Periodista / Kazetaria
Elkarrizketa
Juan Bordera
Diputado de Compromís y periodista climático

«Mazón debería dimitir y ser procesado por su negligente gestión de la DANA»

Juan Bordera (Alcoi, 1984) es periodista climático y diputado independiente de Compromís en Les Corts valencianas. Como portavoz del grupo en cuestiones medioambientales y climáticas, se ha convertido en el crítico más implacable de Carlos Mazón.

Juan Bordera.
Juan Bordera. (Gorka CASTILLO.)

Autor y editor de libros muy documentados como ‘El gran otoño de la civilización’ y ‘El final de las estaciones’, Juan Bordera es una de las bestias negras de la derecha valenciana en la actual legislatura. Muchas de sus intervenciones desmontan los argumentos indolentes del Gobierno derechista de Carlos Mazón hacia el cambio climático, especialmente porque utiliza datos difíciles de rebatir.

El Gobierno valenciano sigue defendiendo su gestión, algo que los expertos meteorológicos desmienten. ¿Cuál es su opinión?

El Gobierno valenciano quiere vendernos que la responsabilidad no fue suya o, en su defecto, que hubo responsabilidades compartidas con la Administración central. Mienten. Lo que ha sucedido era totalmente previsible. Había avisos de la Aemet cinco días antes de que ocurriese y se decretó la alerta roja 12 horas antes de su llegada.

Por si esto fuera poco, la comunidad científica venía alertando de que el Mediterráneo era una bomba de relojería debido a las altas temperaturas registradas este verano. De hecho, meses antes ya explotó en Libia, causando 10.000 muertos, y en Grecia, donde un cuarto del territorio agrícola ha quedado anegado para los próximos cinco años.

Todas estas tormentas son cada vez más violentas y abarcan un área mayor. Nosotros llevamos tiempo presentado propuestas en Les Corts para hablar de los riesgos de inundación que tenemos y el Gobierno siempre las ha rechazado. Por tanto, nadie puede decir que desconocía el nivel de emergencia en el que nos encontramos.

Ahora hemos sabido que la Generalitat desdeñó los avisos de Aemet, de los alcaldes de las localidades inundadas y de la Confederación Hidrográfica del Júcar ocho horas antes el día de la llegada de la DANA. Y la propia consellera responsable de emergencias, Salomé Pradas, ha reconocido que hasta aquella tarde no supo que se podían enviar alertas a la población a través de los móviles. Creo que la responsabilidad de Carlos Mazón en la tragedia está fuera de toda duda.

¿Qué futuro augura al presidente valenciano?

Creo que debería dimitir y si no lo hace, espero que fuercen su dimisión. Después de lo que ha ocurrido y ante las evidencias de su negligente gestión, considero que lo más justo es que sea procesado, aunque dudo mucho que se produzca porque está protegido por su partido.

Usted ha insistido reiteradas veces en la urgente necesidad de adaptar el modelo urbanístico de València a las exigencias del cambio climático. ¿Cómo se puede adecuar un sistema desarrollista a la situación de emergencia actual?

Hay una frase de Edward Osborn Wilson, el padre de la biodiversidad y de la sociobiología, que dice que «el mayor problema de la humanidad es que tenemos unas emociones del Paleolítico, unas instituciones del Medievo y una tecnología propia de dioses». Es decir, casi todo nuestro modelo productivo está enfocado en cambiar la tecnología y obvia cambiar unas estructuras políticas que se están mostrando obsoletas ante una transformación climática global que se va a producir sí o sí.

En las inundaciones de València tenemos un ejemplo clarísimo. Es decir, si hubiéramos realizado una planificación urbanística adecuada, con un alcantarillado en perfecto estado de funcionamiento y con las riberas protegidas por bosques que hagan de frenado, los daños económicos hubieran descendido a la mitad y las muertes habrían sido menores. No tengo ninguna duda.

Por lo tanto, adaptarnos a lo que viene no es solo situar la vida en el centro, sino también es una cuestión de beneficio económico. No entiendo bien a esos políticos como Mazón que dicen defender la economía de mercado, pero luego son unos gestores económicos pésimos.

¿Han tenido desde el 29 de octubre alguna reunión con el Gobierno valenciano?

No, ninguna. También quiero apuntar que después de la catastrófica gestión que han hecho, a nosotros se nos han quitado las ganas de hablar con ellos. Imagino que el Gobierno tampoco tendrá excesivas ganas de reunirse con quienes les habíamos advertido de lo que venía.

Sabemos que el otoño es el momento perfecto para la formación de DANA y gotas frías en el Mediterráneo. En primavera, presentamos una propuesta ante el incremento de riesgos exponenciales de inundaciones. PP y Vox votaron en contra.

Hace un mes, vimos que se podía producir una situación explosiva por las altísimas temperaturas marinas registradas durante el verano y volvimos a presentar otra iniciativa de actuación urgente. Nunca recibimos respuesta ni del Gobierno ni de Vox. Lo único que pedíamos era una mayor coordinación de los efectivos disponibles ante una emergencia, precisamente lo que hemos echado en falta ahora.

