La apuesta de Emmanuel Macron por el derechista Michel Barnier se ha convertido en un rotundo fracaso que salpica muy directamente al presidente de la República. Barnier ha caído, o más bien se ha dejado caer, en moción de censura este miércoles, después de que el lunes sentenciara su impotencia aprobando las cuentas por decreto. Ello ha terminado de sumar los votos más dispares este miércoles en la Asamblea Nacional, para desalojarlo del cargo. La moción de censura ha sido aprobada en torno a las 20.30, tras cuatro horas y media de discusión y votación.
El resultado ha sido, además, muy contundente: la censura presentada por el Nuevo Frente Popular ha obtenido 331 votos procedentes de la izquierda y la extrema derecha, cuando le bastaban con 288. Las expectativas de Barnier de que hubiera algún tipo de disidencia en alguna formación, sobre todo el PS, se han estrellado con la realidad.
Macron se ve abocado ahora a buscar otro jefe de gobierno y a reevaluar su negativa a colocar en el puesto a una figura acorde al resultado electoral de julio. Todo ello entre críticas cada vez más agudas a su actuación, ante las que el mandatario, de visita oficial en Arabia Saudí este martes, ha dicho que no claudicará y agotará su segundo mandato.
La censura ha salido adelante de modo aplastante, con 43 votos más de los que eran necesarios
El debate ha sido abierto por diputado izquierdista Éric Coquerel, presidente de la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional francesa, que ha calificado de «ilegítimo» a Barnier y declarado que «la mayoría del pueblo francés» aprueba su destitución.
«Su fracaso estaba anunciado y ha sido estrepitoso», ha afirmado Coquerel, de La Francia Insumisa (LFI). Ha considerado que el verdadero responsable de esta situación es Macron, al que ha acusado de negarse a asumir que está en minoría.
El diputado de LFI ha afeado también a Barnier que, para tratar de evitar su caída, se haya tratado de alinear con la extrema derecha de Marine Le Pen y con sus valores. Lo tilda de «insulto» a los votantes ya que es justo lo contrario de lo que habían expresado en las urnas en las elecciones legislativas anticipadas de julio pasado, cuando hubo una fuerte movilización para frenar lo que parecía una victoria asegurada del partido de Le Pen Agrupación Nacional (RN).
En esa línea ha abundado también el diputado Boris Vallaud, jefe del grupo del Partido Socialista (PS) en la Cámara baja, cuyo bloque es aliado del resto de fuerzas de la izquierda en la coalición del Nuevo Frente Popular (NFP).
El dirigente del PS ha subrayado que Barnier ha fracasado y que «en ningún momento ha entrado en diálogo con la oposición de la izquierda», como sí lo ha hecho con la extrema derecha de Le Pen.
Tras la votación, Mathilde Panot, portavoz del grupo de LFI ha reclamado que Macron deje el puesto de presidente de la República.
Le Pen: «Caos sería no acabar con este gobierno»
La izquierda no ha apoyado la moción de censura de la ultraderecha, pero esta sí lo ha hecho con la del NFP. La líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, así lo ha confirmado en su intervención con el objetivo de acabar «con un Gobierno de apariencias» que ha querido «prolongar las políticas» de Macron con «intransigencia, dogmatismo y sectarismo ha impedido la más mínima concesión».
«La política del caos sería no acabar con este Gobierno», ha asegurado ante el pleno.
La líder ultraderechista ha acusado al primer ministro de apoyarse en las mismas recetas que Macron ,«desautorizadas en las urnas» en las pasadas elecciones legislativas, lo que le convirtió en «un Gobierno desprovisto de bases democráticas».
Aunque Barnier ha accedido a muchas de las exigencias de la ultraderecha, Le Pen le ha reprochado que no haya pasado por el aro en cuestiones relacioinadas con inmigración, seguridad y«protección del poder adquisitivo».
«Este presupuesto [por el aprobado por decreto el lunes] va contra los franceses, sobre todo los más débiles, los que tienen una pequeña pensión, los enfermos, los trabajadores pobres, esos considerados demasiado ricos para ser ayudados y no lo suficientemente pobres como para ahorrarles la apisonadora fiscal», ha dicho.
Le Pen ha acusado a Macron de la situación delicada en la que se encuentra el país, pero no ha pedido su dimisión: «Solo él puede concluir si puede mantenerse, si puede seguir sacrificando la suerte de los franceses por su propio orgullo y seguir afrontando el despecho de los franceses».
Barnier: «El problema no desaparecerá»
Por su parte, el ya ex primer ministro, Michel Barnier, ha basado su discurso en la tesis de que el país «atraviesa una realidad económica difícil, que no desaparecerá con una moción de censura».
Más duro incluso ha sido, desde las filas macronistas, el también exjefe de gobierno Gabriel Attal, para quienes los detractores de Barnier «cometen un error ante la historia».