Natxo Matxin
Redactor especializado en deporte. Osasuna

Sunsundegui: cuatro voces de la plantilla coinciden en la mala gestión

El concurso de acreedores de Sunsundegui deja en la calle a casi 400 trabajadores y provoca que un buen número de familias vayan a verse en dificultades para llegar a final de mes. Cuatro voces de la plantilla coinciden en criticar la mala gestión llevada a cabo por los responsables de la empresa.

Flota de autobuses en el exterior de las instalaciones de Sunsundegui.
Flota de autobuses en el exterior de las instalaciones de Sunsundegui. (Aitor KARASATORRE | FOKU)

Arrastrando deudas desde hace muchos años y pendiente ahora de un inversor que no termina de cuajar, la puntilla para la empresa afincada en Altsasu ha podido ser la presentación en el juzgado este pasado miércoles de la solicitud de concurso de acreedores voluntario sin liquidación. Los trabajadores no se resignan a ser ellos los paganos de esta espinosa situación y han convocado para hoy en dicha localidad navarra –12.00– una manifestación bajo el lema «Sunsundeguik etorkizuna du, konponbidea orain».

En defensa de su puesto de trabajo, allí estará el mecánico Sergio Martínez, quien recaló en la firma constructora de autobuses en septiembre de 2013. «Hasta hace seis meses trabajaba de operario y, después de superar una oposición interna, he ejercido de técnico de calidad de pintura. Durante estos once años he pasado por muchas secciones. Aquí siempre se ha echado mano de la polivalencia, pero nunca se ha reconocido laboralmente», critica en primera instancia.

Desde su punto de vista, la actual coyuntura «era algo que se veía venir» y adjudica la máxima responsabilidad a José Ignacio Murillo, nombrado director general en julio de 2010, dentro de una operación en la que Sodena –con UPN en el Gobierno de Nafarroa– condonó la deuda existente, y que permaneció como CEO de Sunsundegui hasta abril del presente año. «La gestión ha sido pésima, designando a personas que no eran competentes para llevar a cabo determinadas labores y con amplia falta de recursos, lo que ha provocado continuos cambios en la línea de producción y el consiguiente encarecimiento de los costes», describe.

Pone un convincente ejemplo de ello. «Lo normal es que en la línea de producción estén en circulación entre 40 y 50 autobuses. Pues bien, han llegado a estar hasta 200 por problemas de falta de materiales y algunos de ellos aparcados en el exterior. La formación laboral ha brillado por su ausencia, había que aprender en un solo día, este es un trabajo muy artesanal, no tiene nada que ver con otras empresas de automoción, autobuses que estaban tasados en 900 horas de trabajo se han llegado a disparar a las 1.500 o 1.600, y todo ello ha traído consigo numerosos problemas y reclamaciones de garantías».

Con semejantes condiciones, que la llegada de más carga de trabajo por parte de Volvo pudiese sacarse adelante parecía una tarea imposible en opinión de la plantilla. «De lo de Volvo nos enteramos por la prensa, algo habitual en la dinámica de la dirección, y, desde el principio, ya les transmitimos que la fábrica, por instalaciones y maquinaria, no estaba preparada para asumir semejante volumen, además de que se trataba de autocares mucho más avanzados tecnológicamente. No hubo ningún criterio técnico, simplemente se vendió la idea de que se iba a generar empleo, en gran parte por intereses políticos», especifica.

Sergio Martínez, responsable de calidad. (Iñigo URIZ | FOKU)

No es muy optimista respecto al futuro. «En septiembre sí que teníamos esperanza de que entrase un nuevo inversor que empezase de cero y cambiase los métodos de trabajo para hacer viable el proyecto porque la realidad es que hay demanda en el carrozado de autobuses. Pero con el concurso de acreedores, algunos proveedores ya vinieron a retirar su material y varias de las empresas auxiliares cerrarán y ya no dispondremos de componentes para volver a echar a andar», explica Martínez.

Falta de planificación

Javier Garaioa apostó hace año y medio por cambiar de sector laboral. Después de mucho tiempo en el mundo de la hostelería ejerciendo como repartidor, «se me presentó la oportunidad de trabajar en una fábrica, con otra metodología diferente a mi anterior trabajo». Así, en mayo de 2023 ingresó en Sunsundegui como carretillero de almacén, «con la ilusión de quien empieza en un nuevo trabajo en una empresa que ya llevaba cierto tiempo con su cartera de clientes». Y al poco se hizo pública la posibilidad de fabricar autobuses para Volvo, «aunque la opinión generalizada era un tanto de incredulidad y los más veteranos ya nos trasmitían que eso de hacer una fábrica dentro de otra fábrica y sin realizar inversiones se veía como algo complicado de compaginar».

Pese a no llevar mucho tiempo ejerciendo su labor, pronto fue consciente «de la falta de planificación y de ciertas tomas de decisiones en el trabajo diario que se adoptaban un poco a salto de mata. Nos tocaba realizar traslados de material de unas naves a otras sobre la marcha, según las necesidades del momento». Y relata cómo a partir de la pasada primavera, la situación se fue deteriorando. «Hasta quienes llevaban más tiempo trabajando y que habían conocido los altibajos de la empresa reconocían que nunca habían vivido algo así. Entraba material de un tipo, pero faltaba de otro, parecía que todo iba encaminado al desastre», recuerda.

