Daniel Montañez Pico
Latinoamericanista

Plurinacionalidad en el Estado español ¿una tercera vía?

Podemos y PSOE quienes están situando este horizonte como síntesis entre la batalla del Gobierno central de España y el Gobierno y el pueblo de Cataluña. La estrategia es muy inteligente: previendo el choque de trenes se propone una tercera vía «pacífica» en vistas a ganar votos catalanes en las siguientes elecciones estatales.

La plurinacionalidad, tal como se entiende y se reivindica hoy en dia, es un proyecto que nació en Bolivia. Pero no en cualquier parte de Bolivia. Autores como Luis Tapia y Raúl Prada indican que el proyecto surgió en las regiones amazónicas del país como forma de expresar la organización política común de sus variados pueblos. Cuando el Movimiento Al Socialismo (MAS) liderado por Evo Morales comenzó a capitalizar electoralmente las luchas de los distintos movimientos sociales que habían generado la posibilidad de un gran cambio político en Bolivia, esta propuesta llegó a la Asamblea Constituyente boliviana de 2006 y terminó por imponerse como horizonte político de todo el Estado, desbordando la circunscripción amazónica previa. Los debates de este proceso fueron intensos. Se decidió poner en pie de igualdad a todas las naciones y pueblos del país, pese a que algunas de ellas, como las amazónicas, contaban con muy pocos miembros frente a las grandes unidades sociales quechuas y aymaras de las regiones andinas. Como narra Raúl Prada, en el camino se quedó la propuesta de creación de una gran nación amazónica de composición plurinacional, que era el espíritu original de la propuesta. De esta forma, la plurinacionalidad no nació como un proyecto estatal, sino como un proyecto de horizonte político amazónico compartido por varios pueblos que ha terminado siendo fagocitado por el estado boliviano a través del MAS de Evo Morales. Como protestan aun grupos amazónicos en defensa del TIPNIS, o también pueblos aymaras en pie de lucha como los movimientos de Achacachi liderados por el Mallku Felipe Quispe, la plurinacionalidad es hoy día en Bolivia un sofisticado instrumento de simulación que hace ver la organización centralista estatal de siempre como si fuera todo un nuevo experimento de descolonización y transformación del Estado.

Ahora, desde varios sectores se está proponiendo traer esta propuesta al contexto de la península ibérica para solucionar el problema histórico de las nacionalidades diversas que habitan el Estado español. La idea es muy sugerente porque se trata de una fuente política y jurídica creada por los pueblos indígenas de América Latina, que demuestra que en el continente americano se producen prácticas y discursos políticos y jurídicos de alto nivel social e intelectual. Tomarse en serio estas propuestas es un síntoma de lucha contra el anquilosado sistema racista que impera en nuestras sociedades y nuestros medios. A la pregunta ¿tenemos desde Europa cosas que aprender de los procesos latinoamericanos contemporáneos?: un rotundo sí, de hecho, estamos rezagados en multitud de aspectos frente a ellos. Pero, seguimos teniendo el problema de la aplicabilidad del horizonte en un espacio bastante distinto del boliviano. Desde América Latina esta es una vieja discusión, debido a que, acostumbrados –y obligados– a recibir lo occidental como algo supuestamente «mejor», se han ensayado históricamente numerosos intentos de aplicabilidad de horizontes ajenos para territorios propios. Mucho se ha reflexionado en el continente sobre estas recepciones, las cuales más bien tendríamos que ver como «recreaciones» que se influencian de un discurso, pero que toman en sus propias realidades las posibilidades de su despliegue desde otra coordenada original. En este sentido hay varias cosas que preguntarnos desde el contexto peninsular a la hora de aplicar el horizonte plurinacional. Por un lado, cuestiones de fondo: ¿Exactamente en qué aspectos va a consistir lo plurinacional en nuestro contexto? ¿Más autonomía política, o simplemente más autonomía cultural?; y, por otro lado, cuestiones de forma: ¿Sería posible el cambio con la constitución actual? ¿Necesitaríamos una reforma constitucional, o directamente otra constitución para poder implementarlo? ¿El Estado tomará forma de confederación, o de federación, o de una nueva figura institucional? ¿Cuáles serán los criterios para establecer lo que es una nación? ¿Cuánto tiempo tomará realizar y aplicar estos cambios? ¿Es realmente posible llevar a cabo esta transformación institucional en el actual contexto político?, etc.

Pero, quizás el punto más peliagudo es que hay que tomar en cuenta quiénes, cómo y por qué están utilizando estos discursos de lo plurinacional. Básicamente son ciertos sectores de Podemos y PSOE quienes están situando este horizonte como síntesis entre la batalla del Gobierno central de España y el Gobierno y el pueblo de Cataluña. La estrategia es muy inteligente: previendo el choque de trenes se propone una tercera vía «pacífica» en vistas a ganar votos catalanes en las siguientes elecciones estatales. La jugada promete a los catalanes más autonomía y reformas de Estado profundas a cambio de sus votos, necesarios para tomar el gobierno y poder implementar las reformas. De este modo, la plurinacionalidad en este caso es un discurso que se está implementando desde Madrid con intereses electorales, que no está tomando en serio las formas de nombrar el conflicto y de construir horizontes políticos de los propios actores políticos catalanes. Además, ni siquiera toman en serio la génesis de lo plurinacional como horizonte político de relación entre los pueblos, que no sitúa lo central en el Estado, sino en las instituciones populares fundadas en las organizaciones socio-políticas tradicionales que históricamente han desarrollado los pueblos en sus territorios. Si tomáramos en serio lo plurinacional, tal y como lo expresan los pueblos de las tierras bajas bolivianas, quizás, por ejemplo, miraríamos más a las tradiciones municipalistas que recorren históricamente los diversos pueblos de la península ibérica. Quizás ahí tengamos un elemento común que podríamos tomar en serio para imaginar horizontes políticos colectivos.

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