«Intentamos que la persona se dé una segunda oportunidad»
Fundador, socio y director de Psicólogos Princesa, coordina la Unidad de Emergencias, Prevención y Duelo por Suicidio. Ha participado en un curso de verano de la UPV en el que se ha hablado sobre la Guía Práctica de Intervención en Crisis Suicidas que ha elaborado junto con el Gobierno de Lakua.
Pedro Martín-Barrajón Morán es psicólogo de Emergencias en Madrid. Ha elaborado, con el Gobierno de Lakua, una Guía Práctica para la Intervención en Crisis Suicidas, destinada a las y los profesionales de urgencias. Partiendo de esta labor, hablamos de prevención, intervención y cuidado de las supervivientes.
«El suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos», defiende.
Todos podemos contribuir a la prevención. Se debe trabajar desde diferentes áreas: sanidad, urbanismo, educación... Por ejemplo, el año pasado el Departamento de Educación de la CAV recibió el primer premio del Ministerio por una iniciativa de prevención del suicidio que partió de la Formación Profesional.
¿El número de suicidios va en aumento o en descenso?
Sigue un fenómeno en las gráficas de aspecto de dientes de sierra: unos años sube, otros baja. En 2022, fueron 184 fallecimientos en la CAV y en 2023, un 20% menos, 141.
Nos puede pasar a cualquiera.
Hay algunas investigaciones que refieren que solo un 46% de comportamientos suicidas se producen por una alteración psicológica. Se ha llevado a cabo un metaanálisis de 50 años de investigación sobre suicidio que concluyó que esos factores de riesgo tradicionales (consumo de alcohol, desesperanza, depresión, ausencia de apoyo social, intentos previos...) tienen una capacidad limitada de predecir la conducta suicida. Por tanto, no son una base firme para determinar la conducta suicida ni las estrategias de tratamiento y prevención. Durante algún tiempo se pensó que tratando la psicopatología de base o los síntomas ansioso-depresivos descenderían las cifras de suicidio, pero esto no ha sido así.
¿Y cuáles son esos nuevos factores de riesgo?
Depende de los grupos de edad, pero desde que publicamos la guía han salido a la luz nuevas investigaciones que han dejado obsoletas afirmaciones tales como que un 80% de las personas que se han suicidado habían avisado. Según nuevos estudios, un 67% de las personas que se suicidan negaron tener esas ideas y un 50% de las personas que llevaron a cabo tentativas suicidas aseguró que decidió hacerlo solo diez minutos antes de pasar al acto. En mi opinión, donde tenemos que poner el foco, y para eso debemos servirnos de las voces más autorizadas que son los supervivientes y sobrevivientes, es en las conductas de cierre. Por ejemplo, todos haríamos algo al encontrar una nota de despedida en casa. Pero hay señales que pasan desapercibidas. Por eso insisto en que deberíamos divulgar información y formación a la población general para que cada vez seamos más las personas capaces de identificar esas señales y actuar a tiempo.
¿Cuáles son esas señales que pasan desapercibidas?
Conductas de cierre como regalar objetos que tienen una carga sentimental, encargar a otra persona el cuidado de la mascota, visitar de forma inesperada a familiares y amigos que hace mucho tiempo no se visitaban, dejar las cosas arregladas, agradecimientos, cerrar los perfiles de las redes sociales. También el cambio de aspecto, la despreocupación por la higiene, empezar a consumir determinadas substancias, conductas de riesgo... Las autolesiones no siempre son la antesala del suicidio, pero una gran proporción de las personas que se suicidan se habían autolesionado antes.
¿Cuáles son los factores de protección?
La presencia o la red social de apoyo. El suicidio es habitualmente un acto de soledad. En prisión, el 73% de los suicidios sucede en celdas individuales.
«Un 67% de las personas que se suicidan negaron tener esas ideas y en estudios con personas que hicieron tentativas suicidas, un 50% aseguró que decidió hacerlo solo diez minutos antes de pasar al acto»
¿Cuáles son los principales mitos sobre el suicidio?
