La huelga general como punto de partida
Hay 1.000 motivos para ir a la huelga el 30 de enero. Nos lo recuerdan todos los lunes los pensionistas reclamando unas pensiones mínimas de 1.080 y haciendo valer el «gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden»
Ya ha echado a andar el gobierno de coalición progresista en España. Nunca sabremos los miles de horas de negociaciones, llamadas, presiones, chantaje, concesiones que se han dado para llegar a investir a Sánchez como presidente del Gobierno de España. Pero sí podemos afirmar con bastante convicción que el apoyo del PNV en forma de sí, en Euskadi no ha salido gratis y ha traído la aprobación de los presupuestos vascos en forma de abstención por parte de Podemos. Presupuestos tan neoliberales como los del año pasado, como afirmó el consejero Azpiazu cuando dijo que son calcados a los del año pasado. Presupuestos a los que tan firmemente en contra se posicionó Podemos hace ahora un año escaso. En un juego de palabras, Azpiazu tildó a los presupuestos como «capital» para Euskadi. Sabemos que serán muy beneficiosos para el capital, y muy antisociales para la ciudadanía.
Aprobación de presupuestos que por una parte ha roto la unidad de la coalición Elkarrekin Podemos (los dos parlamentarios de Ezker Anitza votaron la devolución de los presupuestos) y por otra ha traído el pase al extremo centro y la orfandad a ese movimiento ciudadano que vino a ser «la herramienta del cambio» en España pero también en Euskadi. Aprobación de los presupuestos que no hicieron más que confirmar la deriva gobernista en la que había tomado tanto la dirección de Podemos en Madrid como la dirección de Podemos en Euskadi, direcciones que desde Antikapitalistak decidimos abandonar al no compartir políticas ni organizaciones internas del partido.
Un gobierno progresista soportado por el PNV a las militantes de izquierda alternativa en Euskal Herria nos genera total desconfianza. De sobra conocemos cuál es la prioridad de las políticas que impulsa el PNV desde el Gobierno Vasco y las tres diputaciones forales (en coalición con el partido socialista de Euskadi), que como certeramente apuntaba el consejero Azpiazu, es el capital. No es una derecha reaccionaria, pero sí es una derecha que en términos económico situamos en el neoliberalismo. En el Parlamento de España afea el comportamiento reaccionario y neocon de PP y C’s, pero en Europa vota junto a estas dos fuerzas políticas más del 90% de leyes económicas. Y en el Parlamento español también. La orientación de la política fiscal del PNV siempre gira entorno a la competitividad con otros territorios mediante rebajas de impuestos a las empresas en el territorio de la CAV. El PNV tiene el impuesto de sociedades más bajo de todo el Estado, 4 puntos por debajo de la media de España. El PNV baraja una reforma fiscal donde se suprimiría el impuesto del Patrimonio, el de Sucesiones y traería una rebaja importante en el IRPF para rentas altas. Estas medidas fiscales no nos salen gratis a las clases populares de Euskadi. Vendrán de la mano de recortes en prestaciones sociales, como educación, sanidad o la renta de garantía de ingresos (RGI) entre otros. En el nuevo gobierno de coalición progresista, el PNV será el garante de que no se toquen leyes económicas contrarias a los poderes económicos.
No obstante, más allá de pataletas sobreactuadas y la verborrea descontrolada de la ultraderecha, lo cierto es que los poderes del Estado se muestran impasibles y tranquilos ante el nuevo gobierno. El PSOE ha armado un gobierno para paz y gloria de los poderes económicos. El PSOE no va a tocar un mísero artículo de la Constitución, ni el 155, ni el 135, ni qué decir ningún artículo que cuestione la unidad de España, o no va a derogar ninguna reforma laboral, más allá de retocar algún artículo muy polémico. Quizá «deroguen» la reforma laboral de Rajoy, la del 2012, pero quedaría en papel mojado si la nueva reforma resulta en un retoque de artículos polémicos de la del 2012.
