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Elkarrizketa
Edward Berger
Cineasta

«Dudar, lejos de ser un error, es una fortaleza»

Nacido en Wolfsburgo, labró una importante carrera como director trabajando para la televisión alemana. Su película ‘Sin novedad en el frente’ (2022) ganó el Oscar a la Mejor película Internacional. Su nuevo film, ‘Cónclave’ suena fuerte como para las nominaciones de este año.

El cineasta Edward Berger.
El cineasta Edward Berger. (Jon URBE | FOKU)

Presentada en la última edición de Zinemaldia y con el protagonismo de un imponente Ralph Fiennes cuya nominación al Oscar de mejor actor casi se da por hecha, ‘Cónclave’ es un poderoso thriller donde se reflejan las intrigas inherentes al ejercicio del poder y que se sostiene sobre el debate entre evolución o inmovilismo que actualmente sacude las jerarquías vaticanas.

¿Después del gran éxito de ‘Sin novedad en el frente’, muchos andaban expectantes acerca de cuál sería su siguiente paso y usted ha optado por este thriller vaticano que adapta la novela de Robert Harris. ¿Qué le cautivó de ella?

Yo me enganché a este proyecto por la fascinación que siento hacia el trabajo de Peter Straughan, que me parece que es uno de los mejores guionistas de la actualidad. Sus guiones son realmente buenos más allá de la trama, pues en su desarrollo siempre hay una segunda capa que ofrece una lectura mucho más profunda. Así que cuando me llegó el guion de ‘Cónclave’ con la firma de Peter Straughan, me entregué a su lectura. Y ahí pude ver que, bajo esa apariencia de thriller, hablaba de temas realmente trascendentes, como la duda y el sentido de la responsabilidad. Fue eso lo que me atrajo. Ni siquiera conocía la novela de Robert Harris, la leí a posteriori. Fue la brillantez del guion de Peter lo que me animó, en esta ocasión, a ponerme tras la cámara.

«El cónclave es solo un contexto, de lo que realmente hablamos es de un grupo de personas que sucumben a sus ambiciones y a la erótica del poder»

Aparte de hablar sobre la duda, ¿hasta qué punto piensa que ‘Cónclave’ es una película sobre el ejercicio del poder?

Lo es. Para mí el cónclave es solo un contexto, de lo que realmente estamos hablando es de un grupo de personas que sucumben a sus propias ambiciones y a la erótica del poder. Es un tema bastante universal, esta misma historia la podríamos situar en cualquier otro escenario y funcionaria igual. Esos juegos de intereses se dan no solo en la Iglesia, también en la política. Por ejemplo, cuando Nancy Pelosi promocionó a Kamala Harris como su sustituta natural fue un movimiento propio de un cónclave. También es algo muy común en el mundo de la empresa.

Pienso, por ejemplo, en Sam Altman o en Steve Jobs, que fueron expulsados de la dirección de las empresas que ellos mismos habían contribuido a crear y que, después de mover los hilos adecuados, consiguieron volver a hacerse con el control de las mismas. Al final, es siempre lo mismo, da igual que estos hombres vistan de traje y corbata o con la púrpura cardenalicia. Quizá, en el caso de los cardenales, lo que puede llegar a resultar fascinante es que son figuras de las que sabemos muy poco. Sus intrigas tienen lugar a puerta cerrada y, dado que todos los cineastas somos un poco ‘voyeurs’, a mí me fascinaba echar un ojo a lo que ocurre detrás de esas puertas (risas).

En todo caso, se trata de una manera de ejercer el poder totalmente patriarcal. De hecho, el colegio cardenalicio acaso sea una de las representaciones más arcaicas de patriarcado.

Sí, por eso me interesaba potenciar el contrapunto que ofrece el personaje de la monja que interpreta Isabella Rossellini. Ella es una observadora silenciosa de todo lo que se cuece en el cónclave. Aparentemente se trata de alguien que permanece en segundo plano y que adopta una actitud silenciosa, una mujer condenada a observar, callar y servir a los hombres. Pero, a través de su mirada, podemos inferir muchos de los secretos que tienen lugar ahí. Pero sí, se trata de un personaje con un rol aparentemente pasivo que refleja el papel que la Iglesia ha venido reservando a las mujeres. Afortunadamente, en nuestras sociedades el papel de las mujeres ha ido cambiando, no mucho, pero algo hemos evolucionado en este sentido. No así la Iglesia, que en el ejercicio de su poder sigue siendo una institución anticuada.

(Jon URBE | FOKU)

No obstante, el final de la película abre una puerta a la esperanza con ese cardenal de sexualidad ambigua que encarna, en cierto modo, una promesa de cambio…

Bueno, no me gustaría desvelar muchas cosas sobre la trama de la película, pero para mí ese personaje que comentas es interesante en la medida en que, a través de él, podemos intuir una posibilidad real de romper con esas jerarquías patriarcales que lastran el funcionamiento de la Iglesia. Ese personaje encarna una promesa de cambio porque la tesis de la película, más allá de los diversos giros argumentales que propone, es clara: o asumes las derivas de una nueva realidad social u optas por mantenerte replegado sobre ti mismo ignorando todo aquello que te rodea, lo que inevitablemente te conduce a volver a la Edad Media. Las dudas que mantiene el personaje de Ralph Fiennes tienen que ver justamente con eso.

