Iñigo Jaca Arrizabalaga
Médico jubilado

El economista y la jurista en Osakidetza

Ambos llevaban tiempo ocupando cargos de responsabilidad en el sistema sanitario vasco y ambos serán de absoluta confianza del partido que gobierna la sanidad vasca. Pero sorprende que su formación académica –economista y abogada– no se corresponda con el cometido principal de un servicio sanitario: producir salud.

En la cabeza de estas organizaciones no suele ser necesario que la formación del máximo responsable político coincida con el conocimiento exigible a quien ha de conocer las evidencias científicas que guían los planes terapéuticos y en función de ello planificar, organizar, normativizar y controlar.

El mejor consejero de Sanidad que he conocido fue el economista Jesús Javier Aguirre y nos trajo la mejor transferencia del Estado, pero poner un economista al frente del Departamento de Farmacia creo que es un gran error, pues él quizás no valore mucho si, por ejemplo, hay una opción con suficiente evidencia para la mejor profilaxis aterotrombótica y cambie consiguientemente los criterios del visado del Inspector denegador.

El economista y sus números –esperemos que no haya otros intereses con el fabricante del coaguchek– someten a decenas de miles de pacientes anticoagulados al sistema inseguro e ineficiente de control con Sintrom, abandonado ya en Europa y en muchos lugares del Estado, que ha sido sustituido por la administración de los anticoagulantes orales (ACOD) con mucho mejores resultados, menos ictus… y menos fallecimientos por las complicaciones. Esta mente proclive a valorar solo el costo y no los resultados, sigue enquistada en una Dirección del Departamento y mediatiza y compromete la mejora.

La jurista ocupa el cargo de Directora General de Osakidetza. Cuando la nombraron pensé que quizás la actuación de los profesionales era tan negligente o prevaricadora que hacía falta de una mano dura e imperturbable que iniciase procedimientos aleccionadores y así reconducir las conductas profesionales.

Le conocí en un juicio contra un Jefe de Servicio y cuando se dirigía al Jefe, siempre le llamaba por su segundo apellido. Pensando que se trataba de un error de la abogada, en un receso de la vista oral, me dirigí a ella y le dije que él era el Doctor Sanz. Cuando se reanudó la vista, la abogada López seguía llamándole por el segundo apellido, pero con mucha más pasión y énfasis. Recordando aquello, no me parece que tenga ni el rigor ni la cintura que hay que tener para gestionar ese colectivo con problemas tan complejos. El transcurso del tiempo nos lo mostrará.

Hasta ser promovida a la Dirección General, la abogada López, fue la subdirectora de Asesoría Jurídica de Osakidetza. Su cometido parecía ser el de analizar y oponerse a las reclamaciones formuladas por daños de los ciudadanos y aleccionar a los inspectores para que encuentren todos los resquicios denegatorios, poniendo así la lupa negra en todas las solicitudes de prestaciones e indemnizaciones de reparación de hipotéticos daños sufridos.

Para reforzar todo ello contrató un servicio de asesoramiento jurídico integral y defensa y asistencia jurídica letrada ante tribunales por un presupuesto de 213.000 euros a la empresa adjudicataria Grupo Unive Servicios Jurídicos y otro importe con la misma empresa de 85.9910 euros con IVA para vigilancia procesal. Igualmente, suscribieron adjudicaciones plurianuales por valor de más de 5,8 millones de euros contratados con la Société Hospitalière D’Assurances Mutuelles (SHAM). Imagino que estas cifras estarán actualizadas, pero el control parlamentario debiera conocer las mismas y ,lo más importante para la ciudadanía, los daños que cubren, las causas de los mismos y las cuantías indemnizatorias.

Mi temor es que aquí, conocido el percal, se cumpla la parábola de Kafka: «aunque la ley tiene la puerta abierta, no es posible entrar, porque ante la ley hay un guardián».

Señora Directora General de Osakidetza estoy atento a todo lo que su gestión promueve en Osakidetza. Tiene graves problemas heredados, quizás su bagaje jurídico le ayude a exigir a sus profesionales mayores y mejores tiempos de dedicación a los pacientes, pero en mi opinión –solo en ella–, su estilo es más proclive a proteger al fuerte en detrimento del débil. Me gustaría estar equivocado.

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