En definitiva, lo cierto es que el nuevo gobierno no inquieta a las élites, más allá de provocar pronunciamientos muy medidos, como puede ser la reciente advertencia de la CEOE advirtiendo que «la derogación de la reforma laboral» no es posible, o alertando de lo «nocivo que es una subida del SMI a 1200€ para la competitividad del país».
Sin embargo, creemos que un gobierno de coalición progresista soportado por fuerzas independentistas en forma de abstención, es mucha mejor opción que el trifachito, que este no es ni será ninguna opción. No estamos ni estaremos en el «cuanto peor mejor». Un gobierno de coalición no es nuestra opción política, lo hemos expresado numerosas ocasiones en público, hubiéramos apostado por una apoyo externo y una oposición responsable y firme de izquierdas. En esta nueva etapa, que no me atrevo a llamar ciclo, la izquierda alternativa deberá tener la suficiente inteligencia política como emocional y no caer en la crítica sectaria y destructiva que resulte estéril y autorreferencial. Seremos críticos con esta nueva etapa de coaliciones, pactos y aprobación de presupuestos, pero sabremos valorar medidas políticas que mejoren la vida de la ciudadanía. Aunque repetimos, con inteligencia tendremos que criticar aquellas medidas que mejoren «la vida de la gente» pero escondan otras medidas de calado que «empeoren la vida de la gente».
Lo que desde las izquierdas alternativas no nos podemos permitir es un escenario de paz social ni para las élites vascas ni para las españolas.
Hay 1.000 motivos para ir a la huelga el 30 de enero. Nos lo recuerdan todos los lunes los pensionistas reclamando unas pensiones mínimas de 1.080 y haciendo valer el «gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden». Nos lo recuerdan desde el movimiento feminista, reclamando poner la vida en el centro frente al capitalismo, a la violencia, la desigualdad, la precariedad, la división sexual del trabajo, el heteropatriarcado y sus opresiones. Nos lo recuerdan los movimientos y sindicatos de estudiantes y juveniles, cuando nos alertan del negro futuro que les ofrece este sistema, la precariedad laboral, la uberización de las relaciones laborales, cuando denuncian este sistema educativo que educa en valores de apuntalamiento del sistema capitalista. Nos lo recuerdan los movimientos ecologistas denunciando este sistema extractivista y ecocida y nos alertan de que el capitalismo verde no es ninguna alternativa ecosostenible. Nos lo recuerdan los colectivos de defensa de los derechos de las personas migrantes, denunciando la necropolítica de nuestras instituciones y el racismo institucional. Nos lo recuerdan los colectivos de defensa de derechos tan básicos como la RGI o el derecho a la vivienda. Nos lo recuerdan todas esas miles de trabajadoras en lucha por una condiciones dignas de trabajo, como las trabajadoras de las residencias, las trabajadoras de la limpieza, las trabajadoras de los hoteles, las y los trabajadores del metal de Bizkaia, los trabajadores de la Naval, las y los trabajadores de Navarpluma, los trabajadores de la huerta de Peralta, Novaltia, … y un larguísimo etcétera. Sólo la lucha paga y nos sobran los motivos.
Pero que el 30 de enero no sea la culminación de unas movilizaciones previas. Que no sea un día marcado en rojo en nuestro calendario. Que no sea el colofón a unas semanas previas de construcción de la huelga en forma de grandes movilizaciones. El 30 de enero tiene que ser un punto de partida, una oportunidad para generar lazos, tejer alianzas entre distintas luchas. Que sea una oportunidad para pasar de la guerra de posiciones a la guerra del movimiento. Puede resultar muy manido, después del «si se puede», «el poder de la gente» y de más significantes muy vacuos, pero es hora de volver a ocupar las calles. En una construcción lenta del movimiento donde vayamos tejiendo relaciones y redes interseccionales, interterritoriales, uniendo luchas. Un rearme de la clase trabajadora que no deje a nadie atrás.