Mikel Casado
De la Fundación Hitz & Hitz, entidad del Foro Social Permanente

En cuanto a verdad, relato, memoria y víctimas

La mejor aportación a la convivencia democrática por la sanación parcial o total del dolor de las víctimas está en la del reconocimiento de todos los hechos de conculcaciones de derechos humanos, ante las propias víctimas y el público general.

El Foro Social Permanente, con el ánimo de aportar a la convivencia democrática, acaba de hacer públicas 10 recomendaciones denominadas "De los relatos de guerra a las memorias para la paz". Manteniendo esa vocación por la facilitación de la construcción de la convivencia, pero también con ánimo aclaratorio y de ampliación de conceptos, permítaseme hacer las siguientes consideraciones.
 
No vemos la realidad tal cual es. Toda observación de hechos, parciales o totales, naturales, sociales o políticos, es realizada con un sesgo particular de influencias, prejuicios, emociones e intereses de todo tipo, también ideológicos, de los cuales no somos conscientes. Lo que en realidad sucedió –Locke lo llamaba un «no sabemos qué»–, solo podría ser descrito a la perfección por Dios –si existiera tal ente–. La representación en la mente humana es solo el fenómeno, la teoría científica, que es falsa o verdadera, según otros y otras observadoras científicas lo vayan contrastando, con su propia experiencia. Así, siempre es hipótesis falsable por otros/as. Por tanto, todo fenómeno es subjetivo en cuanto que es algo en mi/nuestra mente, pero es más objetivo cuanto más aceptado sea por las mentes de los demás. La objetividad no lo es porque sea la verdad de lo sucedido, sino porque es más común, más intersubjetiva, más aceptada, más consensuada, siendo lo único que tenemos. Así, el relato es una representación en nuestra mente particular que se publica oralmente o por escrito. Ello significa que se necesita diálogo, escucha y contraste constante con otras mentes que tienen otras versiones de lo ocurrido, si queremos ser más objetivos.

Claro, se supone que los observadores/as que quieran aportar para la construcción de una representación lo más parecida a lo real posible serán sinceros, no mentirán interesadamente, sobre lo que creen ocurrió. Tengamos en cuenta que se puede estar dando cuenta de algo falso sin mentir porque puede creerse que así fue como ocurrió. O se puede contar algo contrario a lo que se cree que ocurrió, en cuyo caso, se miente, por intereses políticos, por influir torticeramente en la memoria de otros y otras.

Dentro de la mentira o falta de sinceridad se puede incluir la ocultación de lo que alguien sabe y no quiere contar. Cuanta más ocultación, más especulación y más relatos diversos e, incluso, contradictorios. Cuanta más desvelamiento, más nos acercamos a una visión más coherente. Y, como no hay democracia si está basada en la mentira, es obligatorio contar lo que uno conoce para aportar a la convivencia democrática.

Pero, incluso con la buena voluntad de la sinceridad, se desprende que, para progresar en lo intersubjetivo, en lo más consensuado, hace falta tiempo, aportaciones, comprobaciones, nuevos descubrimientos, etc., así como la apertura y disposición a cambiar de opinión en cuanto a lo que creíamos que sucedió.

Lo que es difícilmente negable, si no es incurriendo en negacionismo arbitrario, es que se produjeron tales y cuáles violaciones de derechos humanos como matar, secuestrar, torturar, amenazar, encarcelar, perseguir, difamar, extorsionar, etc. Pero la imagen total de lo sucedido no la tiene nadie. Por eso es necesario contar con cuantas mentes/conciencias puedan aportar su percepción de los hechos para que cuenten, con sinceridad, qué vivieron, cómo los vivieron, etc., para acercarnos a tener una imagen lo más coherente, parecida y común posible a la de los demás. Hasta entonces y mientras tanto, cada cual mantiene su imagen mental, memoria, opinión de lo ocurrido.

Entonces, si la memoria es el recuerdo de lo sucedido que queda en el interior de nuestras mentes, que también es relatado por unas y otros, la memoria y el relato son lo mismo, solo que la memoria es privada y el relato es la memoria hecha pública, dicha a otros/as. Es por eso que cobra sentido decir que no hay un solo relato, sino relatos. Relatar los supuestos hechos de una manera u otra es incidir, influir en la mente, en la memoria de los demás. Si es con mentira, será abominable, pura manipulación con interés particular. La verdad (no lo real, pues lo real es el «no sabemos qué» de Locke), eso que es lo más consensuado, aceptado, intersubjetivado hasta el momento que se discute, metodológicamente seguirá siendo provisional, corregible, matizable a la luz de nuevos descubrimientos, aristas, miradas, perspectivas más coherentes con la totalidad del puzle. Es por ello que se dice que la memoria debe ser inclusiva, que se cuente con otras versiones sinceras. Es decir, será teoría mientras no se demuestre lo contrario, pero debe mantenerse como hipótesis permanentemente.

Con sinceridad y voluntad de apertura, es más fácil el acercamiento, y la supuesta batalla por el relato se vería reducida a las causas de acontecimientos horrendos, exponer el contexto histórico, social. Decir las causas no es justificar, pero tampoco es describir los hechos crudos, sino explicar sus condiciones previas. Esta es una tendencia natural de la mente humana, que siempre busca una causa, aunque las más de las veces son muchas, y lo hacemos según nuestros aprioris. En este ámbito, el de la explicación o comprensión, es donde probablemente haya más desacuerdos. En este aspecto recomiendo la lectura del artículo "Una construcción posibilista" (http://forosoziala.eus/eu/una-construccion-posibilista) de Pedro Ibarra, escrito para el Foro Social Permanente.

La mejor aportación a la convivencia democrática por la sanación parcial o total del dolor de las víctimas está en la del reconocimiento de todos los hechos de conculcaciones de derechos humanos, ante las propias víctimas y el público general. La legítima pregunta de la víctima por el quién y cómo sucedió es un pequeño gran vacío en su conocimiento que necesita ser llenado con respuestas coherentes que le aporten una paz que haga más fácil su vivir y, por ende, la convivencia.

Y si queremos prevenir que vuelvan a ocurrir horribles acontecimientos como los sucedidos, es necesario relatar los hechos de la manera más sincera, creíble, coherente, común posible para que quede en nuestras memorias, y en las de quienes nos suceden, como conculcación horrenda de derechos humanos, los principios más éticamente nobles que para la convivencia haya imaginado mente humana, cuyo respeto es referencia de lo que realmente es democracia.

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