Natxo Matxin
Redactor, con experiencia en información deportiva

Medio siglo de cuando Bera se convirtió en el epicentro del ciclocross mundial

El 24 de febrero de 1974, Bera acogió la disputa del Mundial de Ciclocross. Medio siglo después, la localidad navarra conmemora dicho histórico hito deportivo. NAIZ ha tenido el placer de charlar con algunos de los protagonistas que se afanaron en su organización.

Imagen de la salida de la prueba de profesionales del Mundial de 1974.
Imagen de la salida de la prueba de profesionales del Mundial de 1974. (Gure Txokoa)

Han pasado cinco décadas, pero en Bera todavía se recuerda con cariño cómo sus vecinos se emplearon a fondo para organizar un evento deportivo de talla internacional. Fue el 24 de febrero de 1974, con la disputa del Mundial de Ciclocross, una modalidad de gran tradición en la localidad navarra.

Todo se cocinó a través de Gure Txokoa, entidad local impulsora de diverso tipo de actividades socioculturales y deportivas, cuyo origen casualmente también se data en un 24 de febrero, pero de 1931. Sin embargo, fue necesario todo un gran auzolan para llevar a buen puerto el desarrollo de la prueba, confirmando el tradicional carácter solidario de un pueblo que no llegaba a los tres mil habitantes.

¿Y cómo una población tan pequeña obtuvo la posibilidad de impulsar un acontecimiento de tanto calado? «Pues porque para aquel entonces Bera ya había acogido campeonatos estatales, uno poco antes del Mundial, demostrando su solvente capacidad organizativa», explica Rosa Errandonea, que se encargaba de tareas administrativas en Gure Txokoa por aquella época.

La mediación de la Federación Guipuzcoana de Ciclismo resultó clave para que Bera fuese designada como sede, aunque el entonces presidente de la estatal, Luis Puig, se descolgase con unas declaraciones en las que aseguraba desconocer la existencia y ubicación de dicha localidad. Finalizada la carrera, tuvo que rendirse al éxito organizativo, fruto de la desinteresada colaboración vecinal.

Y es que, aparte de las numerosas gestiones previas que se debieron realizar antes de aquel 24 de febrero de 1974, el día de la prueba aportaron su trabajo medio millar de beratarras en las más variadas tareas. De todos ellos, Errandonea destaca el importante papel que ejercieron un buen número de socios de Gure Txokoa –la mayoría de ellos ya fallecidos–, caso de Juan Enrique Abril (en aquel momento, presidente), Inato Irazoki, José Mari Gainza, Javier y José Luis Lasarte, Enrique Irazoki, Ángel Urtxegi, Matías Irazoki, Juanma Matxiarena, Ramón Berasain, Carlos Pombar, Ixa Ordóñez y José Mari Telletxea.

Viaje a Londres

Diferentes comisiones se pusieron manos a la obra meses atrás para ultimar hasta el más mínimo detalle y hacer frente a los imprevistos que surgieron sobre la marcha. Incluso una delegación viajó hasta Londres con antelación para profundizar en algunos pormenores organizativos y publicitar la carrera en ámbitos especializados. El pueblo se volcó por completo y cada habitante aportó su granito de arena, en función de sus posibilidades.

Así, José Mari Irazoki, que para la cita se encargó de la responsabilidad de los aparcamientos y posteriormente fue elegido presidente de Gure Txokoa, recuerda cómo por ejemplo los músicos de la localidad contribuyeron con cuantos equipos de sonido disponían, que se utilizaron para las labores de megafonía.

Y también que se activaron dispositivos pioneros para un acto de estas características. «Diseñamos autobuses lanzadera desde la zona de los parkings para acceder al pueblo y al recorrido, algo que por aquella época era totalmente novedoso y por lo que nos felicitaron», rememora.

Hubo quien incluso cooperó cediendo una vivienda de reciente construcción. «La UCI nos obligó a que el control antidoping fuese en la línea de meta y un vecino nos cedió su casa sin estrenar. Algún federativo llegó a comentar que era una pena cómo estaban dejando el local los ciclistas cargados de barro», menciona Errandonea como una de las muchas anécdotas que ocurrieron aquel día.

