Iñaki Egaña
Historiador

De Matignon a Olimpia

El 30 de junio y el 7 de julio se celebrarán las elecciones legislativas en el Estado francés. Del 26 de julio al 11 de agosto los Juegos Olímpicos en París, y del 28 de agosto al 8 de setiembre, los Paralímpicos. Tres acontecimientos que pondrán en el centro de la información mundial a la vieja Francia, atravesada desde los últimos comicios europeos por la victoria de la ultraderecha del Rassemblement National. La cuenta atrás olímpica ha quedado matizada por la disolución de la Asamblea Nacional por Macron, la unión inédita de la izquierda en un Nuevo Frente Popular, la propia campaña, y el enfangamiento y conspiración consiguiente al que nos tienen acostumbrados los ultras planetarios.

La gestión informativa de los tres acontecimientos ha servido para dejar en un segundo plano al cambio en el censo de Kanaky con las protestas y levantamientos de la población original. También las veleidades guerreras de Macron en el conflicto de Ucrania, proponiendo el envío de tropas. Circunstancias previas a las elecciones europeas convertidas en un intento de acaparar la atención en horas bajas para su formación que, por cierto, ha tenido graves problemas para confeccionar sus listas electorales. Rascar votos a la extrema derecha con un discurso neocolonialista.

En su génesis, este verano de 2024 se enlató con una estrategia diseñada para que fuera una explosión de apoyo a la «grandeur» francesa. En cierto sentido, una réplica de la línea del Gobierno de Felipe González en 1992, con los actos destinados a enchufar a España en el centro del planeta (Olimpiadas en Barcelona, Expo de Sevilla y V Centenario). La falla de Macron es una prueba más de la liquidez imperante y de que la política no se puede enfocar en términos exclusivamente estadísticos ni matemáticos. Lo imprevisible tiene cabida y es capaz de voltear escenarios.

La sorpresiva y unilateral disolución de la Asamblea Nacional −a decir de los compañeros de formación de Macron− nos ha dejado varios ecos inéditos. El más notorio, la salida a escena del Nuevo Frente Popular, recordando la época prebélica anterior al nazismo que llevó a Hitler a invadir Europa. Entonces, las izquierdas francesas y españolas adoptaron una decisión similar, no sin contradicciones. La supuesta neutralidad de Léon Blum fue una de las causas que cavó la tumba de la República española, mientras que en Hego Euskal Herria, aquel predecesor de la izquierda abertzale que fue ANV, hoy ilegal, se integró en la coalición a las elecciones de febrero de 1936 y fue expulsada del Frente Popular, ya en guerra, por sus objetivos independentistas. Y como la política tiene mucho de bucle, el PCF aquitano ya ha echado las campanas al vuelo, denunciando la presencia de EH Bai en las listas del NFP. Recordar que Mélenchon, de la Francia Insumisa, fue uno de los diputados que llevó a los tribunales la entidad administrativa vasca que hoy preside Jean-René Etchegaray, lehendakari en Ipar Euskal Herria. Fue durante la Francia colonial que se inventó la palabra «chovinismo».

La velocidad política en el Hexágono ha tapado, asimismo, la conformación del entorno olímpico, las obras y desmanes habituales en estos macroacontecimientos. Las Olimpiadas son un negocio. No únicamente deportivo, sino también empresarial, en especial en el sector de la construcción. Y todos aquellos agujeros denunciados en Brasil, Qatar, etc., se han vuelto a reproducir, a pesar de los eslóganes de transparencia y respeto a los derechos laborales. Comenzando por la propia dinámica del Comité Olímpico Internacional (COI), una de las organizaciones supranacionales más opacas del planeta, fuente de corruptelas, prácticas mafiosas y despliegue de intereses extradeportivos (Rusia vetada, Israel en cambio, sin sanción).

No son los Juegos, precisamente, un espejo para fomentar el ejercicio, como señaló Amélie Oudéa-Castéra, la ministra de Deporte. Recientemente, Philippe Descampas apuntaba que más de mil millones de personas del planeta son obesas (el 42% de los hombres en EEUU, cuya selección probablemente copará el medallero) y que «el sedentarismo está llevando a la humanidad a una inflexión antropológica subestimada». Describir Olimpiadas con el objetivo de contagiar la práctica deportiva es una falacia. Se trata también de generar espacios que se conformen como grandes plataformas turísticas.

En el departamento de Seine-Saint-Denis se han construido la mayoría de las instalaciones para los JJOO. Los pelotazos urbanísticos y la práctica habitual capitalista de mayor beneficio en el menor tiempo posible ha sido una constante: subcontrataciones en cascada. Trabajadores sin papeles, jornadas interminables, salarios indignos, accidentes laborales... y las protestas de los sindicatos: «Sin papeles no hay Juegos». Amara Dioumassy, Seydou Fofana... nombres para el olvido que no batirán récord alguno, ni pasarán a los anales del deporte por su clasificación. Fallecieron en las obras.

Tras las constataciones, el hecho informativo es relevante en las previsiones. Convertirse en foco mundial es ocasión. Participarán alrededor de 10.000 atletas. Y su actividad será seguida por los esperados y acreditados 20.000 periodistas. Múltiples relatos filtrados por las consiguientes cadenas. Con la certeza que semejante concentración mundial supondrá oportunidad informativa. Y no únicamente deportiva, sino de cualquier otra faceta. Los minutos de gloria, las redes sociales y las necesidades de obtener protagonismo en un medio saturado nos van a permitir asistir a decenas de actuaciones teatrales en vivo. Pero también a actos probablemente reivindicativos, algunos violentos, de ese sector invisibilizado de la sociedad al que marginan sus elites. Los conflictos abiertos en el planeta, el genocidio de la población gazatí, serán la trastienda de gestos que aprovecharán París para dar a conocer al mundo que no todo es de color de rosa. Llegará un verano caliente con los colores de la tricolor.

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