Con la puesta en marcha del ERTE, el malestar entre la plantilla se disparó, pues «la gente carecía de información real y se respiraba un ambiente muy pesimista», que acabó confirmándose con el concurso de acreedores. Sin embargo, Garaioa todavía cree que hay esperanza para reconducir las actuales circunstancias –en su caso particular, va a esperar acontecimientos–, con la entrada de un inversor «que traiga su propio equipo y sistema de trabajo, en lugar del que ha existido hasta ahora encargándose de la producción, que lo ha llevado muy mal». «La realidad es que los comerciales de la empresa ya habían vendido autobuses para todo 2025, lo que significa que hay clientes y futuro en este sector», amplía.

También resalta la importancia que tiene la movilización de hoy. «Tenemos que salir a la calle para denunciar la injusticia que ha supuesto que esta situación la hayan generado otras personas y la estemos pagando los trabajadores y que va a suponer un importante palo para el tejido industrial de Sakana. El tema está en la sociedad y nosotros no nos podemos quedar en casa sin más, como si no importase, hay que defender nuestros puestos de trabajo», reivindica.

Pan para hoy y...

Menos tiempo llevaba en la plantilla Arantza Martiartu, apenas un año, quien también decidió darle un giro a su trayectoria laboral pidiendo una excedencia en su anterior trabajo y con «expectativas ilusionantes», sobre todo a raíz del anuncio de la llegada de Volvo, que se fue al traste a comienzos de julio. «Fue un palo, pero era algo que se veía venir por la falta de organización y logística», coincide con sus compañeros.

Ella misma sufrió los vaivenes de una errática gestión, que le llevó a trabajar en un principio en Sunsundegui, pasar posteriormente a Volvo y tener que regresar de nuevo a Sunsundegui. «Vino una persona de Polonia para enseñarnos todo el proceso, que era mucho más ergonómico, con herramientas y materiales adecuados, pero en naves antiguas y pésimas, con amianto, y trabajos que eran incompatibles, como el tapizado y la carpintería», detalla. En su vuelta al puesto original, la misma historia de siempre. «Falta de material y herramienta, además de mala organización», rememora.

Arantza Martiartu apenas llevaba un año trabajando en Sunsundegui. (Iñigo URIZ | FOKU)

Así las cosas, Martiartu recuerda que aquello era «pan para hoy y hambre para mañana», consecuencia de la mala gestión, pero incluye también un matiz de autocrítica. «Había compañeros que metían horas los sábados y puentes, adelantando un trabajo que correspondía a días siguientes, en los que estábamos de brazos cruzados por ello, algo que también encarecía el producto», describe. Aunque reconoce que esta ha sido su primera experiencia en una empresa grande, confía en que se acabe llegando a alguna solución de entre las posibilidades que está sondeando el Gobierno de Nafarroa y que hizo públicas esta misma semana el consejero de Desarrollo Económico y Empresarial, Mikel Irujo.

A una mala queda el colchón del desempleo –la empresa no tiene deudas con los trabajadores–, pero describe que existen situaciones complicadas. «Hay casos en los que hasta dos y tres miembros de una misma unidad familiar trabajan en la fábrica, aparte de que este cierre va a provocar una pérdida importante del tejido industrial de Sakana, pues hay varias empresas suministradoras que también se van a ver obligadas a cerrar», ahonda.

Afección sobre Sakana

Esa repercusión negativa en toda una comarca la siente de manera especialmente directa Iñaki Claver, vecino de Altasu. Coexistiendo con los avatares de Sunsundegui desde pequeño –su aita también trabajó en la fábrica–, entró hace una década en la plantilla. «Siempre he conocido problemas organizativos, todos los años el director general intentaba sacarse un as de la manga a cambio de exigir más horas a los trabajadores, con muchas faltas de material que dejaban los autobuses a medio terminar y encareciendo el resultado final», expone

Ejerciendo de encargado durante estos dos últimos años, también es de la opinión de que la operación con Volvo era imposible de llevar a cabo. «Se pretendía duplicar la producción, pasar de dos autobuses, que ya era complicado, a cuatro, con las mismas condiciones. A nadie nos pilló de sorpresa que eso se viniese abajo», apunta. Y considera que debía haberse ejecutado antes el ERTE, cuando la carga de trabajo descendió notablemente, «para ahorrar un dinero muy necesario y para no generar un agujero tan grande».

Admite que le dolería «muchísimo» que la empresa acabase cerrando, no solo por la afección directa que supondría, sino también «por la repercusión que tendrá en las pequeñas empresas de la zona que se encargan del suministro de Sunsundegui». Su optimismo respecto a una resolución positiva ha ido decreciendo a medida que han transcurrido los días, pero no pierde la esperanza de que todo llegue a buen puerto, aunque habrá que pelearlo. Por eso considera que es muy necesario que la manifestación cuente con el máximo apoyo posible de la ciudadanía, pues «está en juego el futuro industrial de nuestra comarca».