Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Crónica de una crónica (II)

El régimen constitucional español constituye un sistema de cerrojos imposibles de manipular creadoramente para dar a los españoles lo que únicamente entrevieron en dos breves ocasiones.

Eso no se puede firmar, Vera. «Eso» es la crónica sobre la sentencia del Procés, que usted, Vera Gutiérrez Calvo, publicó en “El País” el 15 de octubre del 2019. Si las facultades de Ciencias de la Información enseñan a firmar «eso» debe ser verdad lo que yo temí siempre: que esas facultades aparecieron, fundamentalmente, para distanciar a los periodistas de la calle y elevarlos a una nube que sobrevuela vanidosamente el horizonte popular en que los periodistas de oficio vivieron siempre. Dicen los jesuitas, que saben mucho sobre tal materia: «Promoveatur et amoveatur». La traducción es sencilla y cuidadosamente inverecunda: promover «a» para deshacerse «de». En mayo del 2012 la editorial “Haran 5” publicó un texto mío –“Crisis del periodismo”– en que afirmaba: «El periodismo que se hizo en el último siglo y medio de liberalismo burgués ha desaparecido… El periodismo ha pasado de ser un enlace transparente entre la calle y el poder, o entre el poder y la calle, con una eficacia indudable, a constituir una herramienta en manos de los poderes fácticos que se han apoderado del Estado para hacer de él su campo de maniobras».

Perdóneme usted, Sra. Gutiérrez Calvo, la larga cita que no tiene otra pretensión que evitarme sospechas de «populismo» izquierdoso en lo que sigue. Es, simplemente, un hablar.

Y lo que sigue es… «esto».

Escribe usted, repostando en el Tribunal Supremo, las siguientes maravillas… El llamado «levantamiento catalán» (o «sedición») fue una «mera ensoñación», un «artificio engañoso» para movilizar al pueblo catalán a fin de «multiplicar la presión sobre el gobierno» ¡Magnífico! Repetidas veces más de un millón de  ciudadanos se declararon en Barcelona al parecer –dejo aparte otras manifestaciones en  Catalunya– en estado de idiocia, pues mostraron con entusiasmo el ideal de su independencia, que era simplemente una «mera ensoñación», un «artificio engañoso».

Sigamos. Los acusados en el Procés no pretendían lograr la independencia porque sabían que eso era una «quimera», sino que buscaban «forzar» al Estado a una «ulterior negociación» sobre un referéndum de autodeterminación. Si manifestarse y sufrir el castigo enérgico de la policía es «forzar» al Estado ¿qué debemos entender por libertad de expresión? Más aún, si esos ciudadanos sabían que buscar su soberanía era «una quimera» para qué ocupar la calle, su calle. Parece elevado el grado de idiocia de los independentistas. Si al Estado hay que «acometerlo», además, para sentarse a una mesa política ¿qué entiende el Estado por «mesa de negociación»?
Sigamos. «Los acusados propiciaron un entramado político paralelo al vigente». Elemental, querido Watson ¿Y ese entramado paralelo no debe ser mostrado a los catalanes a fin de que conozcan lo que les ofrecen sus dirigentes?

Sigamos. Escribe usted, Sra.Gutiérrez Calvo, en su crónica: los acusados, según el Tribunal Supremo, no pretendían lograr la independencia –porque sabían que eso era una «quimera»– «sino crear un clima de tensión máxima que forzara al Estado a una ‘ulterior negociación’ sobre un referéndum de autodeterminación en Cataluña» ¿Y un referéndum es cosa tan peligrosa para la democracia?
Demos marcha atrás el reloj de la historia reciente: ¿fue correcto el referéndum que alumbró la Constitución del 78? Yo creo que no, por eso me abstuve de votar en aquella ensoñación o quimera.

Pero enumero mis razones para no aparecer como «sedicioso»:

1ª razón: La Constitución del 78 fue sometida a votación cuando ya estaba instalada la monarquía, lo que eliminó la esperanza de restituir la República traicionada por un golpe militar. Es decir, el referéndum legalizó indirectamente el levantamiento faccioso del 36, que rebrotó en el 23 F.

2ª razón: La Constitución del 78 fue puesta en marcha sin mediar el tiempo necesario para que un gran debate público diese luz a tan trascendental suceso constitucional.

3ª razón: El régimen Constitucional del 78 no contó con los españoles en el exilio de un modo solemne y necesario.

4ª razón: La Constitución del 78 advino bajo un gobierno poblado de dirigentes franquistas.

5ª Razón: La Constitución del 78 instauró un régimen de autonomías que no era reclamado por una gran parte de España y que solamente tenía por propósito neutralizar los deseos de nacionalidades históricas como Catalunya, Euskal Herria y Galicia.

Podría señalar otros motivos de la nebulosa restauración monárquica en España, como el quebrantamiento de la línea dinástica. Pero creo que basta con lo dicho, ya que no oposito a cátedra.

Lo que invalida definitivamente la Constitución española es que impide con su kelsenianismo la renovación o modernización política del país. El régimen constitucional español constituye un sistema de cerrojos imposibles de manipular creadoramente para dar a los españoles lo que únicamente entrevieron en dos breves ocasiones. Esa Constitución enterró prematuramente el socialismo, el comunismo, el auténtico liberalismo y una serie de posibilidades o realidades ideológicas cuya carencia nos hace navegar hoy sin ruta determinante; en términos navales la ruta que puede ser denominada, muy apropiadamente, como derrota. Pues bien, este asendereado país puede lucir una contradicción más: navega «victorioso» con una mala la derrota.

Voy a citarme en el trance final de este papel no para imponerme a mi inanidad sino para votar íntimamente como elector que rinde a su libertad el homenaje que cabe. Vuelvo a mi librito del 2012: «El lector de periódicos, el oyente de radio, el televidente que sestea, son víctimas de un proceso informativo que está rígidamente intervenido por criterios finalistas. Este lector y oyente no recibe noticias sino, en la mayoría de los casos, consignas».

Sra. Gutiérrez Calvo, con mis respetos

 

Continuación: "Si leve lo leve, dos veces leve (y III)"

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