Iulen Lizaso Aldalur

¿Que hacen con nuestros niños?

Si esas cifras han empeorado, ¿a qué viene ese ingente gasto económico y empeño en obligar vacunar a personas sanas del primer mundo con recursos propios para proteger su salud? ¿Por qué la mascarilla obligatoria a niños y personas sanas?

En una coyuntura como esta, la falta de trasparencia, deontología profesional y de justicia humanitaria, para temas relacionados con la ciencia y la salud, al dispensar esos medios una desigual oportunidad divulgativa a las versiones diferentes a la oficial, acrecienta la sensación del autoritarismo del Gobierno.

Médicos que en España reciben doble presión en su conciencia y su dignidad al verse obligados a silenciar ante los medios lo que consideran denunciable, en Italia son invitados a exponer su versión diferente a la oficial en el parlamento.

La prevaricación en el ámbito de la política institucional, podría estar dándose, al hacer llegar dinero público a quienes difunden su versión de la verdad y no más, (hoy ya todos sin excepción), en el reparto de los cuarenta millones concedidos en enero mas los 150 millones en publicidad de febrero, más el plus de Google.

No hay duda de que lo que se da en el ámbito mediático forma parte de lo bien atado que necesitan tenerlo para sacar adelante su plan global. Prueba de ello, son los cambios por despido, relevos, etc. que se vienen dando en los medios de comunicación, siendo muy significativos el del director de la sección de opinión del "New York Times", James Bennet y la renuncia de Bari Weiss en el mismo periódico, como también el de Andrew Sullivan del "New York Magazine" y David Shor por citar estudios científicos «desalineados» de la oficialidad.

En su tesón para que la versión crítica nunca esté a nivel de igualdad de publicación con una versión médica acomodada a verdad oficial, la atmósfera que están creando por el afán de homogeneizarla y excluir al disidente o escéptico, que no conspiranoico, hace que se ceben en quien piensa diferente.

Esto es lo que está enrareciendo la vida social y corporativa de profesionales del periodismo, la ciencia, el derecho, la salud, orden público, justicia y la docencia, desde la universidad hasta el jardín de infancia... y el parque.

En todo esto y más, lleva sobrepasándose el Gobierno español, al poner la guinda al mes de setiembre, promulgando en el BOE, la Ley 3/2020 del 18 de setiembre, de medidas procesales y organizativas para hacer frente al covid-19 en el ámbito de la Administración de Justicia. En el BOE del 19, añade una Ley de Medidas de Agilización Procesal; modificación a la Ley de la Jurisdicción Contenciosa, que en artículo 122 quater dice: «Autorización o ratificación judicial de las medidas que las autoridades sanitarias consideren urgentes y necesarias para la salud pública e impliquen limitación o restricción de derechos fundamentales», dando pie a que intervenga el Ministerio Fiscal, en detrimento de la justicia ordinaria y jueces territoriales naturales.

Del añadido se deduce que corresponderá al Juzgado de lo Contencioso, autorizar a la autoridad sanitaria con arreglo a su legislación y siempre que consideren urgente y necesaria para la salud pública, no solo la entrada y registro del domicilio contraviniendo la inviolabilidad recogida en el artículo 18, sino que al ser tan genérica y ambigua, pudiera conllevar la limitación y restricción de derechos fundamentales en general sin especificar, lo que lleva a entender que pueden violar la integridad física de las personas, forzándolas legalmente a someterse a test, y a medicarse o vacunarse contra su voluntad.

Se han alzado las primeras voces en el mundo del derecho, para anunciar que dar pábulo a esta ley ordinaria en contra de la Constitución y Derechos Fundamentales, es prevaricación, al modificar la LJCA – 29/1988 y 3/2002.

Como referente, el dinero público tirado a la basura en 2009 al comprar miles de vacunas, por falsa alarma de pandemia contra la gripe aviar, y no se calificó como nada esa malversación de fondos públicos, ni nadie purgó por ello. Pocas dudas de que hoy estamos a las puertas de lo propio con variante y agravante del autoritarismo de gobiernos, que valiéndose de la declaración de estado de alarma permanente, equivalente a un estado de excepción y limitación de derechos, nos obligan a la fuerza a ser dependientes, preservar la salud incluso invadiendo domicilios y violando el hábitat íntimo de nuestro cuerpo hasta el ADN y en aproximación al alma... ¿cómo llamar a esto?

La segunda guinda de setiembre, la campaña de vacunación masiva contra la gripe estacional 2020-2021 con publicidad y extensión hasta niños de 6 años, cuando la estadística desmiente su eficacia y ahorro sanitario, dándose el caso que el virus influenza coexiste con el resto de coronavirus, causante todos ellos por igual de cuadros respiratorios generales muy similares, aunque por la razón que fuere, diagnosticados y trasvasados todos a un mismo grupo vírico.

