Ali Salem Iselmu
Periodista y escritor saharaui

El expolio de África

África vuelve a la actualidad y se convierte en una zona de alta tensión internacional. El recuerdo de la guerra de Libia y la destrucción de ese país sigue latente en la memoria de sus vecinos. El golpe de estado en Níger llevado a cabo por el general Abdourahmane Tchiani el pasado mes de julio nos recuerda la importancia de las materias primas de ese continente y las sucesivas guerras llevadas a cabo para controlar dichos recursos.

Si la ocupación del Sahara Occidental se hace por parte de Marruecos para apropiarse del fosfato y la pesca, el golpe de Estado de Níger viene a cuestionar el control de uranio por parte de la multinacional francesa Areva. Níger es uno de los principales exportadores de uranio a nivel internacional y, a la vez, uno de los más pobres del mundo, según los índices de las Naciones Unidas.

Hay que señalar respecto a la situación social y económica de Níger, la falta de electricidad, de agua potable, de educación y salud han condicionado la estabilidad de un sistema político que no debe gobernarse a base de golpes de Estado.

La gran paradoja de África es su riqueza por una parte y la pobreza crónica de la mayoría de sus países. Este año muchos africanos han muerto en el mar intentando alcanzar Europa, huían de la guerra, la sequía y las deplorables condiciones de vida que sufren.

En Níger hay uranio, en Libia hay petróleo, en Argelia, gas natural, en Mauritania, oro y hierro, en la República del Congo, coltán. La mayoría de estos minerales son explotados por empresas extranjeros que se llevan más del 80% de los beneficios. En el caso del oro se usa el cianuro para su extracción generando una gran contaminación para personas, plantas y animales.

Este modelo económico y social impuesto a África desde su independencia hasta la fecha de hoy, solo ha contribuido a acelerar las causas de su pobreza. Varias hambrunas han azotado este continente en la década de los 80 y los 90, obligando la intervención de organismos internacionales para salvar vidas humanas. Si queremos contribuir al desarrollo de África y su estabilidad política, debemos de dejar que los propios africanos encuentren un modelo propio de desarrollo que sea viable con sus necesidades.

Los africanos no necesitan consumir la cantidad de mariscos y carnes, zapatillas y coches que hay en los países ricos. África necesita tener unas condiciones mínimas que le permitan producir sus propios alimentos y cubrir sus necesidades básicas para autoabastecerse.

La ayuda humanitaria o la ayuda al desarrollo no es más que una labor de asistencia, no contribuye a crear un desarrollo al país receptor, lo hace dependiente de la contribución de otros. Un ejemplo claro es el de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, de los programas de ayuda de la ONU destinados e ellos y los recortes que sufren.

Si queremos contribuir al desarrollo de este continente, no podemos explotar sus recursos y materias primas sin generar beneficios a sus pueblos. El caso de la mina de uranio de Imouraren en Níger, explotada por la empresa francesa Areva, o el caso de la mina de oro de Tasiast en Mauritania, cuyo mineral extrae la empresa canadiense Kinroos, son dos casos similares de como en África la riqueza del subsuelo solo ha contribuido a una mayor pobreza de los pueblos de este continente.

El caso de la mina de Fos Bucraa en el Sahara Occidental es más sangrante todavía. Esta mina es explotada por la empresa minera estatal marroquí OCP Group, los beneficios van íntegros a las arcas del Gobierno marroquí, mientras tanto el pueblo saharaui vive entre el exilio, el refugio y la ocupación.

En África se libra una batalla por la supervivencia de muchos pueblos y naciones, el viejo modelo de extracción de materias primas, construyendo infraestructuras para su transporte y dejando el país sin carreteras, electricidad y agua potable, ya no es viable. Corresponde invertir en la sociedad los beneficios que genera su riqueza y así podemos acabar con las políticas de ayuda humanitaria.

La corrupción es una de las lacras que ha determinado la suerte de África. Mobutu Sese Seko, exdictador de Zaire, actual República Democrática del Congo, amasó una fortuna de 6.000 millones de dólares, mientras la deuda externa del país alcanzaba los 13.000 millones de dólares. Este hombre gobernó desde 1960 hasta 1997, año en el que fue depuesto del poder y se exilió en Marruecos hasta su muerte. Su riqueza se podía equiparar a la deuda externa de su país.

Mohamed Bazoum fue depuesto mediante un golpe de Estado en Níger y la Cedeao, que es la Comunidad Económica de Estados de África Occidental que lidera Nigeria, está buscando una solución a la actual crisis. La futura solución del conflicto de Níger debe respetar la soberanía y evitar una intervención militar.

África no necesita más guerras. Después de la destrucción de Libia, las guerras solo han traído más refugiados y muertos. Toca apoyar a los pueblos africanos en su búsqueda para encontrar un desarrollo propio que les permita tener unas condiciones dignas de vida.

Una nueva visión económica y política, de relaciones internacionales más justas, podrá salvar a África de la emigración en pateras y cayucos hacia Europa. Todo depende de la solución que se le dé a la crisis de Níger y otros conflictos que azotan este continente.

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