One Club Man, One Club ‘Zio’
Beppe Bergomi recibirá este miércoles en San Mamés el premio por una carrera comprometida totalmente con el Inter de Milán, el equipo de su vida. Este es un retrato por parte de un hincha del Milán, rival máximo, que sin embargo ha tenido siempre el máximo respeto hacia él.
Los que me conocen saben que soy milanista, un hincha, un rossonero. Para los de mi edad, cuarentones o así, los mitos son Baresi, Maldini y otros que no han sido ‘One club man’ pero que han marcado la historia del calcio, desde Savicevic a Shevchenko, de Pirlo a Van Basten.
Al otro lado de «la frontera», al otro lado del Naviglio como decimos, en la ciudad de Milán existe el Inter, mejor dicho el Internazionale. Las relaciones entre los dos equipos al final se han mantenido siempre cordiales, por encima de los chistes y burlas el lunes después de los partidos, en el bar o en el trabajo. Y el símbolo del Inter en toda mi infancia e incluso adolescencia era ‘Lo Zio’ Bergomi.
Su verdadero nombre es Giuseppe, Beppe para todos, y va a recibir en San Mamés este miércoles un más que merecido premio ‘One club man’, por toda una vida, futbolísticamente hablando en la ‘Beneamata’. Un rival, el capitán de los rivales, y aun así, una figura casi familiar.
Tío Bergomi
Probablemente Beppe, hoy día estimado comentarista técnico de los partidos de la Serie A en la televisión, en algún punto de su carné de identidad tenga anotado: «La gente me conoce como Lo Zio».
Cuando Marini vio a este chaval entrenarse por primera vez, le dijo: «¿Y tú tienes 17 años? ¡Pero si te pareces a mi tío!»
Lo Zio, es decir, ‘El Tío’, en el sentido de hermano de la madre o del padre. Este mote, sinceramente perfecto, se lo debemos a Giampiero Marini, compañero en el Inter y luego en la selección, que en 1981, cuando vio a este chaval entrenarse con el equipo por primera vez, le dijo: «¿Y tú tienes 17 años? ¡Pero si te pareces a mi tío!». Marini, que a su vez tenía un seudónimo estupendo, por culpa de su nariz: ‘Pinna’, o sea ‘Aleta’, como la del tiburón. No existía el body shaming, sobra decirlo.
Ciertamente aquel bigote grueso, y las cejas también bastante «evidentes», daban al joven Giuseppe un tono de mayor. Pero en realidad Beppe era un chaval simple, huérfano de padre con apenas 16 años, nacido en un pueblo al sur de Milán, tirando ya hacia la campaña, la llanura y la mítica Bassa: un pueblo llamado Settala.
Un chico que estaba listo muy pronto pero fue descartado por el Milán (al revés ocurrió con Franco Baresi) y quedó enseguida en el punto de mira de los observadores del Inter, cuando no existían algoritmos o videos de recomendación y había que ver la potencial cantera desde cerca, a pie de césped o de arena.
Y así llegó, con número en la espalda, el 2, que caracterizaría a Bergomi desde su primer día con los nerazzurri hasta su retirada: veinte temporadas, 757 partidos, 28 goles y el brazalete de capitán, sobre todo. Un jugador que ha sido la quinta esencia del estilo defensivo italiano: veloz, listo, adaptable.
El «ragazzo» del Naranjito
‘Lo Zio’ es más aún que un emblema del Inter: también uno de los rostros más destacados en la historia de la selección azzurra. Bergomi ha jugado cuatro veces la Copa del Mundo y, además, ¡sin haber jugado un solo partido de clasificación!
Aunque parezca increíble, Bergomi ha jugado cuatro veces los Mundiales, y perdiendo solo un partido, ¡sin haber jugado un solo encuentro de clasificación!
¿Cómo pudo ocurrir? La razón es simple de entender, aunque producto de varios azares concatenados. En 1982 fue convocado por primera vez justo para uno de los últimos amistosos antes del Mundial, en 1986 Italia no tuvo que ganarse el puesto al haber sido Italia la campeona, en 1990 el Belpaese organizó la Copa por lo que quedó clasificada de oficio, y finalmente en 1998 –como había ocurrido 16 años antes– fue «repescado» justo en la víspera del torneo en Francia, después de un largo periodo de olvido. No estuvo en 1994 porque el seleccionador de aquel entonces, Arrigo Sacchi, no veía adecuado a un defensa old style como Bergomi.