Más allá de estas consideraciones, lo cierto es que, a nivel estético, usted como cineasta logra sacar mucho partido visual a toda esa parafernalia en la que basa su autoridad la iglesia católica.

Siempre me ha fascinado la capacidad de la iglesia católica para crear imágenes pensadas para proyectar, a través de ellas, todo el poder y la grandeza de la propia institución. Yo me crie en la fe protestante, donde todo es rigor y austeridad. A los diez años acompañé a un amigo a una misa católica y aún recuerdo el impacto que me causó todo aquello, el olor a incienso, la inmensidad del templo, los colores de las vidrieras, la pompa del ceremonial, el arrodillarte, el levantarte y el sentarte… Me pareció una experiencia mucho más excitante para los sentidos que la liturgia protestante. Y luego, como te decía antes, creo que saben muy bien como servirse de las imágenes para crear su propia mística, para perpetuar ese halo de misterio que envuelve rituales como el del propio cónclave… Como cineasta, sentí que necesitaba capturar esos rituales y el peso que tiene en ellos la imaginería católica.

Volviendo al tema de la duda, me resulta muy poderosa esa homilía donde el personaje de Ralph Fiennes manifiesta: «La certeza es el gran enemigo de la de la tolerancia. Que Dios nos conceda un Papa que dude». ¿Para un cineasta la duda también representa un mejor punto de partida que las certezas?

Totalmente. No conozco a ningún cineasta cuyo trabajo no esté impulsado por la duda. Cada vez que te pones detrás de la cámara te enfrentas a una serie de dilemas. Piensas ¿realmente soy la persona indicada para contar esta historia? ¿Por qué la estoy contando? ¿En qué medida me concierne? ¿Cómo puedo contarla? ¿Es mejor hacerlos de esta manera o de esta otra? Estás cuestionándote permanentemente tu trabajo. Yo, al menos, lo hago así. Cuando empecé a hacer películas, pensé que afrontar todas esas preguntas denotaba inseguridad, que un director de cine está obligado a tomar decisiones rápidas y que el resto de miembros del equipo lo que esperan de ti es que les digas ‘esto tiene que ser así’. Pero enseguida me di cuenta de que eso es una tontería, que dudar, lejos de ser un error, es una fortaleza. Cuando diriges a un grupo humano es imposible estar seguro al cien por cien de tus decisiones, como mucho puedes trabajar para intentar estar seguro a un 51%, el resto es imprevisible. Ahí radica la magia del cine y de cualquier trabajo creativo, en que tienes que enfrentarte constantemente a escenarios que no puedes controlar y que pueden modificar el plan de viaje previsto. Muchas veces no consigues llegar a tu destino, incluso cuando crees que has llegado, luego al público no le gusta lo que has hecho, lo cual no hace sino generarte nuevas dudas. Pero lejos de preocuparme, a mi todo eso me resulta muy estimulante.

«La tesis de la película es clara: o asumes las derivas de una nueva realidad social u optas por mantenerte replegado sobre ti mismo ignorando todo aquello que te rodea»

Una de las cosas que más llama la atención de una película como ‘Cónclave’ es cómo convierte la palabra en elemento de acción, algo poco habitual en el cine de hoy.

Bueno, ahí radica parte del encanto que atesoraba el guion y que me hizo decidirme a rodar esta película. Era un gran desafío, sobre todo después de una película como ‘Sin novedad en el frente’, donde había tan pocos diálogos. Así que cuando me llegó el guion de Peter Straughan, de repente pensé ‘esto me va a llevar a un lugar totalmente nuevo para mí’. Era un reto buscar el modo de filmar todos esos diálogos, manteniendo, a través de ellos, la tensión de la trama. Eso me condujo, nuevamente, a un escenario de duda, porque pensé ‘igual esto puede que al espectador le resulte aburrido’. Cuando llevas ocho semanas filmando a actores hablando y repites tomas hasta veinte veces, sientes que ahí hay un exceso de diálogo, que todo puede llegar a resultar farragoso. Pero en seguida pensé: ‘Espera un momento, ¿no fueron estos diálogos los que hicieron que te enamorases de este guion? No, esto no va a resultar aburrido a menos que tú como director no sepas darle al relato el ritmo que requiere, así que la pelota está en tu tejado’.

¿Hasta qué punto la repercusión alcanzada con su anterior largometraje, ‘Sin novedad en el frente’ no contribuyó también a generarle esas dudas? Porque el éxito, me imagino, que es algo también difícil de gestionar.

Puede serlo, por eso es importante que te plantees tu trayectoria profesional como si fuese una especie de carrera de fondo. No tiene sentido preguntarte ‘¿he tocado techo con esta película?’, porque después vas a tener que rodar otra, así que ese tipo de cuestiones no ayudan a progresar. Además, el éxito es algo coyuntural. Probablemente muchas de mis películas futuras no vayan a tener el éxito que tuvo ‘Sin novedad en el frente’, es algo que tengo asumido, porque de lo contrario me paralizaría, no podría seguir trabajando si únicamente me inspirase alcanzar el favor del gran público.