Eguzki Urteaga
Profesor de Sociología, UPV

Balance de las elecciones catalanas

Las elecciones autonómicas que han acontecido en Cataluña tienen un claro carácter plebiscitario, fundamentalmente por dos razones. Por una parte, porque las dos principales formaciones nacionalistas (Convergencia y ERC) se han unido en una lista conjunta, asociadas a las dos principales organizaciones soberanistas de la sociedad civil (ANC y Òmnium), además de centrar su campaña en la reivindicación de la independencia.

Por otra parte, porque el Gobierno central del PP ha implicado a los principales líderes internacionales en defensa de sus tesis y ha convertido la lista Junts Pel Sí en su interlocutor al aceptar el debate televisivo entre Oriol Junqueras y José Manuel García-Margallo. Y así lo han entendido los votantes, como lo muestra la participación histórica (77,44%), que supera en prácticamente diez puntos la ya alta movilización de los comicios de 2012 (67,76%). El carácter plebiscitario de estas elecciones ha polarizado el debate, favoreciendo a las formaciones más comprometidas en la lucha por la independencia o el unionismo y debilitando las listas favorables a una tercera vía, como el PSC y, más aún, Catalunya Sí Que Es Pot y Unió, que se queda sin representación parlamentaria. Conviene detenerse en los resultados de cada formación política.

Como clara vencedora de estos comicios aparece Junts Pel Sí, al conseguir 62 escaños, lo que representa el 39,57% de los sufragios y 1.616.962 votos. Esto supone 2.579 votos menos que los cosechados por las listas CIU y ERC en los comicios anteriores. Bien es cierto que, en este caso, Unió se presentaba por separado y que Convergencia apostaba decididamente por la independencia, lo que ha supuesto una ligera pérdida de votos. Además, distancia claramente a la segunda fuerza política (Ciudadanos), a la que supera en 37 escaños y en 884.815 votos. Estos resultados, sin ser excepcionales, afianzan la apuesta soberanista y el liderazgo de Artur Mas. No en vano, Junts Pel Sí está condenada a llegar a un acuerdo con la CUP tanto para la investidura de Mas, ya que el total de las fuerzas no soberanistas (63) supera el número de escaños conseguido por Junts Pel Sí (62), como para la implementación del proceso soberanista en los plazos establecidos (18 meses).

Por su parte, Ciudadanos incrementa notablemente su número de escaños, pasando de 9 a 25, y de votos, pasando de 275.007 a 732.147. Ese éxito se debe al claro posicionamiento de esta formación, desde su creación, contra el soberanismo y el nacionalismo catalán y la afirmación de su unionismo. En ese sentido, si Ciudadanos aparece en España como un partido centrista deseoso de renovar la democracia y de luchar contra la corrupción, tiene un posicionamiento más radical e intransigente en Cataluña. Ello le ha permitido atraer el voto unionista proveniente del PP, de abstencionistas y de nuevos votantes. En ese sentido, la estrategia de polarización del PP ha beneficiado ante todo a Ciudadanos, que ha mantenido una actitud coherente y constante desde su creación. Eso le ha permitido convertirse en la primera fuerza de la oposición en Cataluña y en un partido al alza de cara a las próximas elecciones generales que tendrán lugar en diciembre.

Al contrario, el PSC continúa su descalabro, tanto en escaños como en votos. La alegría manifestada por su líder en la noche electoral no debe ocultar el hecho de que ha perdido 4 escaños, pasando de 20 a 16, y 4.695 votos, pasando de 524.707 a 520.022. En realidad, el PSC conoce un retroceso continuo desde 1999, cuando consiguió su máximo histórico con 1.183.299 sufragios, de modo que ha perdido más de la mitad de sus votos en los últimos 16 años. De ser una formación que estructuraba el paisaje político catalán, por su implantación electoral y su participación institucional, y que gozaba de un perfil propio, marcado por el catalanismo y la socialdemocracia, se ha convertido en un partido bisagra cuya tabla de salvación pasa por la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez y la reforma de la Constitución española para propiciar un encaje de Catalunya en el Estado.

