
Tras su rehabilitación política por parte de los EEUU de Donald Trump como interlocutor privilegiado y, por ahora, único sobre el dosier ucraniano, el presidente ruso, Vladimir Putin, se mostró ayer, durante la reunión de las delegaciones negociadoras rusa y estadounidense, condescendiente.
Su portavoz, Dimitri Peskov, señaló que, «si es necesario», Putin está dispuesto a entablar «negociaciones» con su homólogo de Ucrania, Volodimir Zelenski, pese a que pone en cuestión su «legitimidad» por haber expirado su mandato en mayo de 2024.
Zelenski, en caída libre en las encuestas, recuerda, tampoco sin razón, que Ucrania no puede celebrar presidenciales en guerra, con ataques diarios a sus infraestructuras y en plena ofensiva militar rusa den el este y sureste del país.
Eso sí, y pese a que Washington ha hecho suyas antes de iniciarse el diálogo dos de las líneas rojas de Moscú, el veto a la entrada en la OTAN de Ucrania y la asunción por parte de esta de que perderá territorio, Peskov insistió a la AFP en que «un acuerdo a largo plazo, un acuerdo viable, es imposible sin una revisión exhaustiva de las cuestiones de seguridad en el continente».
A finales de 2021, Rusia exigió un rediseño de la arquitectura de seguridad europea y, de facto, una retirada de las fuerzas de la OTAN de Europa del Este, así como un compromiso de no expandir la Alianza militar hacia sus fronteras. Poco después de ver rechazadas estas demandas, Moscú lanzó la invasión de Ucrania.
Peskov dijo que el Kremlin, que no reconoce el derecho de Ucrania a constituirse como Estado, asumiría su derecho «soberano» a integrarse en la UE, no así en la OTAN, porque «afecta a nuestra seguridad».
En paralelo a las cuestiones de seguridad, Kirill Dmitriev, director del Fondo Ruso de Inversión Directa y uno de los miembros de la delegación rusa, aseguró que espera un «rápido «progreso, en dos o tres meses», de los problemas económicos rusos ligado a su agresión a Ucrania. «Todo lo que puedo decir es que (los estadounidenses) son muy buenos solucionadores de problemas. Y creo que el presidente Trump es un solucionador de problemas eficaz», señaló este economista que estudió en EEUU y trabajó en Goldman Sachs y en McKinsey.
En tres años de conflicto en Ucrania, la economía rusa se ha vuelto en gran medida dependiente de las exigencias militares (40% del presupuesto), mientras que la economía real se ha visto afectada por las sanciones occidentales, pese a la continua elusión y a ciertas importaciones.
El mercado laboral se ha visto recortado desde 2022 por cientos de miles de hombres enrolados en el frente o exiliados, y la inflación sigue siendo elevada (casi el 10%).
Esta situación, con su cuota de incertidumbre, es problemática a largo plazo, y un levantamiento de las sanciones contra los bancos rusos u otras compañías petroleras podría dar aire a la economía rusa, con crecimientos raquíticos. Desde la llamada entre Trump y Putin el 12 de febrero, los mercados rusos parecen anticipar buenas noticias.
CUMBRE EN ARABIA SAUDÍ
En el primer efecto práctico de ese acercamiento, los jefes de las diplomacia de EEUU, Marco Rubio, y de Rusia, Serguei Lavrov, celebraron ayer en la capital saudí la primera reunión a alto nivel entre sus países desde hace más de tres años.
La reunión tenía dos objetivos: preparar un encuentro entre Putin y Trump en el mismo escenario y avanzar hacia la normalización de las relaciones bilaterales. La delegación de EEUU estuvo integrada por el enviado especial de para Oriente Medio, Steve Witkoff, y el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz, mientras que Lavrov estaba acompañado del asesor de Putin para Asuntos Internacionales, Yuri Ushakov.
Se trata del primer encuentro «cara a cara» desde el que Lavrov mantuvo con su homólogo Antony Blinken en enero de 2022, un mes antes del inicio de la invasión de Ucrania.
