
Varias zonas situadas alrededor de la incineradora de Zubieta y otras ubicadas en París y Harlingen (Países Bajos) han revelado «niveles generalizados y peligrosos» de contaminación por dioxinas, PFAS –agentes químicos sintéticos que se acumulan a lo largo del tiempo en los seres humanos y el medio ambiente– y metales pesados.
Realizados por la fundación independiente ToxicoWatch con el apoyo de Zero Waste Europe, los hallazgos muestran que las zonas cercanas a las instalaciones de valorización energética de residuos están contaminadas, lo que supone riesgos para la salud pública, los ecosistemas y la seguridad alimentaria.
Según han informado en una nota de prensa, los estudios revelaron «niveles generalizados y peligrosos» de contaminación en el suelo, el agua, la vegetación e incluso en alimentos como los huevos de granja. Así, aseguran que «los niveles de dioxinas en el musgo, el suelo y los huevos de gallinas de traspatio superaron los límites de la UE» en los tres emplazamientos.
Los autores comparten su «especial preocupación» por una muestra tomada en un patio escolar del distrito de Ivry-sur-Seine, en París, que arrojó niveles de dioxinas superiores a los umbrales de seguridad de la UE. Además, el Jardin des Plantes, un parque del centro parisino situado a 2,5 kilómetros de la incineradora, «resultó estar contaminado».
«Esto se suma a la creciente evidencia de exposición en entornos urbanos, que afecta especialmente a poblaciones vulnerables como los niños», afirman los autores.
Muestras en Hernani, nivel de dioxinas más alto en Europa
Por lo que respecta a Zubieta, donde «la situación es igual de grave», una muestra de huevo de un huerto doméstico en Hernani, a 3,5 kilómetros de la incineradora, mostró los niveles de dioxina «más altos detectados por la Fundación ToxicoWatch en Europa en los últimos trece años».
La muestra en cuestión tenía 38 pg TEQ/g de grasa, más de 10 veces el límite legal de la UE, lo que representa la lectura de dioxinas más alta registrada por la fundación a partir de los análisis practicados en 2024, dando continuidad a unas mediciones iniciadas en 2019.
Además, las muestras de musgo arrojaron concentraciones de dioxinas hasta 300 veces superiores a los niveles de referencia medidos antes de que la incineradora de Zubieta comenzara a operar en 2020.
En 2024, también se detectaron PFAS en una fuente de agua potable situada en una colina cercana a Andoain, una zona que anteriormente se consideraba prístina, agregan los investigadores.
Del mismo modo, se detectaron «químicos eternos» o sustancias perfluoroalquiladas (PFAS) «en todos los huevos de gallinas de traspatio» analizados en los alrededores de la incineradora de Zubieta.
En los análisis de las muestras de Zubieta, París y Harlingen «también se detectaron metales pesados como plomo, mercurio y arsénico en zonas cercanas a viviendas, parques y escuelas», agregan los autores.
En Harlingen, Países Bajos, se registraron concentraciones de PFAS en el agua 138 veces superiores al límite legal para agua potable en ese país y los niveles de PFAS en los huevos fueron «comparables a los detectados cerca de una gran planta de fluorquímicos, a pesar de que no existe tal industria en la zona». Los niveles de dioxinas en el suelo se han septuplicado desde 2013.
«Caso de manual»
«Este es un caso de manual de acumulación tóxica en el medio ambiente y en la cadena alimentaria», ha señalado en un comunicado el jefe de investigación de la fundación ToxicoWatch, Abel Arkenbout, responsable del estudio junto a la ONG Residuo Cero (Zero Waste Europe).
Por su parte, el responsable de comunicación de Zero Waste Europe, Janek Vahk, ha subrayado que «estos hallazgos constituyen un fallo sistémico en la supervisión medioambiental» y ha advertido de que «las comunidades que viven cerca de las incineradoras están siendo expuestas a sustancias químicas tóxicas, en algunos casos a niveles muy por encima de lo permitido por la ley», lo que a su juicio «debería activar todas las alertas en la UE».
Zero Waste Europe ha pedido a las instituciones de la UE y a los gobiernos que actúen «con urgencia», introduciendo «una monitorización obligatoria y en tiempo real de las emisiones de contaminantes orgánicos persistentes en todas las instalaciones de valorización energética de residuos, especialmente durante operaciones no estándar, que siguen estando poco reguladas y son con frecuencia la fuente de picos de emisiones».
La plataforma considera además que debería llevarse a cabo «una biomonitorización regular en las zonas que rodean a las incineradoras, con especial atención a las áreas de producción de alimentos y a las poblaciones vulnerables».
«Estos resultados desmontan el mito de que la incineración de residuos es una solución limpia o segura y refuerzan la necesidad de una transición rápida hacia alternativas sin quema y de cero residuos para proteger la salud pública y el medio ambiente», ha concluido Vahk.
Fundación ToxicoWatch
ToxicoWatch es una organización independiente de monitorización, especializada en analizar las emisiones de dioxinas de la incineración de residuos. Explica que se basa en «datos minuciosos y mediciones semicontinuas para comprender el impacto de las ‘Condiciones de Operación Distintas a las Normales’, mejor conocidas como OTNOC, en la incineración».
Sus muestreos se basan en huevos de gallinas de traspatio, vegetación (agujas de pino, hojas de árboles, musgo), frutas y verduras, leche materna, agua, suelo y sedimentos como biomarcadores.
La labor de TW comenzó en 2015 en relación con las emisiones de PFAS de los gases de combustión de la incineración de residuos. Ha participado en grupos de trabajo gubernamentales en los Países Bajos, junto con la administración de la incineradora de residuos, las autoridades competentes y las organizaciones nacionales de salud neerlandesas. «ToxicoWatch también participa en grupos de trabajo técnicos del Convenio de Basilea-Estocolmo para mejorar la tecnología de incineración. Actúa como puente entre la industria, el gobierno y la población», explica.

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