¿Hay literatura en «Patria»?
Nadie puede decir que "Patria" sea una buena o mala novela, si no lo demuestra con un análisis riguroso, basado en criterios literarios que plasmen tal bondad o maldad estética. El análisis político es un criterio más. Y no es el más importante.
Con la excepción de señalar que la novela "Patria" utiliza el flashback, que es más que recurso necesario tratándose de una novela amnésica, poco o nada se dice de su sintaxis, de su lenguaje, de su capacidad metafórica, de su adjetivación, de su punto de vista, de sus monólogos, de sus descripciones analíticas, del uso de la ironía, del uso de las preposiciones y de las comas, de su narrador, del sistema utilizado para jerarquizar estéticamente las caracterizaciones de los personajes; en definitiva, nada de una gramática de la novela o de la «organización de su masa verbal» (Bajtin).
Cualquiera que lea las respuestas dadas a "Patria" –desde que se publicó en 2016 y repetidas tras su conversión al cinemascope–, alguien pensará que se trata de un tratado de política sobre el País Vasco y el terrorismo, y no de una novela.
Analizar de forma exclusiva y excluyente una obra literaria sobre la lógica de nuestras creencias y no hacerlo sobre los mecanismos literarios utilizados para escribirla, es un hábito que no produce buenas vibraciones entre las partes. No reniego del análisis político e ideológico de una novela. Pero sí defiendo la existencia de un método que describa cómo un autor inserta ese mundo de las ideas en un relato, y no limitarse a deplorarlas porque no me gustan o no me identifico con ellas.
Mucho peor es todavía que la «crítica literaria», tan pacata ella en este terreno, se haya cebado en concretar la ideología de "Patria" y alabarla sin tapujos. En los años 80, esta misma crítica se escandalizaba por la dimensión política que tenían algunas novelas –pienso en las de Belén Gopegui–, pues consideraban que «la política en una obra literaria es un pistoletazo en medio de un concierto» (Stendhal). Al parecer, la novela de Aramburu más que una explosión es una sucesión de motetes de Bach. Alguno críticos llevaron su exceso ideológico hasta tal estupidez que sostenía que Alberto Moravia, por ser comunista, nunca podría escribir una buena novela.
No marearé más la perdiz. No hay duda que la perspectiva política de Patria es calcomanía de la ideología dominante. Recordemos los juicios elogiosos hacia dicha novela de dos eximentes críticos literarios, Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba, este portavoz del Gobierno socialista durante el apogeo de los GAL, lo que tiene su retranca inmoral.
Una novela que engorda las razones para mantener a perpetuidad dos tipos de lectores enfrentados no es buena señal, ni política, ni literaria. Desde este punto de vista, "Patria" es una pésima novela ya que contradice las buenas intenciones del autor que buscaba la superación del conflicto mediante el consorcio emocional y catártico entre las partes enfrentadas. Si embargo, tras su lectura, los «buenos» optan por los «buenos» y los «malos» por los «malos». Y no creo que, tras su lectura, haya muchas conversiones. Los bloques enfrentados políticamente, antes de leer la novela, seguirán en el mismo dique del «autismo ideológico», después de leerla y continuarán sin aceptar que una novela esté bien escrita si va en contra del propio pensamiento. O al revés.
Nadie puede decir que "Patria" sea una buena o mala novela, si no lo demuestra con un análisis riguroso, basado en criterios literarios que plasmen tal bondad o maldad estética. El análisis político es un criterio más. Y no es el más importante. Afirmar que es una mala novela, porque su tesis no concuerda con mis criterios; o, al contrario, sostener que es una buena novela, porque defiende lo mismo que yo, sigue siendo un criterio tan humano como peligroso. No debería olvidarse que una novela puede estar muy bien escrita y no gustarnos. Y que una novela puede encantarme y ser, sin embargo, un asco estético.
Que un escritor consiga que el lector se identifique o sienta repugnancia con los personajes es, guste o no, un acierto literario. Y Aramburu, por las respuestas producidas en sus seguidores y detractores, lo ha conseguido plenamente. Pero, si observamos esas opiniones contrariadas, comprobaremos que no se basan en criterios literarios, sino derivadas de un planteamiento político y psicológico.
Para un escritor, que asegura que el poder de su escritura está en su estética, ver que las críticas, tanto positivas como negativas, solo se aguantan en pivotes políticos y no en valores literarios, debería hacerle pensar.
Se supone que el escritor es un cultivador de matices puestos en escena gracias a la ambigüedad literaria y ante la cual el lector se ve obligado a reflexionar y a decidirse por sí mismo. Este ámbito de la libertad del lector no existe en "Patria". El lector se identifica con los buenos que supone que son como él, y desprecia a los malos porque son su antítesis. Lógico. Hay que ser muy tonto para no inclinarse por los buenos vascos, es decir, por las víctimas de un bando cuyas personas, además, piensan, leen, viajan y son más buenos que el pan; mientras que los vascos malos son unos tarugos mentales, crueles, maketos e inmorales.
Desde este punto de vista, Nabokov, aunque estuviese de acuerdo con la tesis de "Patria", escupiría sobre ella como novela.