Los Alcaldes Franquistas de Bilbao ¡Vaya Cuadro!
«El primero fue José María de Areilza, 1937-1938. Recién tomada la villa, se estrenó con su siniestra arenga en el Teatro Arriaga: ‘Que quede esto bien claro: Bilbao conquistado por las armas. Nada de pactos y agradecimientos póstumos. Ley de guerra dura, viril, inexorable. Ha habido, ¡vaya que sí ha habido!, vencedores y vencidos. Ha triunfado la España, una, grande y libre’. ¿Verdad que estas palabras resuenan todavía hoy?»
Nos referimos a los alcaldes nombrados durante el golpe militar y la dictadura del Generalísimo Franco, a quien se le anula el título de hijo predilecto de la Villa en mayo de 2001, a los 26 años de Transición, lo que denota lo retrasado que anda la Memoria Histórica por estos lares.
Ostentan casi todos apellidos de abolengo y la dirección de las principales empresas industriales y financieras. Aún así, se entregaron de lleno a la causa política de los vencedores, sin duda, para provecho de sus intereses de clase. ¿Qué títulos tenían para merecer el puesto de alcaldes de la Villa de Bilbao? Sin duda, ser consejeros nacionales del Movimiento y afiliados a la FET y JONS, amalgama organizativa ideada por Franco para juntar a los antirrepublicanos a la causa del golpe. El pasado tradicionalista y el activismo agresivo de la falange les recomendaba para el ambiciado puesto.
El primero fue José María de Areilza, 1937-1938. Recién tomada la villa, se estrenó con su siniestra arenga en el Teatro Arriaga:«Que quede esto bien claro: Bilbao conquistado por las armas. Nada de pactos y agradecimientos póstumos. Ley de guerra dura, viril, inexorable. Ha habido, ¡vaya que sí ha habido!, vencedores y vencidos. Ha triunfado la España, una, grande y libre». ¿Verdad que estas palabras resuenan todavía hoy?
Impulsó la derogación del Concierto Económico y del Estatuto Vascos. Dirigió la depuración del personal público del Ayuntamiento y demás instituciones hasta reducir el personal a una tercera parte. Consintió las purgas, fusilamientos, consejos sumarísimos, expropiaciones, etc., en dos años sangrientos de la guerra. Consejero Nacional del Movimiento, procurador en 4 legislaturas de las Cortes franquistas, secretario del Consejo Privado de la Monarquía, con Fraga Iribarne era uno de «los hombres fuertes» del régimen. Fundador del PP, rehusó la UCD por la supuesta debilidad de Adolfo Suárez. Fue quien introdujo y asentó en la Villa el fascismo del calibre de las bombas hitlerianas que la destruyeron. Le perseguirá ese honor.
El tercero, José Félix de Lequerica (1938-39), inicialmente monárquico, en la II República pasa al nacional-sindicalismo. Junto a Ramiro Ledesma se distinguió por su afán golpista, como que cae prisionero en el frustrado golpe de estado de la Sanjurjada. El golpe militar de Franco era lo que más añoraba. Viene a Bilbao y abraza la Falange. La Junta Técnica que gobernaba el territorio franquista, le nombra alcalde de la Villa. Al dejarlo, de embajador en Francia, colabora con el gobierno de Vichy en la entrega de exilados españoles, entre ellos, Luis Companys, para que fueran fusilados por los nazis. Planeó asesinar a Manuel Azaña. Lo suyo era una manía de persecución asesina.
El siguiente José María Oriol Urquijo (1939-41), entrelazó las tres familias vizcaínas más significativas en las industrias eléctrica, ferroviaria, financiera y siderúrgica. Presidente de Hidroeléctrica, actual Iberdrola, en 44 años. En 1939 le hacen Jefe Provincial de la Falange e ipso facto alcalde de la Villa. Procurador en las Cortes franquistas durante 6 legislaturas, tras la muerte de Franco, en nov. de 1976 fue de los 59 procuradores que votaron en contra de la Ley de Reforma Política que derogaba las Leyes Fundamentales del Movimiento. Esto demuestra dónde tenía depositada su confianza el gran industrial.
Aparte del Movimiento, estos alcaldes hubieron de dedicarse también a temas urbanísticos. Joaquín Zuazabeitia Azcorra arremetió con las expropiaciones de caseríos y terrenos en Otxarkoaga, sacádolos con sus enseres en camiones, con la excusa de desmantelar el txabolismo, consecuencia a su vez de una inmigración desordenada provocada por la industrialización rampante. El arquitecto bilbaíno y ministro franquista José Arrese proyectó la construcción de 112 bloques con 3.672 pisos, lo que pretendieron vender como modelo de repoblación urbanística para el resto de provincias españolas. En el Zinebi de 2008, Azkuna tuvo la infeliz idea de repartir 2.000 copias del cortometraje propagandístico de la época, lo que indignó a los vecinos y asociaciones del barrio y provocó una durísima réplica.
