Del suelo de Urkullu al pacto de Pradales, coartadas éticas para maniobras políticas
El inicio de curso de Lakua en el Palacio Miramar fue desconcertante, y no solo en lo climatológico. Imanol Pradales dijo que salud y vivienda son sus prioridades, pero luego no desarrolló una sola propuesta al respecto. Solo quería hablar de su libro, de su decálogo.
No se recuerda una comparecencia tan monográfica, ni una rueda de preguntas posterior tan breve, como la primera del lehendakari Pradales en el tradicional reinicio de curso en Donostia. Y eso que el tiempo no daba ganas de salir corriendo a aprovechar el marco incomparable y lo poco que queda de agosto...
Se podía entender si el tema único hubiera sido Osakidetza, mayor tema de preocupación ciudadana el pasado curso y agitado también este verano. Incluso vivienda, enunciado por Pradales como su otra prioridad del curso. O nuevo estatus, donde se cruzan todos los caminos. Pero no, solo quiso mostrar un conejo salido de la chistera: el bautizado finalmente como ‘Pacto para el ejercicio ejemplar de la política en Euskadi’. Primer error, aunque voluntario: los líderes políticos se equivocan cuando prefieren hablar de lo suyo que de lo de los demás, de lo de todos.
El discurso fue breve y el decálogo es genérico, pero ambos dan para muchas contradicciones. La mayor: Pradales quiere dar centralidad a un problema que a la vez admite que no es real: «Discusiones en mal tono, insultos, mentiras, faltas de respeto, tendencia a la polarización... son demasiado habituales en otros lugares, en Euskadi tenemos una manera más constructiva de hacer política», reconoce de entrada.
El texto aboga por «combatir la desinformación y las ‘fake news’» (y está muy bien) pero la raíz de su iniciativa es un fake en sí misma. Dice aspirar a promover «un debate público de calidad» cuando a la vez lo elude en su primera gran comparecencia del curso. Incluso contradice su propia actuación personal: Pradales estuvo ejemplar al no magnificar la agresión sufrida en campaña en Barakaldo cuando un individuo sin motivación política alguna le roció con un spray, lo que hace menos creíble que ahora se sobreactúe con algo en lo que sí hay un auténtico «oasis vasco».
Para evitar malinterpretaciones de lo anterior, el contenido de ese decálogo es digno de aplauso, impecable en casi todos sus puntos. El problema no es lo que dice, sino que lo quiere insinuar. Como todo fake que se precie.
Por otro lado, resulta difícil no ver en esta campaña una versión actualizada del «suelo ético» de Urkullu. Empezando por el apelativo calificativo. El tiempo, y los hechos, no pasan en balde: son ya ocho años desde que el anterior lehendakari basó toda su campaña en exigir a EH Bildu que declarara «injusta» la violencia de ETA. Entre medio, esta organización ha cerrado su ciclo, la izquierda independentista hizo la Declaración del 18 de Octubre y ha emergido otra generación de votantes cuyas inquietudes están muy alejadas de los traumas del enfrentamiento armado.
Los resultados electorales muestran que esa carta ya no le funciona al PNV, pero siempre cabe la tentación de buscar un comodín similar, un sucedáneo. Aquí otra contradicción, una más: el decálogo plantea «evitar posiciones moralmente superiores» pero destila un afán de superioridad moral en sí mismo.
A Pradales, por cierto, ya le atizan desde la propia rueda de prensa de Miramar por no haber incluido a ETA en el argumentario de este «pacto ético». Quizás efectivamente el lehendakari haya asumido que ese tema queda sin sentido en la agenda actual, pero quizás también simplemente se lo haya dejado al PSE en el nuevo reparto de papeles que conlleva el traspaso de memoria o gestión carcelaria al socio jeltzale.
Si no responde a la realidad, y si tampoco es lo mismo que lo anterior, ¿a qué viene entonces este plan tan crucial? ¿Qué busca? En una comparecencia de perfil tan bajo como la de Miramar sí hubo un momento de otro tono, de los que delatan. Fue cuando a Pradales se le preguntó por la muerte de una persona atendida tarde en Laudio. Es aquí donde al nuevo lehendakari le salió esa vena Urkullu de la que quiere huir y se quejó de actitudes de «puño de hierro en guante de seda».
Oído esto y leído el decálogo, ¿el «ejercicio ejemplar de la política en Euskadi» habría sido no dar cuenta públicamente de lo ocurrido en Laudio? ¿«Reconocer las instituciones públicas vascas» aboca a no cuestionar las actuaciones de la Ertzaintza sin aclarar que se siguen acumulando? ¿«Mantener una actitud constructiva para mejorar su papel» significa no denunciar los problemas del sistema educativo? ¿Quién y cómo va a medir qué es «hipérbole excesiva» o «demagogia»? ¿Y «juego sucio»?
Pradales tendrá que explicarlo mejor. De momento ha sido más claro el portavoz parlamentario del PNV, Joseba Díaz Antxustegi, al quejarse en redes de que EH Bildu haya pedido la comparecencia del consejero de Salud: «A ver si es que no era una tregua y lo único que querían era irse de vacaciones…».