Josetxo Lizarraga
Miembro de Orreaga

Alternativa. No dejarse engañar y derecho de autodeterminación

Una vez más, el día 15 de agosto acudiremos a conmemorar y a homenajear el encuentro que en aquella época tuvo el que posteriormente fuera llamado emperador de occidente Carlomagno al frente de sus ejércitos invasores con un pueblo dotado de una poderosa resistencia organizada que fue capaz de doblegarle hasta su derrota y, posteriormente, la de su hijo y sus ejércitos (años 778 y 812).

Este pueblo, el de nuestros antepasados, el vasco, para limitar el territorio bajo su soberanía, y para la mejor y permanente defensa de los posibles ataques de los ejércitos de otros pueblos, se constituyó en Estado en forma de Reino de Pamplona, posteriormente Reino de Navarra, y, así, hundió sus raíces en el mundo de los Estados, y formó parte del concierto internacional de los Estados de Europa.

Como ocurre con el resto de los pueblos, sus formas de vida social distintas lo diferencian y hacen distinto de los demás, de los otros, y ante cualquier imperialista, este pueblo es sujeto político reconocido para defender su derecho de autodeterminación o libre disposición, que para todos los pueblos de la tierra reconoce la Carta de las Naciones Unidas como el primero de los derechos humanos fundamentales y la condición previa de todos ellos.

El posterior proceso de invasión, ocupación y sometimiento sufrido, ejecutado a sangre y fuego y protagonizado por los estados totalitarios imperialistas español y francés, supuso la conculcación del ejercicio de su derecho de autodeterminación, de su independencia.

Celebramos Askatasunaren Eguna con un acto de estricto significado y sentido político de resistencia. Descendientes de aquellos clarividentes y organizados actores de la gesta, y conscientes de la fase de desconcierto, confusión, letargo y deriva política donde la han sumido, y a causa de la extrema vulnerabilidad por la que atraviesa nuestro pueblo, estamos obligados a resurgir y continuar la lucha para restaurar lo que es la máxima y única institución de los vascos, su Estado, el Reino de Nabarra.

Si así no lo hacemos, el esfuerzo que realizaron nuestros antepasados para seguir siendo un pueblo libre habrá sido vano, nosotros, traidores, y, como tal pueblo, quedaría apeado de la historia como nación con su identidad y Estado, que es lo que fatalmente ha ocurrido con innumerables pueblos en el transcurrir de la historia.

El dilema que tenemos desde hace más de 500 años es cómo lograr la independencia o recuperar el ejercicio del derecho de autodeterminación. Es el mismo dilema que tuvieron nuestros antepasados de la gesta, pero con una diferencia: ellos eran libres y lucharon para no ser invadidos; lo que nos toca a nosotros, en situación de ocupación, es cómo expulsar a los imperialistas y ser libres.

Difícil pero importante receta política es no dejarse engañar, no caer en las estrategias de los poderosos enemigos totalitarios, diferenciar el aliado del verdugo, cuyo único objetivo es nuestra asimilación paulatina hasta dejar de existir. Quedaría para el epitafio la frase de «no somos españoles ni franceses, somos vascos».

Entre las maniobras que hábilmente utilizan, apoyados en toda clase de potentes y perseverantes medios de fuerza y de difusión, están las de hacernos considerar como nuestros, como propios, los organismos administrativos menores, con sus competencias, cuando forman parte de los sistemas políticos que nos someten; sus convocatorias de elecciones en nuestro territorio, como medio para conseguir la liberación nacional de nuestro pueblo; y el mal llamado derecho a decidir, rotunda y totalmente distinto al derecho de autodeterminación. Estas han sido algunas de las causas que no solo no nos han puesto en el camino de la liberación, sino que nos han sumido en un agujero negro político cada vez más intenso.

Cuestión muy importante es la acumulación de fuerza en torno a la construcción y la institucionalización de una estrategia política coherente y efectiva contra el fascismo y el imperialismo dentro de un sistema político de resistencia vasca basada en el derecho de autodeterminación o libre disposición, con el objetivo de restaurar el Estado del pueblo vasco, el Reino de Nabarra.

Citando a Anthony Giddens ("The Nation-State and Violence") el estado-nación –en nuestro caso, nación-estado– sigue siendo un «contenedor de poder». Necesitamos restaurar nuestro «contenedor» para ser libres y continuar haciendo historia, y, para ello, son imprescindibles las dos fórmulas indicadas: no dejarse engañar y derecho de autodeterminación.

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