Iban Gorriti

Agur a Mateo Balbuena, último combatiente del Ejército vasco, un comunista indomable

El martes por la noche falleció a los 110 años Mateo Balbuena Iglesias, el último de los combatientes de Euzkadiko Gudarostea. Además de su ejemplo vital, este comunista deja un legado de 15 libros publicados, incluido el que le hizo finalista del Premio Planeta en 1964.

Mateo Balbuena, el último combatiente del Euzkadiko Gudarostea.
Mateo Balbuena, el último combatiente del Euzkadiko Gudarostea. (Iban GORRITI)

El último. No hay constancia de que quede ningún otro combatiente vivo de Euzkadiko Gudarostea, Ejército vasco surgido de forma espontánea tras el golpe de Estado de militares españoles el 18 de julio de 1936. El último ha sido Mateo Balbuena Iglesias, fallecido este martes 16 «a las 21.30 horas», según ha precisado la familia.

En septiembre iba a cumplir impensables 111 años. Comunista incombustible hasta el último aliento, el alavés nacido en León fue teniente del batallón Leandro Carro (PC), misma unidad en la que compartió lucha junto al abuelo del lehendakari Ibarretxe.

También fue teniente de Carabineros en el Ejército Republicano. Impartió charlas de Economía hasta los 105 años y mantenía un grupo de personas que lo visitaba en su caserío del barrio Santa María de Lezama de Amurrio para mantener ese pensamiento vivo y colectivo.

Balbuena, intelectual donde los haya, fue finalista del Premio Planeta en 1964 con uno de sus más de quince libros publicados. El último, ‘Impotencia política de las fuerzas asalariadas’, de 2017.

Publicó el último de sus quince libros, ‘La sumisión de las masas’, con 102 años.

La última vez que departí con él y su afable hija Alicia, el antifascista tenía ya 110 años, pero continuaba de pie quitando hierbas a las fresas de su huerta. Décadas atrás, también residió en Barakaldo y Basauri. 

Lo conocí en persona años antes, un día entre semana en Gasteiz, donde vivió junto a su esposa. La mujer –culta de mente y atenta de corazón– sopló cien velas entonces, en días de confinamiento. Sumaron más de 76 años casados y como personas autónomas.

El capitalismo no produce igualdad

Mientras el ascensor accedía a su piso, daba tiempo a reflexionar por qué los medios de comunicación solo hemos valorizado la vida de él. ¿Por qué no la de Consuelo Lopetegui, con un bagaje de dignidad ante el franquismo y que exiliada vio el ‘Guernica’ de Picasso recién estrenado en la Exposición Internacional de París en 1937? Queda tanto por avanzar.

El timbre. Salieron los dos a la puerta. Ella se presentó como maestra, agnóstica y librepensadora. De Lasesarre. Él, nacido en Villamartín de Don Sancho, mantuvo su dogma comunista heterodoxo intacto. De hecho, decidió dejar de votar. «No voto por dignidad humana», levantaba la voz quien era tremendamente suave en su locución. 

Los mass media y los libros enfatizamos la labor realizada por Balbuena en años anteriores a la guerra de 1936, durante el conflicto y el franquismo. En el servicio militar, él ya trató de ser, «al menos, cabo» –aportaba– y tras el golpe militar fue quien se encargó de constituir tres batallones del Ejército de Euskadi bien diferentes: el Leandro Carro del PC –en el que fue teniente–, el Bakunin de CNT y el Araba, del PNV.

Balbuena fue encargado de constituir los batallones Leandro Carro (PC), Bakunin (CNT) y Araba (PNV).

Sin embargo, Balbuena –hombre templado, pero con genio– detestaba hablar más del pasado, de su pasado. «Ya está en los libros». A él le preocupaba el presente y mucho.

«Nacemos con la cosa de subsistir. Somos 8.000 millones de personas en el mundo, todas diferentes. No es normal, por tanto, que haya solo un sistema para todos: el capitalismo. No produce libertad e igualdad», analizaba. 

Mateo Balbuena, en la guerra de 1936.

Sonreía al preguntarle por su relación de pareja. «Eso son interioridades que no importan…», sonreía insistiendo en hablar de actualidad y anticapitalismo.

Indomable como en una ocasión que abandonó un homenaje a los últimos gudaris y milicianos, levantaba el dedo apelando a redactar un urgente nuevo manifiesto a consensuar entre intelectuales. Es su «obsesión», matizaba su mujer.

Luchó en Euskal Herria, Catalunya y desde el exilio

Sin embargo, finalmente accedió. «Nos conocimos en un baile en Amurrio, antes de la guerra». Consuelo lo negó: «Venía de antes». Mateo cuestionaba: «¿A que no recuerdas que entré montando a caballo al interior de un bar porque estabas tú?».

En 1944, se casaron en una ermita. «Ella se encargó, por nuestra forma de pensar, de que no fuéramos a confesarnos ni a comulgar», enfatizó Mateo ante su biblioteca presidida por ‘El Capital’, de Marx.

Mateo fue el mayor de diez hermanos. Por ello, de niño lo enviaron a servir al comercio. «¿Por qué he tenido que abandonar mi casa?», se preguntaba. En aquellos días una frase le caló: «Lo que está ocurriendo en Rusia es muy importante». Comenzó a leer mucho y a frecuentar el Ateneo Obrero de Gijón.

En 1932, ingresó en las Juventudes Comunistas y le nombraron Secretario de Agitación y Propaganda. Participó en la huelga del 34 en Oviedo y se trasladó a Cruces. Allí, participó en la fusión de las Juventudes Socialistas Unificadas de Euskadi y fue secretario local.

El 17 de julio de 1936 convocó reunión urgente de la JSU para requisar armas en Olabeaga, Lutxana… «El 22, una docena de milicianos salimos de Bilbo a Donostia a rendir a los rebeldes en el Hotel María Cristina. El 24 participamos en el acoso a los cuarteles de Loiola».

Amenazada Orduña, se movilizó un centenar de milicianos comunistas, anarquistas y socialistas, en seis camiones, a las órdenes del capitán Espías, y ya encuadrado en el batallón Leandro Carro, lo nombran teniente.

«Nos abandonan o traicionan los altos oficiales, pero mi sección se mantuvo dispuesta a resistir», aseguraba.

«Nos abandonan o traicionan los altos oficiales, pero mi sección se mantuvo dispuesta a resistir». Tras evacuar Bilbo, es herido en la mano izquierda y lo retiran a Santander y a Gijón. Al perderse la ciudad asturiana, abandona el hospital y en un pesquero llega al El Havre (Francia). Pero retorna al Estado por Figueres. Le nombran instructor de la 65º Brigada. Ante la derrota republicana arenga a su tropa para huir a Francia y continuar la lucha.

Tras 28 días de travesía vestido de civil, es apresado en Broto (Huesca), juzgado en Jaca y encarcelado. Queda libre. Logra empleo en una mina ubicada «sobre Bilbao» por las mañanas y por las tardes imparte clase.

Retomó la lucha clandestina con el EPK-PCE y en 1942 fue detenido y encarcelado en Larrinaga. «Franqui –por Franco- nos quitó todo y nos dedicamos a vivir de ahorros, de la huerta y a escribir, liberados del capitalismo», concluía quien ha fallecido en su caserío de San Martín de Lezama (Araba), inmueble que perteneció a la histórica familia de músicos Arriaga.