El que lo dice no lo hace, hay que ser muy valiente... Todos los mitos que subestiman el riesgo. También la correlación entre el suicidio y la salud mental. En esa primera intervención de los servicios de emergencias en ocasiones se dicen frases como ‘¿no lo supísteis ver?’. En una altísima proporción de los casos, el suicidio es una sorpresa. Aunque la persona lo haya intentado antes. Una idea que habitualmente no se tiene en cuenta, en descarga de esos familiares supervivientes que a la vez se convierten en personas de riesgo porque alguien que ha perdido a un familiar por suicidio tiene la tentación de seguir su ejemplo, en descarga de ese sentimiento de culpa casi universal, además de que la mayoría de las personas que se suicidan negaron tener esas ideas, los familiares no pudieron ver lo que nadie les enseñó a ver. El suicidio ha sido un tabú, y así como nos han enseñado a evitar las enfermedades de transmisión sexual o los accidentes de tráfico, no se han hecho campañas con el suicidio que hayan llegado a la población general.
El suicidio se puede prevenir.
Por supuesto. Lo más frecuente es la ambivalencia. La persona no quiere morir, sino dejar de sufrir. Pero no sabe cómo. El profesional sanitario de referencia Jon García Ormaza compartía que hasta un 85% de las personas que han sobrevivido a un intento de suicidio grave no va a morir por eso.
¿Cómo se puede conectar con una persona en crisis suicida?
Lo más importante es ser genuino, abandonar ese rol de experto y acompañar. No buscamos distraerle ni convencerle de que la vida es bonita, lo que tratamos es que se dé una segunda oportunidad y que aplace la decisión, mostrando un interés sincero, desde una posición de humildad. La improvisación es la peor estrategia de todas. Una de las estrategias más poderosas es facilitar el desahogo preguntándole, por ejemplo, qué le ha puesto en una situación tan difícil. Nos interesamos por sus necesidades más básicas: ‘¿Tienes frío? ¿Quieres fumarte un cigarro? ¿Necesitas agua?’, para que la persona tenga la sensación de que nos importa. Es muy útil llamarle por su nombre, presentarnos, tener las manos visibles. La primera estrategia no puede ser contenerle físicamente, sino que abandone esa situación por su propio pie.
¿En la mayoría de los casos esto se consigue?
En muchos casos, cuando se llega a tiempo y mantenemos ese contacto con la persona, sí que se consigue, porque, insisto, el suicidio es un acto de soledad. Además de normalizar la idea suicida, ya que miles de personas a diario tienen ese tipo de ideas, sembramos la ambivalencia, hacemos que la persona se cuestione si suicidarse es la mejor alternativa de todas. Después, buscamos algo que es importante para ella. Un error habitual es decirle, por ejemplo, ‘piensa en tu pareja’, sin saber que el precipitante es que acaba de descubrir que su pareja le es infiel. Es más prudente preguntarle: ‘¿Existe alguien en quien al pensar te cueste seguir adelante con lo que has pensado hacer?’.
En la intervención telefónica, es crucial saber su ubicación y mantener la llamada.
Que no se multipliquen los interlocutores y que tenga la sensación de que nos importa. El tiempo juega a nuestro favor, no hay prisa. Dejaremos que se desahoge, validando su emoción predominante (miedo, enfado o tristeza).
«Tenemos que poner el foco en las conductas de cierre. Todos haríamos algo al encontrar una nota de despedida en casa. Pero hay señales que pasan desapercibidas»
Cuando la persona decide darse una segunda oportunidad, hay que felicitarle.
Hay que tener muy en cuenta que es ella la que ha tomado la decisión. Siempre repito a modo de mantra: los profesionales no somos ni héroes ni villanos, solo aplazamos.
Una de las partes más duras de su trabajo es la atención inmediata a los allegados tras un suicidio consumado.
Debería hacerlo la persona mejor entrenada, en un sitio que garantice la intimidad, siempre de manera presencial, hacerlo por teléfono es muy peligroso. Una cosa muy importante es facilitar que la familia esté junta, que se doten unos a otros del afecto y del cariño que necesitan. Se comunica haciendo una descripción breve de los hechos siguiendo el esquema de ‘introducción, nudo y desenlace’. Le vas a dar la peor noticia posible a un familiar. Entonces, cuidado con palabras dañinas como ‘cálmese’ o ‘tienes que ser fuerte, el tiempo lo cura todo’. Si no sabe qué decir, quédese al lado.
¿Cómo se supera el suicidio?
Se compara el nivel de sufrimiento de una persona que ha perdido un familiar por suicidio con alguien que ha superado un campo de concentración. ¿Qué necesitan? Que se les escuche, se les crea y se respete su forma de vivirlo. Con el tiempo, a la mayoría le gusta que le recuerden a su ser querido, no por cómo fallecieron, sino por todo el legado que han dejado en vida. Esto es muy reparador.