En esos cuatro Mundiales ‘Lo Zio’ ha perdido un solo partido de los 16 que ha jugado, el de octavos de final contra Francia en 1986, cuando una Italia en plena decadencia tuvo que abdicar por 2-0. Por lo demás, como mucho ha sido derrotado en los penaltis, en 1990 contra Argentina y en 1998 contra Francia, otra vez. Pero en los 90 ó 120 minutos reglamentarios, nunca perdió.
Empezando por su debut en un Mundial, en un partido que para los italianos es «El Partido», aquel Italia-Brasil el 5 de julio de 1982 en el estadio Sarriá de Barcelona, un 3-2 contra todo pronóstico para los azzurri con hat-trick de Paolo Rossi. Corre el minuto 34, se lesiona el titular Fulvio Collovati y el seleccionador Enzo Bearzot, sin dudarlo, se gira hacia el banquillo: «Ragazzo, scaldati».
El ragazzo, el chaval, es Bergomi. Otros defensas son más expertos, pero no, la confianza de Bearzot en él resulta total. Beppe tiene que calentar de prisa y saltar al campo para marcar a Serginho, el delantero centro de Brasil, el único no muy dotado técnicamente de aquel equipo de superestrellas (Zico, Falcao, Socrates, Cerezo, Eder). Está tan desorientado que no consigue atar selos cordones de sus zapatos, hay una imagen de Cabrini corriendo hacia él y darle una pequeña torta para espabilarlo.
El caso es que Bergomi, con sus poco más de 18 años, tiene que atrincherarse con sus compañeros contra uno de los mejores Brasiles de la historia. Mientras Gentile sacude a Zico como ya había hecho en el partido anterior del Mundial con Maradona, Oriali se ocupa de Eder y a Beppe le dicen solamente una cosa: «Que Serginho no se gire». Aquel delantero centro, exuberante físicamente, era la pared para que todos los demás pudiesen entrar a placer entre las defensas rivales: el 1-1 de Socrates había sido exactamente así.
En 1982 salió del banquillo para anular primero a Serginho, el tanque de Brasil. Luego lo hizo con Lato y en la final con Rummenigge
Y Bergomi ¿qué hace? Cancela a Serginho, lo anula en el campo. Suena fácil, ¿no? ¿Y para el siguiente partido, la semifinal contra Polonia? Lo mismo, pero cesta vez con Lato, «perro viejo» del área chica. En un crescendo impresionante, acaba en la final como titular y le toca enfrente ni más ni menos que Rummenigge, uno de los mejores delanteros de Europa, dos veces Balón de Oro en 1980 y 1981: su futuro compañero de equipo en el Inter acabará también anulado.
Fuera de moda pero fundamental
Aquello era el estilo italiano, una defensa asfixiante, las marcas al hombre y el contrataque. Siguiendo con la final del Mundial del ‘Naranjito’, en 1982, el 2-0 de Tardelli es todavía hoy un manifiesto del calcio, un poco del catenaccio también. Recuperación del balón en área propia por parte de los azzurri y contra rápida hasta que en el área alemana se encuentran dos defensas, Scirea y el mismo Bergomi, pasándose el balón hasta de tacón. Cuando Beppe ya no sabe qué hacer, sirve a Tardelli en el balcón del área, que con un zurdazo anota... y lo demás es historia.
Capitán en la Copa del Mundo de 1990, fue muy curiosa la manera con la cual volvió a vestir la camiseta azzurra en 1998, después de siete años de ausencia. Con el cambio radical del fútbol, la defensa zonal en vez de las marcas al hombre, todos los Bergomi habían pasado de moda a pesar de ser titulares en sus equipos.
Con la defensa en zona todos los Bergomi habían pasado de moda, pero aun así llegó al Mundial 1998 y acabó liderando la zaga
Beppe había protagonizado una temporada excelente con el Inter de Ronaldo, «el Fenómeno», solamente una persona podía seleccionar a ‘Lo Zio’, uno de los pocos entrenadores de la vieja escuela: Cesare Maldini, que en 1982 había sido el segundo de Bearzot. Convocado de este modo para Francia 1998, aprovechó una grave lesión de Nesta en el tercer partido contra Austria para volver a pisar la cancha, ejerciendo de líbero. Y fue como si nada hubiese pasado, siempre liderando la defensa, ahora como hombre de enorme experiencia, y no como ragazzo: mucho más ‘Zio’ que anteriormente, pero siempre ‘Lo Zio’.