La estadística real, no de enfermos, sino de «casos», extraída del binomio: test PCR positivo/asintomáticos, es el único parámetro que utilizan para mantener el estado de alarma y justificar las medidas de excepcionalidad, asumidas por la mayoría debido al estado de pánico a la que la someten. Esto mismo nos viene a decir el exconsejero de Salud del Gobierno de Navarra Fernando Dominguez: «La falta de información veraz y clara está provocando una nueva ola de pánico en la población. Las autoridades y los medios cuando presentan cifras hablan de casos; estas cifras son las que llegan a la población y le hacen pensar que estamos como en marzo, pero en absoluto es así. Cuando queremos comparar la situación actual con la de marzo, quizás sería más correcto comparar el número de ingresos de entonces con el de ahora».

La salud es vida. Así entendieron nuestros gobiernos, cuando Sanidad era un servicio público voluntario, más cuando reconocieron derecho constitucional. Hoy con el covid-19 legislan absurdamente hasta fiscalizar la prevención y obligatoriedad de tratamiento, desde el embudo de la ciencia química para la economía farmacéutica. Nada de educar en la autogestión de la salud desde la escuela y aprender a preservarla desde la farmacopea natural y una nutrición bien balanceada; ello nos permitiría tener un sistema inmunológico activo y de suficiente capacidad para neutralizar y resolver cualquier patogenosis vírica. Desprecian esta riqueza social en aras de una rentabilidad económica. De ahí, la eterna pelea de la medicina basada en la evidencia contra la de salvar vidas.

La mayor razón para reafirmarnos en nuestro escepticismo es, que han logrado reducir toda la vida social, económica y clínica, a un único tema, monopolizado por los medios en versión única. También, al ver que han programado como única solución médica, vacunar masivamente a la población, con contrapartida doble, por la enorme factura de la industria farmacéutica a la sanidad pública, y por las ínfimas garantías para la preservación de nuestra salud, siempre que, además no sea lo contrario... y ya se han inmunizado en responsabilidades.

Vivimos para crecer y evolucionar. Evolucionar es mejorar a base de cambios. desde sufrir a disfrutar, caer a levantarnos, enfermar a sanarnos... todo así.

Impedirnos crecer, nos infantiliza y ello va contranatura en nuestra evolución genética. Siendo portadores sanos del covid-19 mantener activas y en plenitud nuestras funciones biológicas, nos da autosuficiencia en salud, siendo el mayor indicador de riqueza en una comunidad. Imponernos sus vías exclusivas para preservar nuestra salud desde todo soluciones externas, nos impide ejercitar y potenciar nuestro sistema inmunitario y macrobiota intestinal; siendo ambas, respectivamente... alma y cerebro de nuestra salud psicofísica y espiritual.

Siendo que cada día mueren en el mundo 40.000 niños por falta de atención médica, hace 30 años en Nueva York, 60 jefes de estado de los principales países de la Tierra, firmaban el Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia bajo el siguiente enunciado: «No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana».

Si esas cifras han empeorado, ¿a qué viene ese ingente gasto económico y empeño en obligar vacunar a personas sanas del primer mundo con recursos propios para proteger su salud? ¿Por qué la mascarilla obligatoria a niños y personas sanas? ¿Por qué en partes médicos de afectados por la mascarilla constan solo las consecuencias pero tienen órdenes «de arriba» de no reflejar las causas? No tienen respuestas, tampoco las preguntas gracias a los medios.

Si olvidar el alarmante incremento del nivel de metales pesados (aluminio, mercurio, cadmio etc.) con causas en vacunas, aguas y fumigaciones aéreas, el problema fisiológico más grave que hoy sufren nuestros niños, es la acidificación progresiva de la sangre debido al déficit de oxigeno inhalado al respirar, provocado por el uso continuado de mascarilla. Personas con elevado ritmo respiratorio debido a su actividad física, dándose casos de hipoxemia, infecciones y hongos en laringe, etc, que han requerido ingresos hospitalarios.

El problema mas grave que sufrimos los adultos, es que seguimos adormilados en nuestra zona, hoy de miedo y en los últimos cuarenta años de confort. Más grave aún, cuando lleguemos a un umbral de sufrimiento e impotencia insoportables, que nos haga cambiar y reaccionar ante nosotros mismos, ya que no se trata de ir contra nadie sino a favor de buscar la verdad de la vida y ser desde uno mismo, a partir de lo cual todos esos «nadies», «cosas», «casos», «goles», «votos» y demás señuelos evasivos por los cuales les mantenemos... nos sobrarían.

Vivir desde el latido individual, es motor motivador de nuestra autosuficiencia.

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