
Las réplicas tras el terremoto de magnitud 7,7 que el viernes sacudió Myanmar y el daño que supuso a infraestructura clave y a las telecomunicaciones, agravan la situación en el país dos días después del impacto del fuerte sismo, que según el último recuento ha dejado más de 1.600 muertos.
Uno de los lugares más afectados, según fuentes sobre el terreno y agencias de la ONU, es la ciudad de Mandalay, la segunda mayor de Myanmar con alrededor de 1,5 millones de habitantes, cuyo aeropuerto permanece cerrado y carreteras y puentes cercanos dañados, lo que dificulta el acceso a la antigua capital birmana.
La ciudad, emblema de la tradición budista del país, se encuentra a unos 17 kilómetros del epicentro del fuerte terremoto -en la vecina región de Sagaing-, y se prevé que sea uno de los lugares más perjudicados, si bien el difícil acceso y los cortes de internet y telefonía complican saber aún el alcance de la tragedia.
La junta militar que detenta el poder en Myanmar desde el golpe de 2021 divulgó el sábado por la noche el último recuento de víctimas, con un total de al menos 1.644 muertos, 3.408 heridos y 139 desaparecidos. Solo en Mandalay había informado anteriormente de al menos 694 muertos.
Los militares no controlan todo el país, sumido en un conflicto entre el Ejército y grupos rebeldes, lo que agrava aún más el complejo escenario.
Difícil acceso
El difícil acceso a los lugares próximos al epicentro y las réplicas son otro óbice a las tareas de ayuda y rescate.
Según el último recuento del servicio meteorológico de Tailandia, ha habido unas 170 réplicas hasta hoy, todas inferiores al primer sismo (de magnitud máxima cercana a seis).
Un equipo de la ONG Plan Internacional que llegó anoche a Mandalay tras doce horas de viaje por carretera desde Rangún, la mayor ciudad del país, pudo ver cómo muchos vecinos continuaban acampados en las calles.
«Debido a las réplicas, la gente está tan asustada de volver a sus casas, que incluso si no están dañadas, prefieren quedarse en la calle y en los arcenes», dice a Efe Su Mon Htay, directora de personal para Birmania de Plan Internacional, en videoconferencia desde Rangún.
«Todo está en ruinas»
«Todo está en ruinas (...) Nadie quiere volver a sus casas», dice a Efe un vecino de Mandalay.
«Todo son ruinas. Edificios colapsados, carreteras bloqueadas... A algunos sitios ni siquiera se puede llegar en coche. Los vecinos viven en la calle o a la intemperie, entre ruinas de edificios colapsados», añade por teléfono.
«Los edificios que no han colapsado están inclinados, así que todo el mundo teme que se caigan. Nadie quiere volver a sus casas», agrega el vecino, que ayuda en la distribución de comida a las víctimas y prefiere no revelar su nombre.
En las calles en Mandalay se podía ver la pasada noche a gente durmiendo en la calle bajo tiendas fabricadas con plásticos y edificios combados y en ruinas.
Solo en esa urbe se estima que decenas de personas permanecen atrapadas entre los escombros. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indicó que más de 90 se encuentran entre los restos de un único edificio, según su último informe, de la noche del sábado.
Las comunicaciones por internet también permanecen interrumpidas en Mandalay, según OCHA, y la trabajadora de Plan Internacional cuenta que apenas logran contactar por teléfono con su equipo en la zona.
Necesidades urgentes
Entre las necesidades más urgentes están la distribución de agua potable, cobijo, comida, asistencia médica y productos de higiene personal, dice a Efe.
Cientos de rescatistas procedentes de varios países, entre ellos China, India, Singapur y Tailandia, se encuentran en Myanmar para las tareas de ayuda, dijo hoy el canal de televisión oficial de la junta, MRTV.
Por otro lado, al menos 17 personas han fallecido, 32 han resultado heridas y 83 se encuentran desaparecidas en Bangkok, donde el sismo se sintió fuertemente y derrumbó un gran edificio en obras en la capital tailandesa, según el recuento de hoy de las autoridades
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