Necesidad de un Frente Popular (2)
Junto a mi casa en el destierro madrileño hay un banco frente a un Banco, paisaje típicamente madrileño si se le añade un bar de ejecutivos –¿qué ejecutarán, Señor?–, en el que suelo reunirme con un par de ancianos a fin de mantener unos pausados debates sobre la época actual, tan triste, tan bárbara.
Ese banco es el único bien que queda de lo público en el barrio. Al lado del banco que está frente al Banco abre sus puertas un centro universitario del Opus –¡hala, Madrid!– cuyos alumnos, tan alegres sin saber a punto fijo por qué, tan bárbaros sin saber cómo, suelen suspender sus paroxísticas verbalidades para dedicar, supongo, una oración al anciano trío radical, como sentenciaría el presidente Rajoy, tan triste, tan bárbaro. Digo todo lo anterior para fijar el paisaje en que se concibe este papel, en una España, tan triste, tan bárbara, y sacar las debidas consecuencias humanas sobre su contenido.
Sin más introito. Hace unos días reflexionábamos los tres ancianos sobre la posibilidad de ver el renacimiento de un Frente Popular –¡aquel 14 de abril!– que reuniese fuerzas para el rescate de la sociedad española, si es que realmente desea ser rescatada, puesto que muchos de los individuos que la componen, creyendo la fábula de los emprendedores, se han limitado a poner una tienda de pedir cara al Poder y a su puerta esperan a que llegue el cliente, electoral, por supuesto.
Uno de los contertulios abrió el debate bancario con la socrática pregunta correspondiente: «¿Existen esos ciudadanos de izquierda radical capaces de la colosal aventura de poner en pie un Frente Popular? Y añadió: ¿Y si existen, cómo pueden asentarse en las instituciones del Sistema, ferozmente neoconservadoras en este tramo histórico, sin sufrir una grave y a veces absoluta degradación ideológica dada la miserabilidad del poder para permitir la libertad y no destruirla aún más con sus múltiples corrupciones? Es más, considerando el panorama dantesco en que nos movemos ¿es preciso realizar ese sacrificio del izquierdismo radical en vez de ir conservándolo de otra manera más lozana y clara? Hay quienes postulan que ese izquierdismo o progresismo radical, tan manteado por el líder del PP, hay que conservarlo por ahora frente al necio regresismo radical de la derecha. ¿No podrían los promotores urgentes del ambicionado Frente Popular caer también en un exceso imperdonable de autoconfianza o en un afán ilegítimo de poder?
Aporté lo mío al respecto y propuse, en un ejercicio de tanteo y retracto, regresar al 25 de abril de 1935, ya que en esa fecha se reunió en la sede de los sindicatos de Moscú el VII Congreso de la Internacional Comunista –una brillante concentración de dirigentes que procedían de todo el mundo– y ese tema de la participación de los militantes comunistas, los izquierdistas radicales de entonces, en las instituciones burguesas constituyó el tema caliente de la asamblea, ya que se trataba de poner en marcha nada menos que los Frentes Populares contra los partidos reaccionarios y los movimientos fascistas, que estaban cobrando un vigor extraordinario. De inicio era la creencia de la mayoría de los congresistas que habría que meterse en la boca del lobo a fin de combatirlo en su madriguera.
En aquel congreso se recurrió, a fin de tomar decisión, a la orientación leninista que figuraba en el libro de Lenin «El izquierdismo como enfermedad infantil del comunismo»; necesario apoyo ante el purismo solitario de algunos comunistas que se negaban a la mezcla que aparejaba la fórmula del Frente Popular y se concluyó lo siguiente: «En cuanto las masas accedan a los parlamentos burgueses los comunistas tienen que aprovechar la tribuna parlamentaria tanto para informar o educar a la ciudadanía como para desenmascarar la política burguesa reaccionaria. Y además han de asegurar la lucha apoyándose en un amplio movimiento extraparlamentario de las masas en el marco de una batalla democrática general». Se trataba, pues, de establecer una sinergia entre los izquierdistas que estaban dentro y los que permanecía fuera de las instituciones; entre los que contaban con un programa muy estricto o revolucionario y los que estaban simplemente próximos a ese programa en muchos puntos. De esa raíz de plenitud política nacieron los Frentes Populares que ahora vuelven a ser urgentemente necesarios dada la situación social a que se ha llegado. ¿O es que asusta el nombre a quienes no se atreven a descargarse de la albarda del Sistema en que están metidos parados, precarios, pensionistas, mal asistidos por los servicios sociales desde la sanidad hasta la educación o la vivienda…?
Con todo y ante el panorama que se divisa, parece que asustarse ante la respuesta del Sistema quizá constituya ahora la enfermedad infantil de los demócratas, que por ello se niegan a dar pasos adelante. ¿Frente Popular? ¿A dónde iremos con eso?, alegan los temerosos. Pues «eso» parece imprescindible para romper el criminal bloqueo al progreso ético de la sociedad. Al fin y al cabo las bajas ya han sido causadas entre las filas del pueblo. ¿O es que alguien espera aún una resurrección del bienestar dentro del Sistema, que ha acabado incluso con la escasa y difícil democracia burguesa para instaurar el agresivo gobierno de las corporaciones?
Sí, hay que agrupar a los limpios radicales progresistas que tanto asustan a dirigentes como el Sr. Rajoy, que previene constantemente contra esos radicales. Pues si hay que elegir vayamos a ello. Ahora toca Frente Popular, que no ha de ser un Frente universal –basta de globalizaciones– sino algo parecido a una alianza de Frentes Populares caracterizados por su voluntad de apoyo mutuo. Frentes que se sustenten sobre aspiraciones básicas comunes e irrenunciables.
Hay que estar en las instituciones e introducir en ellas decencia. Hay que estar en la calle e introducir en ella claridad. Hay que estar con los que sufren e introducir en ellos esperanza. Hay que estar, simplemente. Eso es el Frente Popular. No sé a ciencia fija lo que sacaremos en esta de Roncesvalles, como canta el romance, ya que el enemigo viene feroz y muy armado, pero al menos nos sacaremos a nosotros mismos de la cochiquera en que nos preparan para otro San Martín. Si son buenas mis cuentas creo que el pueblo de cada nación sabrá encontrar el camino nuevo, cosa factible con un Frente Popular sólido y consciente. Por ejemplo, en esta hora, el ejemplo de Grecia en lucha contra una deuda que ha sido gestada en la cumbre y no en el llano. Deuda de ladrones frente a ciudadanos inermes. Los Frentes Populares habrían de resurgir sobre todo en el viejo solar europeo, que es donde se gestó la primera democracia, su garantía de calidad. Y en esos Frentes Populares deberían integrare todas las organizaciones políticas que no sean franquicias del Sistema alentadas por jóvenes Telémacos que combaten a distancia. Además, ¿qué es lo que realmente combaten?
Ahora bien, un Frente Popular solamente puede admitir a quienes participen de unos principios radicales e inamovibles: ante todo que lo público siempre es preferente sobre lo privado, que el bienestar tenga un perfil rigurosamente comunitario, que las riquezas básicas pertenezcan al pueblo, que los servicios sociales gocen de absoluta preferencia, que los mecanismos financieros sean propiedad de la nación, que los gobiernos no gocen de facultades singulares… El Frente Popular es eso, más el respeto transparente hacia los ciudadanos. ¿Vamos a seguir hablando de cambio cuando una serie de dirigentes autoinscritos en el progresismo van a la lucha envueltos en los banderones del poder ominoso? ¿A quién quieren engañar los hijos de la niebla?