Confieso que he vivido (y que también me he solido equivocar)
El 26 de febrero de 2025 se cumplen 50 años de que fui detenido en el Bar Leire de Pamplona por la BPS (Brigada Político Social). Después vino lo que vino. Imposible de olvidar. Este evento casi coincide con que la «Fundación Oreki» tuvo a bien invitarme a un encuentro titulado: «Del humanismo a las pistolas y vuelta al Humanismo». Fue el pasado 23 de noviembre en Lasarte, gratificante, emocionante y un auténtico ejercicio de sinceridad personal. Este es el resumen, muy abreviado, de mi intervención: Soy José Manuel Bujanda Arizmendi. Nací en Donostia un 21 de diciembre de 1953 y con todas mis contradicciones afirmo que soy abertzale, que Euskadi es mi patria y la Ikurriña mi bandera y así será mientras viva. Nací en una familia castigada y derrotada en la guerra civil, tías fueron niñas de la guerra, tíos y aita, gudaris en el Batallón Saseta. Benito Bujanda, teniente de ametralladoras muerto en combate cuerpo a cuerpo en Peña Lemona. Osaba Gerardo y aita Inosen, presos en Santoña, Puerto Santa Maria y Batallones de Trabajadores. Osaba Gerardo y aita Inosen salieron años más tarde de la cárcel y les faltó tiempo para integrarse activamente en la llamada Resistencia Vasca salpicada de anécdotas. Generación irrepetible.
Nací en una familia cristiana, euskaldun, abertzale de clase media, aita Inosen, profesor mercantil, ama Xixili, comadrona. De pequeño fui testigo de las visitas de osaba Gerardo a casa, eran trabajos previos a las crónicas de Radio Euskadi emitidas desde la selva Venezolana. Participé cual tierno infante en labores de destrucción de papeles mientras paseaba a nuestro perro ratonero, Kaiku, entre los dos primeros puentes de Donostia echando minúsculos trocitos de papel al Urumea. Lo siguiente era escuchar Radio Euskadi. Aita tenía una gran biblioteca. Lo veía escudriñar subido a la escalera algunas estanterías altas. Un buen día lo imité. Cayeron plastiquitos rojos, verdes y blanco. Ikurriñas. Ama y aita pronunciaban palabras «extrañas»: Euskadi, Lehendakari, Abertzale, Jaurlaritza, Alderdia, Erresistentzia, José Antonio Agirre, Irujo, Askatasuna, Kartzela, Zigorra. Así crecí en todos los sentidos, en todos...
A los 17 años corrí por primera vez delante de los grises, al grito de «Gora Euskadi Askatuta», eran los 70. Estudiante de Ciencias Físicas, empecé a dar clases de euskara. Entré a militar en IAM (Ikasle Abertzale Mugimendua). Embadurné más de una vez el Buen Pastor, el hoy Koldo Mitxelana y Correos. Comencé a participar en labores de logística de ETA. Tiempos de Carrero Blanco. El Consejo de Burgos estaba en mi retina. El audio de Mario Onaindia rompiendo el juicio, sus gritos y el posterior Eusko Gudariak me emocionaba. Era antifranquista y abertzale, como aita y tíos. Hubo una «redada» con muchos detenidos.1974. Mi nombre fue «cantado» en comisaría: José Manuel Bujanda, «Bixar». Me incorporé a ETA V Asamblea, como liberado ilegal, en lo que luego desembocaría en ETA pm a finales del 74. Contacté con Txiki, Jon Paredes Manot, obvio circunstancias, detalles, vicisitudes y un largo etc. Había que reconstruir ETA en Navarra, en la Barranka e Iruiñaldea.
Un 26 de febrero de 1975, ya lo he manifestado, soy detenido por la BPS en Pamplona, Bar Leire, 8 de la tarde (mi hija mayor de 41 años y madre a su vez de dos hijas se llama Leire y bien sabe ella la razón). Mi paso por la comisaria de Pamplona, sita en el Gobierno Civil, se convierte en un auténtico infierno (50 años más tarde me son pesadillas nocturnas periódicas). Soy torturado. Era uno más.
