Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Los aranceles de Trump se vuelven contra las automovilísticas de EEUU

Trump pretende arreglar, con aranceles del 25%, el déficit comercial que EEUU tiene en el mercado del automóvil. Importa ocho millones de coches y exporta 1,4. Los aranceles tendrán su principal repercusión en México y Canadá, mientras que la UE ultima su lista de productos gravados en represalia.

Trump exhibe el documento que da pie a la aplicación de tasas a los coches importados.
Trump exhibe el documento que da pie a la aplicación de tasas a los coches importados. (Win MCNAMEE | AFP)

Estados Unidos importa ocho millones de vehículos de distintos países y solo logra exportar 1,4 millones de unidades. Para la cosmovisión de Donald Trump, el mundo entero les está estafando. Por eso decidió el miércoles por la noche detonar una bomba comercial de la que, por de pronto, nadie sale indemne.

Trump anunció aranceles del 25% para todos los coches que no estén fabricados en EEUU y dijo también que estas tasas impositivas se aplicarán además a los componentes de fabricación automovilística.

«Si [los vehículos] se fabrican en EEUU, no tendrán ningún arancel en absoluto. Vamos a empezar con una base del 2,5%, que es lo que tenemos ahora, y luego hasta el 25%», manifestó Trump.

«Este es el inicio del Día de la Liberación de EEUU. Vamos a traer de vuelta el dinero que se llevaron personas que se sentaron en este escritorio», aseguró en referencia a Joe Biden y Barack Obama.

La épica del anuncio tiene su lógica en la política interna del país, cuya industria manufacturera ha ido decayendo desde hace cuatro décadas a causa de la deslocalización de sus multinacionales, desarrollando así el Cinturón del Óxido (Rust Belt), cuya población ha ido virando políticamente del azul demócrata al rojo republicano tras constatar la incapacidad de los distintos gobiernos de relanzar la industria.

Es más fácil prometer semejante subida de aranceles que ponerlos en práctica. La misma globalización que cerró las factorías del Rust Belt ha enrevesado el proceso de fabricación y montaje de los automóviles, de modo que las piezas van y vienen entrando y saliendo de las fronteras, por lo que los aranceles amenazan con gravar varias veces a un mismo producto.

Otra vez México y Canadá

Aunque existen intercambios con China y Brasil, este fenómeno llega a su máximo exponente con México y Canadá, países en los las compañías proveedoras y las propias automovilísticas estadounidenses han podido hasta ahora aprovecharse de la inexistencia de tasas (ni siquiera las del 2,5% que citó Trump) en virtud de los tratados de libre comercio suscritos.

En particular, México puede ser el Estado más afectado por esta subida aduanera, dado que las piezas salen de la frontera de EEUU en busca de mano de obra barata para luego regresar de cara al ensamblaje final.

Valeria Moy, directora general del Centro de Investigación en Política Pública de México, IMCO, considera que unos aranceles así de altos provocarían de forma inmediata la entrada en recesión de su país.

Por su parte, las autoridades mexicanas ya adelantan que intentarán buscar un pacto bilateral con la Casa Blanca que les deje fuera de las tasas aduaneras. Canadá toma el camino contrario al de Claudia Sheinbaum y aboga por resistir y, en su caso, contraatacar.

El primer ministro, Mark Carney, sostiene que el anuncio de Trump constituye un «ataque directo» contra su país, pero asegura que ellos resistirán. «Esto nos dolerá, pero si nos mantenemos unidos, saldremos fortalecidos de este periodo», afirmó.

La paradoja es que las propias empresas de EEUU, que son a las que presuntamente Trump quiere favorecer, no acogen con entusiasmo el puñetazo en la mesa.

General Motors (GM), la mayor compañía automovilística de EEUU, cayó un 8% en Bolsa, debido al impacto que pueden tener los aranceles en esas piezas que entran y salen en el precio final de sus productos. Ford aguantó bastante mejor, con una pérdida de valor en sus acciones del 2%.

GM, de hecho, es la automovilística que más ha caído en todo el mundo como respuesta a la medida, seguida de Mazda (6%), Mitsubishi (5%) Toyota (3,7%).

