Los integrantes del Gobierno nombrado por el primer ministro francés, François Bayrou, han asumido este martes sus cargos reconociendo que la situación política es muy inestable y que precisarán de alianzas para no correr la misma suerte que el efímero Ejecutivo precedente.
«Se abre una nueva página. Esta apela a la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros para encontrar el camino hacia la estabilidad institucional», ha admitido la que será la número dos de Bayrou, la ex primera ministra macronista Élisabeth Borne, en el traspaso de poderes del Ministerio de Educación, que ella liderará.
El contexto es «particular y grave», ha apuntado también, y ha defendido la importancia del llamado bloque central -al que pertenecen tanto Borne como Bayrou- en el intento de construir mayorías en una Asamblea Nacional «más dividida que nunca».
Borne y Valls han subrayado la dificultad e inestabilidad de la situación al tomar sus cargos este martes
«No ignoro que la situación política es inestable, difícil y arriesgada. Razón de más para haber aceptado esta bella misión», ha señalado por su parte Manuel Valls, quien fue primer ministro de François Hollande y ahora número tres del Gobierno de Bayrou, al asumir este martes la cartera de Ultramar.
La elección de Valls, exsocialista que apoyó a Macron en 2017 y después trasladó brevemente su carrera política al Ayuntamiento de Barcelona (la ciudad donde nació), fue una de las pocas sorpresas de calado en el Gobierno que se anunció la víspera, por lo demás continuista y apoyado en pesos pesados del macronismo y de la derecha conservadora.
Aunque Bayrou, nombrado hace once días, intentó sin éxito abrirse un poco hacia la izquierda moderada (concretamente el Partido Socialista), su Gobierno cuenta con unos cimientos tan poco sólidos como el del conservador Michel Barnier.
El exnegociador europeo del Brexit era prisionero de los votos de la extrema derecha de Marine Le Pen para sobrevivir y, en solo tres meses, cayó por una moción de censura con su primera gran prueba de fuego: la elaboración de unos presupuestos de austeridad para 2025.
Las bazas de Bayrou, a priori, son las mismas, pero la clase política francesa tiene que lidiar con la actual configuración de la Asamblea Nacional al menos hasta el verano, ya que constitucionalmente no es posible repetir las elecciones legislativas antes del plazo de un año.
Tras conocer la composición del gobierno, la cúpula del PS, en quien confía Bayrou, ha rechazado el camino emprendido por el primer ministro, recalcando que, a pesar de las reuniones mantenidas, ha elegido depender del campo de Le Pen en vez de negociar concesiones con los bloques de la izquierda.
«Comete el mismo error que Michel Barnier», ha asegurado el primer secretario socialista, Olivier Faure, en una entrevista con la cadena BFMTV.
«Corresponde a Bayrou entender que, si no hay cambio de rumbo, habrá moción de censura», ha afirmado, aunque se reservó abundar en ello hasta que el primer ministro explique cuáles serán sus prioridades y métodos el 14 de enero, fecha prevista del discurso de política general ante la Asamblea General.
«Provocación» para parte de la izquierda
La izquierda también ha repudiado en general, e incluso tachado de provocación, la inclusión de Valls en el Ejecutivo, considerado un desertor por buena parte del progresismo, con lo que es poco probable que su figura sirva para tender puentes.
Es un caso parecido, aunque con un perfil más bajo, al de François Rebsamen -también exministro de Hollande distanciado de la actual dirección socialista-, que se encargará de la cartera de Política Territorial y Descentralización.
La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon ya anunció una moción de censura tras conocer la designación como primer ministro de Bayrou, por lo que en este caso la composición del gobierno no cambia nada.
Le Pen también presiona
Con el rechazo de la izquierda, las llaves de la supervivencia del gobierno recaen de nuevo en Le Pen, cuyo partido también recibió con duras críticas los nombres elegidos por Bayrou para acompañarle en el Gobierno.
«Los franceses no esperaban gran cosa del nombramiento de un Gobierno que, como su predecesor, se basa en una manifiesta falta de legitimidad y en una mayoría que no se encuentra (...) Tendrá que cambiar sus métodos, escuchar a sus oponentes y construir un presupuesto que tenga en cuenta las opciones expresadas en las urnas», ha avisado la líder de la ultraderecha en la red X.
Más dura ha sido su mano derecha, Jordan Bardella, quien ha hablado directamente de una «coalición del fracaso».