Jesús María Aragón Samanes

Esquivando el mate

Nosotros los carlistas, hablamos y hacemos desde la legitimidad y la responsabilidad en nuestro actuar personal y comunitario. A la hora de vestir esto, a lo largo de nuestra vida histórica, hemos podido equivocarnos en la elección de la decisión a tomar, en la decisión sobre la acción concreta, hemos podido cometer errores y no haber sabido medir nuestras fuerzas en un determinado momento, incluido el sabotaje interno a nuestro propio ser.

Señor Berdié, le agradezco sus palabras, así como el tono de su escrito.

Me alegraré mucho si GARA publica el mío, como ha hecho con otros, y cuya actitud abierta le honra en estos tiempos de concentración de todo, incluidos los medios de comunicación, cada vez en menos manos, y por eso mismo cada vez menos plurales.

Comparto también con usted que de lo que se trata es de dialogar para llegar a acuerdos entre los que el fundamental ha de ser el de asegurar la posibilidad de seguir acordando para excluir toda situación de dominio, de dependencia, de sumisión, y preservar, así, la básica igualdad de condición, y el mutuo respeto.

Supongo que alguna contabilidad habrá, en estos tiempos en los que todo es encuesta y estadística; ni el Partido Carlista ni yo la conocemos porque consideramos que todas y cada una de las muertes son una tragedia personal y colectiva.

Me siento mucho más cercano a Camus que a Stalin, o a Hegel, en cuyo determinismo histórico no creo, ni lo acepto; me parece un intento, entre tantos, de explicación de los aconteceres humanos, que ha sido utilizado, además, por los vencedores militares como justificación de sus fechorías.

Le entiendo, pero no, no hablaba de nosotros los carlistas, sino de ETA, y también le diré que suelo releer lo que escribo, y me siento concernido por ello e incluido en la frase «nadie tiene ningún derecho a disponer de lo que no es suyo, la vida humana».

De los carlistas se ha hablado y escrito mucho, demasiado, y mal, y por eso mismo estaría justificado el tener la oportunidad de hablar de nosotros mismos, de explicarnos; afortunadamente, ya hay varios historiadores que con su trabajo de investigación están ayudando a una mejor comprensión de nuestra existencia.

Me parece alucinante la posición de la mayoría de historiadores que aceptan, acríticamente a mi juicio, las pestes que sobre nosotros han echado nuestros enemigos vencedores militares, atribuyéndonos, además, todos los vicios y aspectos negativos, cargando las tintas también, de los que se impusieron a la mayoría demográfica, que coincidía con la mayoría social, violentamente, a sangre y fuego, por la fuerza bruta de las armas… y del dinero.

Nosotros los carlistas, hablamos y hacemos desde la legitimidad y la responsabilidad en nuestro actuar personal y comunitario. A la hora de vestir esto, a lo largo de nuestra vida histórica, hemos podido equivocarnos en la elección de la decisión a tomar, en la decisión sobre la acción concreta, hemos podido cometer errores y no haber sabido medir nuestras fuerzas en un determinado momento, incluido el sabotaje interno a nuestro propio ser. Cuando hacemos el análisis de los resultados obtenidos, volvemos a nuestra fuente; valga como ejemplo, del que puedo dar testimonio personal, la actitud del Partido Carlista ante Franco y su cruel dictadura; no fue plácida la vida, precisamente, para nosotros, aunque la denominada Memoria Histórica nos recoja en su olvido.

Respecto al eslogan «Don Carlos o el petróleo», situándonos en su contexto, además de ser lo opuesto al fundador de la Legión, y de quedar refutado en dicho opúsculo firmado por el P. Vicente Manterola una burda mentira mil veces mil repetida contra nosotros acerca de nuestra oposición al progreso, ya que dice expresamente «continuará el alumbrado de gas, y el ferrocarril, y el telégrafo eléctrico. Y habrá Universidades, y Academias, y Ateneos…», y vista la excesiva dependencia que tenemos del petróleo en nuestra vida económica, prefiero lo que significa «Don Carlos».

Bilatu