Andoni Lubaki
Fotokazetaria / Fotoperiodista

Ser gay, «un problema que no existe» para el nuevo régimen sirio

El colectivo LGTBIQ+ ve cómo el nuevo régimen sirio hace la vista gorda ante los continuos ataques a su comunidad. Se daban también con impunidad en el anterior, pero se han intensificado e incluyen desapariciones desde el derrocamiento de la dinastía de los Al-Assad.

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Roby (nombre ficticio) pide por teléfono que el encuentro sea de noche. Acudirá con un amplio margen de un hora a una habitación de hotel distinta a la nuestra. «Daré vueltas hasta que vea seguro entrar y me sentaré en la terraza interior», asegura. El acercamiento se iniciará con una conversación superflua hasta que nos traslademos a la habitación previamente reservada. «Tras la entrevista me iré lo antes posible. Diez minutos máximo y tendré que llevar algo conmigo para así tener una excusa del tipo ‘yo venía a buscar esto’», explica al otro lado de la línea.

Desde que el nuevo Gobierno sirio, liderado por el fundador de la sección local de Al Qaeda, llegara al poder hace cuatro meses, colectivos como el LGTBIQ+ denuncian represalias que quedan impunes. «Antes, por lo menos, podías llevarlos a juicio si te hacían algo. Aunque muchas veces se quedaba en una simple denuncia o el juez imponía penas ridículas», afirma.

Roby es un chico de unos 25 años cuyo novio desapareció sin dejar rastro dos días después de que los rebeldes entraran en la capital. «No he podido acudir a nadie, ni siquiera llorar su desaparición. El miedo a que te señalen te bloquea. Desde diciembre, nadie se mueve en los círculos en los que nos movíamos por miedo a desaparecer», explica.

Roby (nombre ficticio), denuncia que su novio es uno de los desapaerecidos. (Andoni LUBAKI)

Durante el régimen de Bashar Al-Assad, los gays frecuentaban una discoteca en una zona céntrica de Damasco llamada Bambous. El dueño echó el cierre y escapó tan pronto los rebeldes islamistas llegaron a Homs y la caída del régimen era inevitable.

PUNTO DE ENCUENTRO

«Era un punto de encuentro muy importante», señala la joven Aya, de 28 años. «Las redes sociales han hecho que abriéramos los ojos y nos diéramos cuenta de que no estábamos solos. Pero Bambous era un lugar mínimamente seguro. A mi novia la conocí en las redes, pero nos besamos por primera vez allí. Ir a casas tampoco era seguro, especialmente si los que entraban eran dos chicos amanerados o con cierta estética, cualquier vecino podía llamar a la Policía. Las detenciones en la era de Assad eran frecuentes, ahora simplemente desapareces», añade.

Esta joven natural de Homs es una activista por los derechos del colectivo LGTBIQ+. Organizó manifestaciones y protestas. La última, como asegura, antes de diciembre del año pasado. No era posible crear una asociación de ese tipo ni antes ni ahora, pero «antes al menos no desaparecías».

Su organización no constituida legalmente se llama Hurryia (libertad, en árabe levantino). «En el año 2023 se llevaron a cabo en la ciudad de Homs 21 juicios por ‘actividades indecentes y perniciosas para la moral pública’». Así denominaba la «Justicia» de Al-Assad a los casos en los que se juzgaba la homosexualidad. «De esos 21 casos, todos terminaron en castigo para los acusados (todos hombres). Otros 37 casos de violencia contra este colectivo fueron juzgados en ese mismo año en la ciudad de Homs. Hubo castigos, aunque ninguno de cárcel. Se limitó a una sanción económica que no se cumple nunca. De esos 37 casos, solo 16 terminaron en sanción, pero ninguno de los violentados ha recibido compensación por las lesiones. En otras ciudades, pueden variar los números, pero las proporciones son prácticamente iguales», relata.

Y, ADEMÁS, DRUSO

«No sé nada de mis amigos y amigas. El solo hecho de vernos puede ponernos en peligro. Yo mismo he cambiado de domicilio, pero no puedo tampoco moverme libremente ya que también soy de la minoría religiosa drusa. A mí me pueden delatar por dos razones», explica a GARA Roby en la habitación del hotel con lágrimas en los ojos.

«Sé que varios amigos han desaparecido de sus entornos familiares. No sé más. Han dado palizas públicas en Idlib a homosexuales y he oído rumores al coger un taxi para desplazarme por la ciudad de que han pegado a tal o cual o, aún peor, de que alguien conocido ha desaparecido y su familia lo ha denunciado. No creo que el miedo a mostrarnos desaparezca con este Gobierno. No han hecho ninguna promesa respecto a mi colectivo, por no enfadar a sus aliados internos y porque tampoco está en la agenda política de nadie. Somos los olvidados de un país que ha sido abandonado a manos de los islamistas», añade secándose las lágrimas.

Nadie del nuevo Ejecutivo ha querido hacer declaraciones sobre esta cuestión. Solo un escueto «ese problema ya no existe» de un secretario que trabaja en el Ministerio de Interior.