Gloria Zuazola: de las imprescindibles
Sobre todo hablamos de Euskal Herria. Yde los vascos y vascas que acogistéis y que cuidastéis, que les distéis una familia con una generosidad y un amor tan increíble que emociona. Suena cursi, pero es que es la verdad
He decidido tomarme la licencia de utilizar este escaparate para dejar aparcada la política fría para hablar de política de verdad en este artículo que no pretende ser un obituario sino una carta de amor.
Estoy entrando en una fase de la vida en la que la enfermedad y la muerte son cada vez menos indiferentes. Cosas que son tan lejanas cuando eres joven y que poco a poco te van atrapando más minutos de tu día, que copan tu mente y de repente te hacen ver el paso del tiempo, en el que el final del tunel se ve más cerca que el inicio. Supongo que ahí es cuando empezamos a hacernos los jóvenes, a hacer un balance provisional del tiempo transcurrido y a pensar en que lo que nos queda hay que aprovecharlo al máximo por si acaso.
Y de repente te avisan por Whatsapp que alguien que quieres y admiras ha muerto (así, sin eufemismos) y todo te sacude... He dicho de repente pero no ha sido así. Realmente ha sido un largo proceso lleno de altibajos. Solo que cuando te lo dicen siempre es de repente. Aunque lo sepas, lo esperes, te lo imagines. Se ha muerto de repente. Y te queda el recuerdo. Abres la caja de la memoria, esa que duele y te hace recordar que ya está borrosa... Y recuerdo cuando te conocí, hace quince años, un atardecer de principios de invierno en Montevideo.
Era un momento especial en mi vida. Mi mozo acababa de salir de prisión y junto a nuestra hija nos fuimos a Uruguay, tres meses. Fue un viaje de encuentros, mucho amor y algunos planes de futuro. Nada más llegar allí te encontré, en un restaurante del centro de Montevideo. Me dijeron «esta es la Gloria, nuestra Aintzane». Esos amigos tan queridos que compartimos ya me avisaron de que me iba a encontrar con una persona maravillosa y especial. Y así fue. En esa cena ya conseguiste que te quisiera. Y recuerdo que pensé esta mujer vive en Euskal Herria aunque su cuerpo esté aquí. Cómo se puede vivir con esa intensidad una realidad tan lejana, pensé. Qué conocimiento, qué seguimiento, qué capacidad analítica sobre la causa vasca. Y enseguida sentí esa conexión militante, ese no sé qué que solo se siente con la gente como tú.
Hubo otro montón de encuentros; de asados y vino más que de mates, para ser sinceras. Y estuvimos en la mani del Filtro y comentamos la jugada y descubrí todo lo que hizo el pueblo uruguayo por nuestro pueblo. Y descubrí Artigas y conocí de tu boca las mejores reflexiones de tu paisano Eduardo Galeano. A Benedetti ya lo conocía y admiraba desde mucho antes pero también nos sirvió de conversación para conocer la historia de tu paisito, de la época de la dictadura, del movimiento tupamaro, de las leyes de amnistía, caducidad y la lucha contra la impunidad... Y platicamos, y debatimos y seguimos el proceso de primarias por el que se eligió a Pepe Mujika como candidato del Frente Amplio a la presidencia del Uruguay, cargo que obtendría un año más tarde generando una transformación política importante en las políticas públicas del país.
Pero sobre todo hablamos de Euskal Herria. Y de los vascos y vascas que acogistéis y que cuidastéis, que les distéis una familia con una generosidad y un amor tan increíble que emociona. Suena cursi, pero es que es la verdad. Allí entendí con solo verlo un montón de cosas que por mucho que te las cuenten no acabas de entender. Entendí que hay personas que se comprometen de verdad, no para un día o un mes, sino para toda la vida. Que hay personas que lo dan todo, que arriesgan mucho y que ni el miedo ni la desesperación pueden nunca con ellas. Esas personas siempre están pensando en dar, solo en dar. Darlo todo quedarse con lo mejor, sin esperar nada a cambio, ni gloria ni aceptación. Decía una vieja canción que nadie da todo por nada ...pero no es verdad. Tú lo desmentías a diario.
De tus últimos viajes a Euskal Herria recuerdo habernos reido a carcajadas con cualquier cosa y hasta de las cosas más macabras. Tu naturalidad y el positivismo con el que hablabas de tu enfermedad. Tu tono de voz y tus maneras dulces. Pero sobre todo tus ganas de saber, de informarte de todo, de escuchar opiniones sobre esto o aquello.... porque saber escuchar es un don que cada vez tiene menos gente. En tu último viaje descubrí que al igual que a mí te habías ganado a muchísima gente a lo largo de todos estos años. Y fue una gran alegría saber que Eduardo (de quien podría decir exactamente lo mismo que de tí) y tú ibais a recibir el reconocimiento público de todas ellas en el acto de Sortu de Lakuntza. Un sentido reconocimiento a toda una vida de lucha y compromiso militante por parte de una comunidad de la que habéis formado y formáis parte. Fue emotivo y estabas conmovida, abrumada por todo el cariño recibido. Más que merecido lo tenías a pesar de que sé que tu humildad no te permitía creértelo. Hay personas, cada vez más en esta sociedad, que buscan constantemente el reconocimiento y el aplauso fácil de la gente y que parte de las cosas que hacen las hacen para obtenerlo. Y luego están, las que como tú, jamás piensan en ello ni remotamente, pero cuyas trayectorias vitales son tan ejemplares que merecen que todo el mundo las reconozca.
A lo largo de la vida vamos conociendo muchísimas personas. Algunas en situaciones fáciles y agradables. Otras en las difíciles. Tanto nos dicen las unas como las otras de la persona que tenemos en frente. Yo tuve la suerte de conocerte en situaciones fáciles y agradables pero sé que si hubiera tenido una situación difícil tú hubieras sido de las personas que me hubiera gustado encontrar. Y eso sí que no se puede decir de todas. Por eso eres, Gloria, de las imprescindibles.