Jueces del Mundial de Ciclocross de 1974 posan junto a la oficina permanente de la prueba. (Gure Txokoa)

Irazoki añade otra curiosidad que refuerza la colaboración ciudadana de ese día. «El circuito atravesaba un camino particular de un caserío de mucho interés etnográfico, por el que se accedía a varios campos de diferentes dueños. Nadie puso ninguna pega a que transitase por ahí la carrera».

La jornada fue todo un éxito. Según la prensa de la época, entre 20.000 y 25.000 espectadores vivieron en directo una carrera en la que compitieron ciclistas profesionales de seis países y aficionados de otros catorce –en total 78 corredores inscritos–, con un recorrido de 23,800 kilómetros, de los cuales los técnicos de la UCI modificaron 200 metros por considerarlos impracticables.

La notoriedad que alcanzó Bera con semejante evento derivó en varios galardones que premiaron la labor de Gure Txokoa. Así, la asociación de periodistas deportivos lo consideró el mejor club del año, pero el mayor reconocimiento se tradujo en algo palpable y material que repercutió en la mejora de las instalaciones de la villa.

En concreto, el Gobierno español tenía previsto en 1975 invertir en cinco infraestructuras deportivas distribuidas por diferentes comarcas de Nafarroa y un representante de dicha institución llegó a entrevistarse con miembros de la sociedad beratarra y el Ayuntamiento para interesarse por el balance final a la conclusión del Mundial, tal y como relata Irazoki.

En dicho encuentro se le trasladó que el resultado económico no había generado beneficio económico alguno, por lo que se decidió compensar a la localidad con una inyección financiera que permitió construir un campo de fútbol con su pista de atletismo adyacente.

Experiencia demostrada

La historia organizativa de Gure Txokoa se inicia en 1947 cuando impulsa la primera carrera, entonces denominada ciclopedestre, con premios tan singulares como un cordero y botellas de licores. La iniciativa se asienta y se convierte en tradición, celebrándose en fechas coincidentes o cercanas al Día de Reyes, contando en algunas ocasiones con la presencia del seleccionador estatal de turno.

La sociedad da un salto y promueve un Criterium Vasconavarro a partir de 1964, mientras que al año siguiente consigue que Bera acoja su primer campeonato estatal. Ya en 1972, desarrolla un Criterium Internacional, en cuyas sucesivas ediciones llegan a participar figuras de la talla de Bernard Hinault y Luis Ocaña, y el 7 de febrero de 1974, un par de semanas antes del Mundial, se encarga de un nuevo campeonato estatal.

Integrantes de la primera junta directiva de la sociedad Gure Txokoa, constituida el 24 de febrero de 1931

El desgaste provocado por la cita mundialista genera un periodo de altibajos en Gure Txokoa, que da lugar a una escisión de la que surge el Club Ciclista Beratarra, quien se ocupa en los años ochenta de organizar varias carreras de ciclocross, entre ellas el que sería el tercer campeonato estatal disputado en la localidad navarra, concretamente en 1984.

Iniciado el nuevo siglo, Gure Txokoa retoma su actividad promotora, aunque ya con pruebas de menor nivel. «Nuestra sociedad es como el Bidasoa, cuyas aguas descienden mansas hasta convertirse de repente en bravas. Hemos tenido momentos de trabajo conjunto y también fases convulsas», admite Irazoki.

Exposición y mesa redonda

Antes de que finalice el año y, por tanto, el aniversario, a partir de este pasado viernes se puede disfrutar en Kultur Etxea de Bera de una exposición que se prolongará por espacio de un mes en la que se exhibe material gráfico y de diverso tipo sobre aquel Mundial y la trayectoria del ciclocross en la localidad. Fotografías, recortes de prensa, maillots, gorras, trofeos y un libro de firmas, entre otros objetos, componen una muestra que pretende recordar un pasado deportivo glorioso.

Además, el próximo 3 de enero se celebrará una mesa redonda, en la que está previsto que tomen parte exciclistas que corrieron en su momento dichas pruebas, así como quienes se encargaron de su organización.

Por cierto, los flamencos Albert van Damme –superando al favorito Roger de Vlaeminck– y Robert Vermeire se proclamaron campeones mundiales el 24 de febrero de 1974 en las categorías de profesionales y aficionados, respectivamente, pero quienes realmente ganaron aquel día fueron los vecinos de Bera demostrando que el trabajo en equipo permite alcanzar grandes retos incluso para los más pequeños.