Jonathan Martínez
Investigador en Comunicación

Encrucijadas

Hace unos días, durante un encuentro con simpatizantes de EH Bildu, Arnaldo Otegi hacía un comentario casual que resumía la incertidumbre del momento: «Nosotros bien, a ver qué tal los demás». Las encuestas arrojaban, en efecto, un pronóstico favorable a la coalición soberanista y el mapa electoral de Euskal Herria frenaba la dinámica ascendente del PP. Todas las expectativas recaían sobre Pedro Sánchez y su capacidad de corregir el patinazo de los últimos comicios municipales y autonómicos. La alternativa a la entente del PSOE y Sumar era un poco apetitoso gobierno de Feijóo y Abascal.

Sánchez ha vuelto a tener la fortuna de su parte. Aunque Feijóo pueda reivindicar la victoria, los diputados del PP y Vox no suman mayoría. Al otro lado hay una sopa de siglas muy semejante al combinado que desalojó a Rajoy de la Moncloa en 2018. Es como si Sánchez hubiera regresado a la casilla de salida. También entonces tuvo que hacer malabarismos negociadores con formaciones independentistas contra el deseo de sus propios barones regionales. Pocos confiaban en que el PDeCat pudiera prestarse a sostener la moción de censura. Ahora, cinco años más tarde, el nombre de Puigdemont aparece una vez más en el fiel de la balanza.

Aunque los más cenizos proclaman el retorno del bipartidismo, las cifras de anoche conceden un papel central a las formaciones independentistas. El avance o el bloqueo del Gobierno queda en manos de acuerdos multilaterales tan intrincados como urgentes. Si Sánchez no es capaz de hilar una alianza progresista y plurinacional a lo largo del verano, la repetición electoral tendrá algo de ruleta rusa o de suicidio. Esta vez, Ferraz ha sobrevivido a un recuento apretado y al borde de la taquicardia. No conviene tentar demasiado a la fortuna.

Por otro lado, mirando con gafas de cerca, es imposible no atender al desmoronamiento del PNV. Los jeltzales han perdido más de cien mil papeletas desde los comicios de 2019 y quedan ya por debajo de EH Bildu tanto en votos como en escaños. Si las elecciones de mayo precipitaron los comicios de ayer, no es descabellado pensar en un adelanto electoral también en la Comunidad Autónoma Vasca. El cambio de ciclo ya se ha verificado por partida doble y Sabin Etxea debe tomar cartas en el asunto si quiere contener la sangría. Es tiempo de encrucijadas.

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