Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Elkarrizketa
Josean Villanueva
Presidente del París 365 y la Fundación Gizakia Herritar

«El París abre desde este lunes para dar la cena caliente, los usuarios lo han entendido»

Josean Villanueva es trabajador social, pertenece a fundación Koine-aequalitas y es profesor de la UPNA. Tiene un máster en Bienestar Social y otro en Discapacidad, Autonomía y Atención a la Dependencia. Desde 2012, está vinculado a la Asociación Gizakia Herritar, que actualmente preside.

Josean Villanueva, en la barra del local del París 365 en la calle San Lorenzo.
Josean Villanueva, en la barra del local del París 365 en la calle San Lorenzo. (Iñigo URIZ | FOKU)

El pasado 27 de enero, el comedor social París 365 informó de su decisión de dejar de dar cenas en su local. Explicó que el motivo era «garantizar la seguridad del vecindario, del voluntariado y de las personas usuarias que nada tienen que ver con los cada vez más frecuentes trapicheos de la calle San Lorenzo». Esta noche, el comedor volverá a abrirse.

El comedor reanuda su actividad este lunes con normalidad. ¿Qué ha pasado?

Llegó un punto en el que vimos necesario hacer algo. No ha sido exactamente un parón, porque en ningún momento dejamos de dar cenas. Quizás ha habido ahí cierta confusión. Pasamos a entregar la cena en tuppers durante el servicio de comidas para poder reflexionar sobre la situación que se estaba creando con lo que podríamos llamar el nuevo perfil de persona usuaria del comedor.

¿A qué se refiere?

El París nació hace 15 años como un recurso orientado a personas que viven sin hogar o en situación de vulnerabilidad extrema, de sinhogarismo o pobreza. Nuestro objetivo eran esas personas que viven en la calle, en bancos, en portales. Un poco esa era la idea. Otro objetivo eran personas que, aunque tuvieran domicilio, estaban en situación de pobreza alimentaria. Su economía les impedía acceder a una alimentación equilibrada de tres comidas al día.

Aquel era el contexto de la crisis financiera, del paro y los desahucios. ¿Ahora la situación es muy distinta?

En estos últimos años ha surgido el fenómeno de las personas jóvenes migrantes que llegan o salen de los de los recursos de protección de menores. Son personas que, al cumplir la mayoría de edad, realmente no encuentran una opción de ningún tipo. No tienen papeles. Son perfectamente capaces de trabajar o estudiar, pero la Ley de Extranjería no les deja. Esto les diferencia del usuario previo del París, que normalmente no tenía una capacidad plena de desarrollo. Ellos no tienen dificultades añadidas, sino un problema legal.

«Son perfectamente capaces de trabajar o estudiar. Pero la Ley de Extranjería no les deja. Esto les diferencia del usuario previo del París»

Así, el nuevo perfil lo conforman personas que viven en la calle en una situación de vulnerabilidad extrema, que duermen a la intemperie... con todo lo que supone vivir en la calle de deterioro personal y de deterioro social a todos los niveles.

¿Qué porcentaje de sus usuarios responde a cada perfil?

Mitad y mitad, aproximadamente. Esas vidas tan duras, esas vivencias en la calle, provocan violencia. Se iban generando ciertos problemas de violencia. Es una violencia que no se le puede achacar a la persona, sino que surge del propio contexto extremo en el que viven, pero que puede manifestarse en peleas...

¿Dentro del comedor?

Dentro del comedor, jamás. Puede haber conflictos, como en todas partes, pero adentro violencia no hemos vivido. El problema es lo que se generó alrededor, en el contexto, en la calle San Lorenzo y alrededores. Surgían situaciones que incomodaban al vecindario de Lo Viejo. En el París lo que no queríamos es que la situación se convirtiera en algo más grave, que no creciera hasta el punto de que después no tuviéramos las herramientas para poder abordarlo. Cambiamos de la cena presencial al tupper porque en ese horario, de siete a ocho de la tarde, es cuando detectamos un pico de mayor molestia.

¿Tras esos dos meses de reflexión, han llegado a alguna conclusión en claro?

Internamente, nos hemos reafirmado en nuestra apuesta por seguir sirviendo tres comidas al día, 365 días al año. Ese ha sido siempre nuestro objetivo. Y además, tres comidas presenciales en condiciones de dignidad, de calidad, como creemos que tiene que ser. En el París la comida se sirve como si fuera un restaurante, que es lo que lo es. Gente sentada en una mesa con platos comiendo caliente.

El París reabre tras recibir el respaldo de Ayuntamiento, Parlamento, el Gobierno y los vecinos. (Iñigo URIZ | FOKU)

Comer en la calle un tupper frío, desde luego, no es lo mismo.

También estamos contentos con la respuesta de los diferentes agentes: el vecindario, Ayuntamiento, Parlamento, el Defensor del Pueblo... En el barrio hemos tomado parte en reuniones, la gente más movilizada y preocupada se ha activado. Todos han sido muy proactivos y han querido saber qué nos ocurría.

