Aster Navas

Pilates

De cuando en cuando me sorprendo pensando en esa tontería, en esa contradicción; en la paradoja de la simultaneidad.

En pilates. Sí, por la hora, un servidor estaba en pilates. Cuando este pasado viernes ocurrió –terrible– lo de Nador yo estaba ocupadísimo fortaleciendo las lumbares. Lo cuento –se me ocurre ahora al releerlo– como si fuera una coartada, una exculpación: yo pasaba por aquí, no he visto nada; lo juro.

Con toda seguridad durante el tiempo que duró ese «asalto» a la valla de Melilla alguien caminaba descalzo por la arena de una playa, alguien se llevaba a la boca unos raviolis; alguien gritaba acaloradamente a otro conductor por la ventanilla de un coche; en algún lugar alguien cambiaba unos pañales, corregía un examen, se deslizaba por un tobogán, enviaba un Whatsapp; se tomaba, preocupado, la temperatura, repasaba la desorbitada cuenta del súper; daba positivo en una PCR, comprendía por fin el teorema de Pitágoras.

De cuando en cuando me sorprendo pensando en esa tontería, en esa contradicción; en la paradoja de la simultaneidad. En el mismo momento –a veces se trata de un segundo– en que nosotros estamos haciendo algo intrascendente, otra persona se la juega. Literalmente. Y al revés: en el mismo instante en que algo trascendental nos rompe personalmente todos los esquemas, millones de personas continúan indiferentes con su rutina habitual: se dan una ducha, comen un yogur, se hacen las uñas, se bajan de un tren, piden la cuenta en una cafetería, descorchan una botella, dudan un segundo en la puerta de casa entre coger o no un paraguas, se retocan el pelo al pasar junto a un escaparate; se aplican crema solar factor 50, se descargan una aplicación en el móvil.

Hay un ejercicio narrativo muy potente que se inspira en esa disparatada contemporaneidad y que consiste en hacer coincidir en tiempo y espacio historias y personajes que en principio juzgamos remotos. “Contrapunto” se llama y dio título a una novela mítica de Aldous Huxley.

Curiosamente es en la vida real donde, sin sospecharlo, se producen esas tangencias de mundos paralelos. “Miñan”, un impagable relato de Amets Arzallus e Ibrahima Balde es fruto de una de ellas: después de muchas peripecias, un europeo y un migrante africano coinciden en Irún. De ese encuentro surge un libro con el que se pueden entender muchísimo mejor las imágenes de los cuerpos hacinados de Nador, dónde está Guinea Conakry y lo que, en la práctica, se ha firmado hace unos meses con Marruecos.

Sí, ese viernes tenía pilates. Me molesta la espalda; bueno, más que la espalda, las cervicales. Demasiadas veces asintiendo, asegurando con la cabeza que sí cuando quieres decir que no; o no cuando tienes clarísimo que es que sí. Eso destroza el cuello, hace puré los discos.

El método Pilates se basa en nuestro peso corporal y en la gravedad. Algo, por cierto, a tener también muy en cuenta al saltar una valla.

En fin.

Bilatu