todo, Ayuntamiento, Mercaderes y la primera parte de la calle larga resulta mucho más difícil pillar asta y sostenerse un tiempo ahí, pero las carreras son más puras y auténticas.
Hay diferencia cromática incluso; el blanco predomina en la primera parte, la macedonia de colores en la segunda. El blanco impoluto, que denotaba igualdad entre los corredores, se impuso en los 70 de la mano de míticos «puristas» como Fermín Etxeberria (fallecido tras una caída en 2008) y ha ido en regresión en los últimos años.
El caso es que a este «encierro deportivo» del siglo XXI no se le pueden negar éxitos. Primero y principal en esta sociedad que mide todo en réditos económicos, de audiencia televisiva (80% de share acumulado entre La 1 y ETB-1 en ese tramo horario, lo que quiere decir que solo una de cada cinco personas que puede ver el encierro a las 8.00 de la mañana opta por no hacerlo).
Éxito también de audiencia en Iruñea: esta edición ha sido más difícil que nunca conseguir entradas para ver entrar la carrera en la Plaza de Toros. Esa primera hora de la mañana emerge como auténtico momento álgido del día festivo, junto al vermut y la secuencia cena-fuegos, mientras la madrugada pierde fuelle. Calibrarlo resulta imposible, pero un porcentaje muy alto del tirón de los Sanfermines, y el 100% de su especificidad, viene del encierro. Las corridas se cuestionan en la vieja Iruñea con intensidad creciente, pero con la carrera mañanera no hay debate.
La milonga del «capotico» camufla una realidad: antideslizante, entrenamientos específicos, protolocos exhaustivos para minimizar riesgos. Este año, solo una cornada, menos que nunca
Y éxito de seguridad. En estos ocho días han corrido por Iruñea 48 toros de más de 550 kilos de media ante unos 25.000 corredores acumulados, durante unos 20 minutos en total. Pues bien, solo se ha producido una cornada, menos que nunca, y de escasa gravedad. Las dos atenciones médicas más preocupantes han sido por la corrida del día 7 (con un torero empitonado) y las vaquillas emboladas del día 8 (por un golpe que afectó a la femoral).
¿Milagro? Cuando algo así se repite año a año, no es tal. La milonga del «capotico de San Fermín» camufla una realidad mucho más objetiva, técnica y multidisciplinar: antideslizante desde 2006, que dificulta las caídas de toros que fracturaban la manada desde la entrada a Estafeta; cabestros «profesionales», perfectamente adiestrados para su labor; toros entrenados específicamente en el campo para correr en Iruñea a máxima velocidad y sin cansarse apenas; protocolos exhaustivos; un servicio de asistencia médica de máximo nivel...
Toda oportunidad genera también sus riesgos. Los del encierro quedaron a la vista el mismo día 7, con los Palmosilla: codazos y empujones entre participantes demasiado ansiosos; carreras apuradas hasta la última milésima, como si se tratara de taponar al toro para que no pase más que de llevarlo hacia corrales; un ruedo lleno de «curiosos» en el que era imposible refugiarse en las barreras; y las imprudencias de turno...
El peligro hoy en Iruñea no es solo que un Miura se vuelva, es también que te aparezca «Speed»
Era cuestión de tiempo que el exhibicionismo atrajera a personajes como Darren Jason Watkins, «Speed», uno de los tiktokers con más seguidores del planeta. No vino a beber vino y cantar como Hemingway, mimetizado en el paisanaje y disfrutón, sino a grabarse a sí mismo a medio camino entre un viaje a Noruega y otro a Bulgaria, a hacer caja. En minutos se formó un amago de tumulto en torno a su figura que la Policía Foral decidió cortar por lo sano antes de que llegaran los toros. El peligro hoy en Iruñea no es solo que un Miura se vuelva, es también que te aparezca un streamer de moda.
Siendo sinceros, en el recorrido también hay muchos speeds a los que no se limita la entrada, tema complejísimo de abordar pero que tampoco cabe obviar. En ninguna carrera de élite y con riesgo de muerte se permitiría participar a octogenarios o personas con la movilidad muy reducida. En ningún espectáculo deportivo hay barra libre para superar un aforo determinado. El futuro lo dirá, pero pinta a que ya ha llegado la era histórica en que en el encierro son más peligrosos los de dos patas que los de cuatro.
En 2025 se cumplirá el primer cuarto del siglo XXI. Hace ya cinco siglos desde que en Iruñea se empezó a correr ante los toros y tres siglos desde que se utiliza el mismo recorrido. Extrañamente y por encima de modas, el encierro sigue vivo y, más aún, es trending topic. Y aunque parezca siempre lo mismo, cada año surgen hechos y datos que generan preguntas.
La Mesa del Encierro tiene tarea, y sobre todo una pregunta: ¿qué habrá después del «encierring» si no se potencia el auténtico encierro de origen?
La Mesa del Encierro tiene tarea. Por ejemplo, ¿es factible alguna solución para que no vuelva a ocurrir lo del primer domingo, en que los dobladores admitieron que no podían acercarse a los toros en la Plaza porque ni siquiera los veían entre tanto humano? ¿Sería lícito y justo retirar del recorrido al castellonense de 68 años que ayer fue cogido en el vallado de la curva de Estafeta, donde estaba encaramado? ¿Se puede hacer algo para fomentar de nuevo el anonimato? ¿Qué tiene de bueno y de malo la explotación televisiva? ¿Hay riesgos nuevos a corto plazo, asociados a tecnologías a punto de expandirse? ¿Qué vendrá después del «encierring» si no se potencia el auténtico encierro?