Una de las primeras medidas que puso en marcha Carlos Mazón fue disolver la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) dotada con un presupuesto de 29 millones de euros que fue desviado a la Escuela de Tauromaquia. ¿Qué hubiera sucedido si no se hubiera desmantelado?

Hablar de ello ahora es política ficción, pero estoy convencido de que habría sido mejor que existiera. La UVE fue un proyecto que no llegó a entrar en funcionamiento, pero que estaba perfectamente diseñado para gestionar una catástrofe como la que hemos sufrido.

Es obvio que habría mejorado la respuesta porque hubiera facilitado la coordinación entre los distintos cuerpos con lo que la gestión habría sido más eficiente a la vez que centralizada, que para este tipo de emergencias no es mala. Con esto quiero decir que no hay que ser muy listo para saber que la UVE habría sido muy útil. Otra cosa es decir que su funcionamiento hubiera bastado para evitar la tragedia.

Usted y varios parlamentarios de la oposición han denunciado el peligro que supone la presencia de negacionistas climáticos en el Gobierno valenciano.

En Vox, que no forma parte del Gobierno pero lo apoya con sus votos, no hay ni un solo parlamentario que no sea negacionista. Lo aseguro porque he hablado con todos ellos en este año y medio de legislatura. Vox es un partido absolutamente negacionista que actúa como la inquisición cristiana que te quema en la hoguera. Es decir, si pudieran, y creo que ya lo han dicho, cerrarían la Aemet.

Una de sus iniciativas parlamentarias fue intentar impedir que los avisos de tormentas que suelen emitir llegaran a la población porque eso era interferir en la vida privada. Ese es el nivel de terraplanismo de esta gente.

Y, luego, en el PP hay gente que no niega del todo que el cambio climático esté ocurriendo, pero que no acepta sus consecuencias devastadoras y rechaza cualquier fórmula de adaptación que socave su principio neoliberal de enriquecimiento a cualquier precio.

En localidades como Paiporta se preguntan qué se puede hacer de manera inmediata para que el próximo año no vuelva a desbordarse el barranco del Poyo. Se ha sugerido crear cauces artificiales que desvíen el agua fuera del núcleo urbano. ¿Qué opina?

No soy experto en ingeniería y, por lo tanto, mi opinión es limitada. Pero lo que sí puedo decir es que hay rehacer todo el plan urbanístico y actualizar el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova) que quedó congelado en 2003. Esto nos va a facilitar una buena base científica para detectar con precisión los lugares dónde más riesgo hay.

Yo no estoy en contra de la canalización tecnológica de barrancos para aminorar los peligros de las crecidas, pero la cuestión no radica ahí. El problema, en mi opinión, es el modelo de desarrollismo urbano que se puso en marcha hace décadas y que debemos revertir. Si dejamos que cada uno haga lo que quiera en busca de un beneficio a corto plazo, como ha venido ocurriendo hasta ahora, lo que tendremos es una condena a largo plazo para todos.

Dentro de unos meses comenzará la recuperación de las zonas devastadas. Con la historia de corrupción urbanística que tiene València, ¿teme que la reconstrucción vuelva a convertirse en un negocio privado?

La construcción huele a dinero. Es indudable. Y, por lo tanto, hay un gran riesgo de que vuelva a ocurrir. Los ingredientes que tenemos sobre la mesa no me permiten augurar que esta vez se vaya a hacer bien. Estaremos atentos. Ahora estamos en la fase de ayuda a las localidades que han quedado destrozadas y que tienen urgencias graves. Pero antes de curar la herida, tenemos que tapar la hemorragia. Y la hemorragia se llama Carlos Mazón. Tiene que irse lo más rápido posible.

A partir de ahí, pues ya tendremos tiempo de ver cómo somos capaces de organizarnos a nivel ciudadano para gestionar y controlar que la reconstrucción no se haga de la misma manera que se hizo en los años 90 y 2000 durante el boom inmobiliario. Desconfío de todos ellos.

Mucha gente afectada quiere que su voz sea escuchada por los expertos que diseñen los nuevos planes de reconstrucción. ¿Qué opina?
Ahí está la clave. Los comités de expertos son necesarios porque son gente que conoce la disciplina, pero si no tienen en cuenta la opinión de la gente del territorio e intentan hacer una reconstrucción en contra de su voluntad, lo más probable es que todo esto acabe mal.

Los vecinos suelen ser quienes mejor conocen el terreno y su opinión es una información vital para los expertos. La hibridación entre ciencia y ciudadanía es imprescindible y pueden producir sinergias muy positivas.

Lo que pasa es que hay posibilidades de que la sinergia que se produzca termine mediatizada por los intereses económicos de los de siempre cuyo modelo es el beneficio propio y seguir creciendo eternamente.