Francisco Santos Vera

5G, consolidando el mundo totalitario

Tanto la 5G como las ciudades inteligentes son proyectos para controlar y manipular a la gran masa por una minoría tecnocrática.

Europa avanza hacia una nueva era digital mundial y hacia la superación de cualquier límite, cuyo paradigma es la sociedad cibernética. La virtualización y digitalización de cada aspecto de nuestra vida, de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea tienden a controlar, mecanizar y robotizar y darán lugar a la realización del proyecto de un mundo tecnológico totalitario. Esta digitalización cambiará totalmente nuestra forma de entender el mundo, aislándonos aún más entre nosotros, del medio y de la realidad. Sometidos a la lógica tecnocientífica y a la velocidad del progreso, por falta de contacto con el mundo real y por la destrucción de toda forma de comunidad ya sea en el trabajo o en cualquier otro ámbito social, cambiará la forma de relacionarnos, cuidarnos, trabajar, etc., provocando angustia, estrés, soledad y falta de empatía hacia los demás.

Este proceso de digitalización del mundo físico que nos introduce en una nueva realidad sería imposible sin el 5G y las denominadas «ciudades inteligentes» (CI). El 5G aumentará la capacidad y la velocidad de conexión entre todos los aparatos y objetos que conforman las CI, permitiendo la hiperconectividad necesaria para el funcionamiento del tecnomundo. Colonizadas las ciudades por miles de antenas, sensores y procesadores algorítmicos instalados en todos los aparatos que permitirán la mecanización y automatización totalizadora, será la máquina quien tome las decisiones. Las personas quedaremos desplazadas por los algoritmos que dirigirán nuestras vidas, sufriremos la racionalización absoluta de éstas, una nueva organización del espacio y del tiempo sometida a los números.

Tanto la 5G como las CI son proyectos para controlar y manipular a la gran masa por una minoría tecnocrática. En una sociedad de masas no hay control democrático posible de la tecnología. Ésta no es gestionable, pues en sí es tecnología de gestión. Todos nuestras actividades físicas y virtuales quedarán registradas gracias a las capacidades del Big Data, en miles de datos que son procesados mediante la inteligencia artificial (IA), siendo ésta capaz de interpretar en tiempo real una gran cantidad de situaciones y de señalar en consecuencia las acciones que habría que tomar respecto de ellas, al momento.

En la mayor parte de la sociedad al progreso tecnocientífico se le tiene por el salvador del mundo. Nos hacen creer que nos salvará del colapso, sin embargo el colapso y la catástrofe son nuestra vida diaria, es esta sociedad industrial liberticida y ecocida que nos somete a su lógica, que arrasa formas tradicionales de vida para someterlas a la mercantilización, que nos desposee de todo lo natural para luego convertirlo en una mercancía artificializada que poder vendernos, que ha convertido el mundo en un extenso monocultivo –no sólo en la agricultura sino en todas las actividades humanas– con residuos químicos por doquier, radioactividad, ondas electromagnéticas, etc.

Sin duda, la pandemia le ha venido de perlas a la sociedad industrial para forzarnos a la adaptación a esta nueva era. Y bajo el pretexto imparable de ésta, hemos visto como acciones del antidemocrático Gobierno chino –inadmisibles para las democracias occidentales según decían– se aplicaban aquí: geolocalización, reconocimiento facial, drones, prohibición de pagos en efectivo, generalización de los sensores y del rastreo, arresto domiciliario digital, economías masivas mediante el teletrabajo, el teleconsumo, la teleconferencia, la teleeducación, la televigilancia y, por último, la teleconsulta. Bajo el pretexto de «mantenernos sanos y seguros», han creado una hipnótica obediencia que, ante la infinita repetición, normalizaremos poco a poco. Como normalizaremos también la ausencia de contacto afectivo (visual, con interacción física o verbal), además de que todo lo que tocamos masivamente ahora será objeto de miedo. Es decir: será el fin de la convivencia social.

Euskal Herria forma parte en la investigación y el desarrollo de tecnología informática, de telecomunicaciones, de biociencias o del armamento. Sus políticos, lejos de oponerse, exigen rapidez en la transición a ésta nueva era. Sus laboratorios universitarios y sus centros tecnológicos tienen todo el apoyo económico de las instituciones y de las empresas. Sus organizaciones ecologistas, cuando se posicionan, formulan tímidamente una demanda de «moratoria», temiendo por las consecuencias nefastas del 5G sobre la salud humana, obviando que estamos ante una tecnología con fines de control social y, llegado el caso, para apoyar la represión policiaco-militar. Vivimos en vísperas de un cambio antropológico del que no nos libraremos si no salimos del deslumbramiento hacia la tecnología. Este país en marcha –cuya reciente memoria histórica nos dice que supo vencer al monstruo tecno-nuclear en la gloriosa década setentera– espera mayoritariamente deslumbrada las mejoras que aportará el dicho engendro tecnológico.

Tenemos ante nosotros dos alternativas: dejar que se consolide la dominación más brutal y definitiva, o podemos luchar por iniciar una nueva etapa en busca de la libertad. No se trata de volver a las cavernas ni de renegar de toda tecnología siquiera, pero sí de abandonar la visión antropocéntrica, que nos ha empujado primero a la conquista, y luego a la destrucción de la naturaleza, a tratar al resto de especies animales como especies «inferiores», para nuestro provecho. Descentralizar la sociedad de masas y desmantelar el sistema tecnoeconómico hasta que el quehacer humano ya no pueda ser considerado un trabajo y que la libertad deje de ser una práctica imposible.

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