Las obras las realizó el siguiente alcalde, Lorenzo Hurtado de Saracho. Natural de Gueñes, en 1918 defendía el Estatuto Autonómico, pero en 1931, ¡vaya salto!, asistió al acto fundacional de la JONS. En 1936, desde la Diputación de San Sebastián, trabajó en la liquidación del Concierto Económico. No sorprende verle en 1959 alcalde de la Villa. Las obras de Otxarkoaga se realizaron en 18 meses y fue una verdadera cochambre de construcción. Han hecho falta 28 años de lucha vecinal para dotar al barrio de alguna habitabilidad. No debió dedicar el alcalde mucha atención al proyecto. Un estudio de Deusto concluyó que el proyecto obedeció a la necesidad de impulsar el sector de la construcción, en horas bajas como ahora, y al intento de evitar la convulsión social por la falta de viviendas. Lo que sí prevaleció, dada la precariedad de las viviendas, fue una desmesurada ambición de lucro.
A Javier Ibarra Bergé le tocó inaugurar el nuevo poblado de Otxarkoaga a bombo y platillo con la presencia de Franco. Procedente de una de las familias más emblemáticas de Neguri, de joven colaboró en actos de represión callejera y en la organización del golpe militar, cayendo preso en la cárcel de Santutxu. Logró huir y marchó a luchar con el frente nacional en Asturias y Santander. No hay que negarle a él y a su familia valor e implicación en la guerra, a cuyo final se alista en la FET y JONS. A pesar de sus empresas y títulos parece que necesitaba de este carné para obtener mando en la plaza. Fue destituido de la Diputación de Vizcaya en 1952, por demandar a Franco el restablecimiento del Concierto, pero a los cinco años se le nombra Cons. Nac. del Movimiento y en 1964 alcalde de la Villa. Como tal asistió a las expansiones urbanas de Rekalde, Otxarkoaga, Santutxu, etc. Tuvo triste final a manos de los Comandos Autónomos, hecho tan condenable como las ejecuciones que alentó en su época más beligerante.
Le sigue Pilar Careaga Basabe, primera licenciada en ingeniería, primera maquinista y primera alcaldesa. Militó en Renovación Española con Areilza. Encarcelada al comienzo de la guerra en Larrinaga, fue canjeada con 150 más por una colonia de niños vascos. Pasa al frente de Madrid como delegada de FET y JONS, dedicándose a la asistencia de los heridos franquistas. En 1964 se le nombra Cons. Nac. del Movimiento y en 1969 alcaldesa de la Villa. En su mandato se producen las muertes de dos ciudadanos en Erandio a tiros de la Policía Nac. en las manifestaciones por la contaminación. No se pronuncia contra tales hechos, pero sí condecora, a cuantos sufrieron atentado por parte de ETA, incluido Carrero Blanco. Todavía hoy predomina esa pauta. Abandona el cargo, pero no se olvida de la extrema derecha y participa en la creación de Fuerza Nueva junto a Blas Piñar. Sufre un atentado en 1979 y se refugia en Madrid, cerca de los suyos. Cuando las manifestaciones del barrio Rekalde por una niña muerta a consecuencia de la falta de semáforos, soltó esta perla: «Aviados estaríamos los alcaldes, si dependiésemos de las opiniones de los vecinos». No podría retratarse mejor esta mujer singular del franquismo.
En sucesivos mandatos, se dieron múltiples hechos luctuosos. En 1961, fuerzas represivas del Estado ametrallaron a tres civiles en Bolueta, muriendo uno y quedando paralítico el otro. Hasta el 1978, sólo bilbaínos, fueron muertos por las fuerzas represivas 7 civiles y 4 militantes de ETA. Hay que añadir las torturas como práctica habitual en los cuarteles de La Salve, en la Comisaría de Indauchu, innumerables juicios y encarcelamientos, producidos con total impunidad y silencio cómplice por parte de los alcaldes antidemocráticos del régimen.
No se trata de retirar sus cuadros del lugar destacado que comparten con los alcaldes elegidos en las urnas. Hay que consignarlos, donde fuere, como lo que fueron, instigadores y cómplices de un golpe militar sangriento, perpetuado en 40 años mediante una dictadura fascista represiva.