Asimismo, Catalunya Sí Que Es Pot, que reúne a Podemos e ICV, es una de las perdedoras de estos comicios dado que consigue menos escaños (11 en lugar de 13) y unos pocos votos más (364.823 en lugar de 359.705) que ICV en solitario. En una campaña fuertemente polarizada y con un marcado carácter plebiscitario, su rechazo de la independencia, a pesar de estar a favor de la convocatoria de un referendo, le ha marginado del centro del debate. A su vez, no ha conseguido imponer sus temáticas de predilección, la corrupción y las políticas sociales. En ese sentido, no ha mantenido la centralidad conseguida en los últimos comicios municipales, que le permitió hacerse con la alcaldía de Barcelona. Además, estos resultados son un mal augurio de cara a las próximas elecciones generales, puesto que Podemos aparece como una fuerza política menor que no está en condiciones de disputar la victoria al PP y el PSOE, lo que exigirá un nuevo posicionamiento y estrategia de la formación liderada por Pablo Iglesias.

De la misma forma, el Partido Popular es uno de los grandes derrotados de estos comicios, ya que pierde 8 escaños, pasando de 19 a 11, y 124.323 votos, pasando de 471.681 a 347.358. Más allá del desgaste que han supuesto las políticas de austeridad implementadas por el Gobierno central y los casos de corrupción que han salpicado la formación de derechas, su campaña electoral ha sido pésima. Por una parte, porque ha internacionalizado el debate pidiendo a los principales líderes occidentales, tales como Cameron, Merkel, Sarkozy u Obama, que apoyen su posicionamiento, de modo que le será difícil afirmar de ahora en adelante que se trata de un mero asunto interno. Por otra parte, en la medida en que ha reconocido implícitamente que Catalunya es un país y una nación distinta a la española al aceptar el debate televisivo entre el presidente de ERC y el ministro de Asuntos Exteriores español. Por último, porque ha centrado su estrategia en la amenaza (exclusión de la UE y la Eurozona) y el miedo, al afirmar que, en caso de independencia, Catalunya corría el riesgo de no poder pagar sus pensiones, conocer el corralito e incluso que sus ciudadanos perdieran la nacionalidad española.  

A la inversa, la CUP ha conocido un notable auge pasando de 3 a 10 escaños y de 126.435 a 335.520 sufragios. Además de llevar a cabo una campaña inteligente, la candidatura independendista de izquierdas se ha beneficiado de los casos de corrupción que afectan a Convergencia y del rechazo que genera esta formación y su líder en una parte del electorado joven, urbano, cualificado y precario. Además, ha sabido atraer a electores que en elecciones anteriores (municipales) o en el resto del Estado votan mayoritariamente a favor de Podemos. En ese sentido, la decisión de presentarse por separado ha resultado ser exitosa para sus intereses tanto partidistas como políticos. En efecto, el hecho de que Junts Pel Sí necesite a la CUP tanto para la investidura del president como para llevar a cabo el proceso soberanista le confiere un poder no desdeñable. Partidario de un relevo de Mas y de una declaración unilateral de independencia, al margen de lo que haga el Gobierno central y de una eventual reforma de la Constitución española, está en medida de imponer algunas de sus condiciones en cuanto a la modalidad y ritmo del proceso de secesión.

En definitiva, las fuerzas soberanistas han ganado estas elecciones consiguiendo la mayoría de escaños (72) y acercándose a la mayoría en votos (47,88%). Ese dato es aún más relevante teniendo en cuenta que la participación se ha incrementado notablemente (+9,68) y que los votos a favor de la independencia (1.910.075) han aumentado con respecto a los comicios de 2012 (1.787.656) e incluso a la consulta del 9N (1.861.753), lo que da cuenta de la dinámica política creada en torno al proyecto soberanista.

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