¿Y por parte de los usuarios?

Su respuesta ha sido genial en el sentido de que, a pesar de las condiciones en las que están viviendo, venían con sus tuppers limpios. Devolvían todo. Han estado ejemplares. En general, han entendido perfectamente lo que estaba pasando y son los primeros interesados en que la situación se normalice. Por eso este lunes abrimos de nuevo para dar cenas calientes. Necesitan este recurso. También quiero agradecer y felicitar a las personas voluntarias que se han implicado. Creo que de todo este proceso no podemos sacar más que cosas positivas. Estamos mejor ahora que cuando tomamos la decisión de cerrar en el horario de cenas.

¿Nada ha cambiado?

Organizativamente, no hay cambios. Abrimos, pero con previsiones de mejorar el servicio, porque hay una apuesta por parte del Gobierno de apoyar los cambios. Lo más importante, te diría, es que se ha rebajado la tensión. Eso nos ayuda a redefinir y recolocar las cosas tanto con los usuarios, como con los voluntarios, o con los vecinos.

Sacamos en positivo también ese respaldo que hemos tenido a la tesis de que hay que dar una respuesta integral a este problema. El verdadero problema, el origen, es la Ley de Extranjería. Esta ley aboca a la exclusión extrema a un colectivo de personas que podrían estar trabajando perfectamente y cuyo trabajo necesitamos en una sociedad envejecida como la nuestra. Son personas que podían trabajar desde el minuto uno. Necesitamos articular este discurso, que se oiga esto, pues solo así se podrá dar la respuesta integral que se necesita. Hay que generar recursos integrales, atacar el problema del duelo migratorio. El problema que se ha manifestado aquí excede al Ayuntamiento de Iruñea, hay que implicar al resto de la comarca, al Gobierno navarro. Y más arriba también. En el Parlamento insistimos mucho: esto requiere una respuesta integral. No es un problema de un simple comedor social.

¿Tienen miedo a que la situación se repita? Al anunciar el parón de las cenas presenciales, citaban el «trapicheo». Y, a fin de cuentas, estas personas tienen vetado acceder a un trabajo reglado.

Pienso que aquí hay que hacer una labor por desvincular el trapicheo con la presencia del comedor. En «lo Viejo» siempre ha habido trapicheo en ciertos espacios y bares. La presencia del comedor no ha sido responsable. El problema lo tiene el barrio hace tiempo.

Le doy la razón que esto también se da en los mejores bares y discotecas de la ciudad.

Tiene que ver con el ocio nocturno. El Casco Viejo es una zona de ocio nocturno. No se puede culpabilizar a un comedor social de eso.

¿Se culpabiliza al comedor o al usuario? En Donostia se ha vivido un fenómeno parecido con quienes dan cenas a migrantes en el barrio de Egia. Parecen el chivo expiatorio perfecto.

Es la gran paradoja de la gente en situación de calle. Primero se les invisibiliza, no se les tiene en cuenta para nada. Hasta que, de repente, interesa. Hace no mucho, hubo algún político de cierta comunidad que decía: «¿Dónde están los pobres, dónde están en la calle, que yo no los veo?». Sin embargo, cuando se dan situaciones puntuales generamos una sobrerrepresentación de esas personas. Basta que se junten cuatro, cinco o seis en la calle, y entonces se les ve.

«Cuando pedimos que se aborde su situación de calle, que nadie puede vivir así, no les queremos mirar. Para pedir más y más seguridad ciudadana, entonces, sí»

Cuando el tercer sector pide que hay que hacer algo con su situación de calle, que nadie puede vivir de forma tan horrible, que todo el mundo tiene derechos, no les queremos mirar. Cuando se les vincula con un problema de seguridad ciudadana, de escándalo, siempre llega la sobrerrepresentación que hace que los percibamos como amenaza. Esto tiene mucho que ver con la aporofobia y con el racismo. Solo aparecen como un problema de seguridad ciudadana que se soluciona con más y más dispositivos de seguridad, más presencia policial. Evidentemente que existen situaciones de violencia, pero derivadas siempre de la violencia estructural. Alguien que está 24 horas en calle, sin saber dónde comer ni dónde dormir, si va a estar seguro donde duerme o le van a abordar o si le morderán las ratas... ¿Cómo puede reaccionar? Además, hay consumos, hay deudas. No hay que satanizar a las personas, sino entender las causas.

¿Y qué hay de los usuarios del perfil clásico del París? ¿Van a más o a menos?

Esa otra pobreza está aumentando también. Todos los indicadores, como la tasa Arope, nos están diciendo que cada vez son más. Hay más personas con dificultades para poder acceder a una alimentación, a un vestido. Hay quien viene a comer y tiene trabajo, pero no le alcanza para la comida y la habitación.

Antes decíamos vivienda, ahora habitación.

Sí, porque la situación de emergencia residencial es absoluta. Cuando pensamos en vivienda ya siempre es compartida. Una habitación, un salón, un pasillo. Sabemos de gente que vive en balcones en Iruñea. Es otra realidad que tenemos.