ERDOGAN SACA SUS CARTAS
Riad espera la llegada hoy de Zelenski, quien arribó ayer a Ankara, donde fue recibido por su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan.
Turquía ha asumido desde el inicio de la guerra un rol de intermediario entre Moscú y Kiev, y fue clave en la negociación del acuerdo sobre la exportación de cereal ucraniano que funcionó hasta verano de 2023. Antes, medió en un primer diálogo bilateral fracasado al mes de su inicio.
En esta línea, Erdogan se postuló como anfitrión de futuras negociaciones con presencia de Ucrania, propuesta que Zelenski cogió al vuelo para asomar del ostracismo.
Por una parte, Ankara mantiene buenas relaciones con Moscú y ha declinado aplicar las sanciones decretadas por la UE. Por otro, respalda oficialmente la posición de Kiev de que todo acuerdo debe respetar su soberanía e integridad territorial, incluida Crimea.
Pese a ello, el ministro turco de Exteriores, Hakan Fidan, auguró que en las negociaciones para poner fin a la guerra se deberán tomar decisiones «dolorosas» sobre la integridad territorial del país.
El ministro francés de Exteriores, Jean-Noël Barrot, restó importancia al desplante de EEUU-Rusia a Ucrania y a la UE, marginadas de toda participación, siquiera al inicio del proceso, y señaló que los europeos tendrán que estar necesariamente en cualquier mesa de negociación sobre Ucrania.
«No es una petición, es una constatación», insistió. «Solo los ucranianos podrán decidir dejar de combatir, y no lo harán más que cuando tengan la certidumbre de que la paz es duradera. ¿Y cómo tendrán esa certidumbre? Únicamente si tienen garantías de que no volverán a ser agredidos».
«¿Quién aportará esas garantías? Los europeos. Por tanto, por la fuerza de las cosas, los europeos estarán en torno a la mesa en uno u otro momento», sentenció.
La UE recibió ayer el respaldo de China. Su representante permanente ante la ONU, Fu Cong, que preside hoy una reunión del Consejo de Seguridad, saludó sel acuerdo entre EEUU y Rusia para iniciar conversaciones de paz, pero consideró «imperativo» que Europa forme parte del proceso, ya que el conflicto «se ha desarrollado en suelo europeo».
Un tanto para Arabia Saudí
Riad, que albergó ayer la reunión bilateral y acogerá el viernes una minicumbre árabe sobre Gaza de los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), así como de Egipto y Jordania, vuelve a asomar. Arabia Saudí asistió con envidia al protagonismo de su rival regional, Qatar, en el logro del alto el fuego en la Franja.
Antes de la guerra en Ucrania, Riad estuvo durante un tiempo excluida de la escena internacional tras la muerte torturado y la desaparición del periodista saudí Jamal Khashoggi en Turquía en 2018, que provocó una protesta internacional y el enfriamiento de las relaciones históricas con EEUU tras la llegada de Joe Biden.
«Arabia Saudí supo aprovechar las contradicciones y el enfrentamiento entre Occidente y Rusia en la crisis ucraniana, en particular en la cuestión del petróleo, sin perder a ninguno de sus aliados, ya sean occidentales o rusos, lo que le ayudó a salir del aislamiento que le había sido impuesto tras el asunto Khashoggi», subraya Rabha Seif Allam, del Centro Al-Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos de El Cairo.
Riad, peso pesado en Oriente Medio, aunque es un aliado histórico de EEUU ha evitado tomar partido en la guerra en Ucrania. Principal exportador mundial de crudo, mantiene estrechas relaciones con Moscú en política petrolera y promete cientos de millones de dólares en ayuda humanitaria a Kiev.
Su hombre fuerte, Mohammed bin Salman (MBS), «pudo establecer relaciones personales con los presidentes Donald Trump y Vladimri Putin, y se impone como actor clave», coincide Omar Karim, de la Universidad de Birmingham.

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