Pedro A. Moreno Ramiro

Recordar el 23 de abril para construir comunidad en Castilla

Este 23 de abril de 2022 volveremos a celebrar, al son de dulzainas y tamboriles, la gesta que intentaron llevar a cabo las gentes de Castilla allá por el año 1521

El día 23 de abril no es solamente el día de la matria castellana, este día simboliza también, tanto para autóctonas como foráneas de esta tierra, un grito de libertad y un soplo de aire fresco que viene de lejos, ni más ni menos que de principios del siglo XVI. Allá por los años 1520-1521, se gestó en Castilla una revolución social que supuso que pensadores de la talla de Karl Marx dedicaran atención y una serie de artículos en el New York Daily Tribune, a aquel alzamiento transformador que pretendía subvertir la realidad hegemónica que representaba el imperialismo español de Carlos V. Un proyecto político, el del imperialismo español, que tenía como objetivo borrar Castilla como pueblo y sujeto revolucionario, para así poder comenzar a edificar los cimientos del Imperialismo español a partir de las cenizas que acarreó la derrota que se produjo en Villalar de los Comuneros el 23 de abril del año 1521.

Si hablamos de aquella derrota que recordamos en estos días, en el imaginario colectivo suelen imperar figuras como las de Padilla, Bravo, Maldonado o María Pacheco, pero hubo otros como Juan de Zapata, el cual me vais a permitir que recuerde como castellano de la ciudad de Madrid, y que en 1520 acudió con sus tropas a socorrer la ciudad de Segovia, y es que, por mucho que los ingenieros sociales del Estado español hayan querido erradicar la castellanidad de la capital del Reino de España, la ciudad y Región de Madrid no se pueden entender sin su historia colectiva al calor de los pueblos de Castilla. Por eso, somos muchas las madrileñas que celebramos este día como nuestro día, alejándonos de festividades artificiales y pretenciosas como la del 2 de mayo (Día de la Comunidad de Madrid).

Es fundamental, cuando hablamos de lo que buscaba la Santa Junta, hacer entender a aquellas personas críticas que intentan desprestigiar la Revolución de las Comunidades tildándola de burguesa, el carácter popular y de base que tuvo este hito histórico, por no hablar del siglo en el que se gestó. Esto último que digo se torna en imperativo, ya que no podemos juzgar los acontecimientos que se produjeron en el siglo XVI con las gafas de ver la realidad que tenemos en el siglo XXI.

Más allá de los matices o las pegas que podamos poner al proceso rupturista que se vivió en la Guerra de las Comunidades de Castilla, lo que está claro es que supuso un cambio en la forma de entender la política de la época, debido a que los comuneros pretendían subvertir el orden vigente poniendo al Reino por encima del rey y así poder someter a este último a las cortes de Castilla. Es más, el programa político de los comuneros tenía como objetivo colocar en el centro de la vida a las comunidades y, por lo tanto, tenía por fin el cuestionamiento del organigrama feudal. Se mire como se mire, lo que comenzó en 1520 y terminó trágicamente en 1521, supuso una revolución social para la Europa de la época.

La lucha de las Comunidades también tuvo un toque inter-pueblos, debido a que no solo lo que entendemos como la «Castilla política» participó en esta rebelión contra el poder imperial de Carlos V, ciudades como Murcia, Úbeda, Jaén, Zamora o León lucharon codo a codo con los castellanos, aunque es verdad que, a excepción de estos pueblos del norte de Andalucía que he mencionado anteriormente, la mayor parte del territorio andaluz se mantuvo leal al Reino Imperial español. Por el contrario, otros territorios como la Comunidad Autónoma Vasca, Asturies o Galiza, pertenecientes en esta época al Reino de Castilla, participaron en esta contienda de manera leve o directamente no participaron.

El clima sociocultural que se vivió en la Revolución de las Comunidades de Castilla deja abierta la puerta a la Nación Democrática, propuesta ideológica teorizada por el pensador kurdo Abdullah Öcalan. Esta teoría política se basa en la construcción de estructuras de autogobierno en entornos plurales a nivel cultural, étnico o religioso. Situación que se da en el Kurdistán, pero que también con nuestras peculiaridades vivimos en Castilla, donde lugares como Madrid suponen una realidad social y cultural más plural y diversa que la que se da en otros lugares del país. Esto mismo que sucede con Madrid y donde sería válida la propuesta de la Nación Democrática, podría extrapolarse a otros territorios, que con sus peculiaridades, han tenido una fuerte relación con la historia de Castilla. Eso sí, siempre desde lógicas confederales y donde las personas vivan como seres libres e iguales. Todo ello con el objetivo final de construir una sociedad radicalmente democrática que consiga superar al Estado-nación y a la modernidad capitalista. Con esto que digo, no afirmo ni desmiento que este deba ser el camino que ha de tomar Castilla, solo indico una posibilidad, teniendo en cuenta la diversidad ya no pasada, sino actual, de esta tierra. Por ello, veo en la Nación Democrática kurda un bote salvavidas para el asentamiento y la defensa del proyecto comunero en este siglo XXI, adaptándolo obviamente a nuestra realidad sociocultural.

Este 23 de abril de 2022 volveremos a celebrar, al son de dulzainas y tamboriles, la gesta que intentaron llevar a cabo las gentes de Castilla allá por el año 1521. Un pasado que, en estos tiempos reaccionarios donde en Castilla Vox, Ayuso, Mañueco o García-Paje hacen y deshacen a su antojo nuestra tierra, se antoja como imprescindible la hora de la esperanza, el tiempo de la Comunidad o lo que es lo mismo y traducido al lenguaje contemporáneo, el momento de superar las fronteras que nos impusieron las autonomías surgidas del Régimen del 78. Solo de esta manera podremos volver a prender la yesca que nos ilumine el camino hacia la construcción de una confederación comunera que independice a las gentes de Castilla con mayúsculas.

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