En contraposición, Trump recibió un balón de oxígeno directamente desde Corea del Sur. El mayor fabricante de vehículos coreano y 30º del mundo, Hyundai, ha anunciado que construirá una planta siderúrgica en Louisiana para evitar la subida arancelaria.

De coches y lavadoras

Hay diferentes teorías del impacto que esto puede tener. La Casa Blanca difunde un estudio de 2024 de la Comisión de Comercio Internacional de EEUU que estimó que un arancel del 25% sobre las importaciones reduciría las compras al exterior en casi el 75%, a la vez que aumentaría los precios en el mercado interno en aproximadamente un 5%.

Otros prefieren fijarse en un ejemplo práctico: las lavadoras. En el año 2018, durante el anterior mandato de Trump, la Casa Blanca lanzó una medida arancelaria análoga con este electrodoméstico concreto como fórmula de protección de su industria local.

A consecuencia de ello, el precio de las lavadoras subió un 12%.

Pero coches y lavadoras son productos muy diferentes y el mercado del automóvil en EEUU es un mundo paralelo.

Frente a la tónica general mundial por buscar una mayor eficiencia de los motores de combustión o la implantación de nuevas tecnologías, como los híbridos y eléctricos, en EEUU se siguen vendiendo coches de gran consumo y contaminantes.

No es que la legislación estadounidense no busque una mayor eficiencia, sino que es tan laxa que apenas funciona. Por ejemplo, allí se vincula el tamaño del vehículo con los límites máximos de emisiones.

Un camión trasladando pick-ups a EEUU en la ciudad fronteriza de Tijuana. (Guillermo ARIAS | AFP)

Y los estadounidenses han reaccionado comprando coches grandes –enormes pick-ups, todoterrenos, berlinas de cinco metros de largo...– mientras que el resto del mundo busca utilitarios más pequeños.

Las diferencias en el mercado interno y el externo, en buena medida, han hecho a los fabricantes de EEUU especializarse en modelos en los que el resto del mundo no está interesado y descuidar la tecnología puntera (con excepciones, como Tesla).

Es lógico, dado que EEUU cuenta con la proporción de vehículos por habitante más alta del planeta (872 vehículos en uso por cada mil personas).

Trump no lo ve de esta manera: «Compramos millones y millones de sus coches, de BMW, de Volkswagen, de Mercedes-Benz... y ellos tienen aranceles no monetarios que hacen que sea casi imposible que podamos vender un coche en Europa», declaró.

«La Unión Europea nos trata de forma horrible en comercio», insistió Trump.

Promesas de réplica y efecto dominó

La mayoría de los países productores de automóvil, que son las otras grandes potencias del planeta, han dejado claro que prefieren iniciar una guerra comercial que dar su brazo a torcer y permitir que EEUU haga esto a sus fabricantes emblema.

La excepción puede ser Reino Unido, cuyo primer ministro, Keir Starmer, se muestra posibilista y señaló ayer que buscará un acuerdo bilateral que mitigue el potencial efecto de la medida.

China, el nuevo amo del sector del automóvil gracias a la emergente empresa BYD que lidera la tecnología de vehículos eléctricos y ha destronado a Tesla, ya advierte de que está preparada para cualquier cosa. Las respuestas, por ahora, son bastante inconcretas.

Probablemente, debido a los precedentes de las últimas semanas, en las que Trump se ha mostrado errático a la hora de mantener sus promesas arancelarias.

Explanada con vehículos chinos de la marca Geely en Hangzhou. (NURPHOTO | AFP)

Impuso aranceles a México y Canadá y los vinculó a la adopción de medidas por parte de estos países, luego los retiró durante un mes, para volverlos a poner en práctica de nuevo.

La Unión Europea mantiene un estilo beligerante, aunque un peldaño por debajo del de China. Según trasladó Bruselas, en breve publicará una lista de productos estadounidenses que serán gravados en represalia por los aranceles a los vehículos y, también, a los que Trump impuso al acero.

Entre las compañías de EEUU afectadas estarían Bourbon y Harley-Davidson.

Por su parte, los fabricantes de automóviles extranjeros afectados por la medida han advertido que ellos también tienen plantas en EEUU y que producen para el consumo interno, pero que también exportan desde Estados Unidos coches a terceros países.