Creí morir, y me daba igual, pero no me doblé ni quebré. Me resigné a morir, pero no me rendí ni arrodillé psicológicamente ante ellos. No supe lo que firmé, me daba igual. Ante el juez camino de la cárcel fui el hombre más feliz del mundo. Seguiría vivo. Y podría dormir. Al cabo de una semana me visita la familia. Yo sentado en una silla, pues no me sujetaba de pie. Me ven roto. Septiembre. Juicios sumarísimos, Txiki, Otaegi, tres del Grapo. Condenas a muerte. Nos amotinamos en la cárcel, ikurriñas «artesanales» y cantos por las ventanas que dan a la calle. Celdas de castigo. Huelga de hambre. Y una mañana del 27 de septiembre, un grito desgarrador me despierta, penetra por los barrotes de la celda: «hil dituzte», «los han fusilado». Estupor. El Eusko Gudariak quedó ahogado por lágrimas y una infinita tristeza que dura hasta hoy. Txiki fusilado tiro a tiro, cantando un Eusko Gudariak que a duras penas pude enseñarle, pues no sabía euskera, era hijo de Extremadura. Al cabo de unos 8 meses el corazón se me vuelve a partir en mil trozos con la «desaparición» de otro amigo, Eduardo Moreno Bergaretxe, «Pertur». Pobres, Txiki y Pertur. Se quedaron en el camino.
Me empiezo a cuestionar la violencia como instrumento político. El secuestro y asesinato del empresario Angel Berazadi me indigna. Carabanchel, juicio en el TOP: quiero romper el juicio a lo Onaindía en Burgos. Mi abogado Juan Maria Bandrés me lo prohíbe (hay personas que podrían salir libre, pero... entro en la sala con kaiku y txapela). Dura condena con muchos años de cárcel, me da igual, Franco está bien muerto. Reflexiono y cuestiono la estrategia violenta. Suárez, transición política, luces de la democracia, se habla de una posible constitución, partidos políticos, elecciones, incluso de amnistías, y de un Estatuto de Autonomía. Tiempos nuevos alumbran el horizonte. Esto tiene que acabar, no tiene sentido, hay que cerrar el negociado y bajar la persiana. Con la amnistía piso la calle. Entro a militar en EE, como salida natural-política de los expms. Cuando EE empieza a flirtear con el PSE, lo abandono y al cabo de tres años pido entrada en EAJ-PNV. Y soy aceptado. Corre los 1996. Siendo inspector de educación, a los muy pocos años me encuentro a las órdenes de Román Sudupe y de Joxe Juan González de Txabarri Diputados Generales de Gipuzkoa. En el Gobierno Vasco soy el Director de Gabinete de las Consejeras Nuria López de Gereñu y Cristina Uriarte.
Como dice una de Ken Zazpi, «Agian hasieran bertan ekibokatu ginen». Me arrepiento de haberme equivocado. Si hubiera sabido el grado degeneración de las siglas de ETA jamás habría entrado en la organización. Aquello fue un trágico error, ético y político. A partir de la Transición he sido beligerante ante ETA militar. La violencia lo estropea y mancha todo. Estimo que ETA jamás debería haber existido, y de existir en la dictadura, no debiera de haber sobrevivido jamás al Estatuto de Autonomía Vasco que combatió con saña atentando incluso contra la Ertzaintza, máximo símbolo del autogobierno de Euskadi. Matar nunca estuvo bien, ha estado mal. El dolor causado fue injusto. Máximo respeto a todas las víctimas. La vida de las personas es inviolable, la dignidad intocable. Vida, dignidad, respeto son incompatibles con la violencia. La violencia trae más violencia.
He intentado despojar de toda épica el uso de la violencia política. Hoy lo revolucionario es la defensa de los Derechos Humanos. Seguiré en política, se lo debo a Txiki y a Pertur. Tengo cuatro nietos, Noa, Natale, Eki y Kai. Frecuento parques, txirristras, columpios y toboganes. Los veo jugar, correr, caerse, reírse y caigo en nostalgia. Y me acuerdo de la grabación del video de Paco Etxeberria, monográfico de mis torturas, 56 minutos duros.
A punto de terminar me preguntó a ver si quería añadir algo. Le dije que sí. Acabé la grabación manifestando que deseaba que a futuro mis nietos y nietas fueran capaces junto con los de mis torturadores, de formar la misma cuadrilla, ser amigos, amigas, de hacer ballet, jugar a fútbol, ir a la playa, al monte, cine o de vacaciones. Capaces de empatizar independientemente de sus respectivos abuelos. Un canto a la esperanza, a la humanidad, amistad, cariño, y superación del pasado. Final del video.
Soy abuelo y deseo que mis nietos puedan vivir en paz y plenitud la vida que elijan. No me corresponde plantearles ningún camino, que sean ellos los que lo busquen y encuentren. Quiero que sean buenos ciudadanos vascos, a su manera, que nunca se olviden de esa condición, que sean y actúen como un eslabón más en esa larga cadena que nos ha traído a los vascos al día de hoy. Espero de ellos que sea verdad aquello de «Katea ez da eten, ezta etengo ere». Que la cadena no se interrumpa. Y que continúe adecuándose siempre a la evolución de los tiempos. Respiro. Sí, confieso que he vivido y que también me he solido equivocar.
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