Gonzalo Gerrikaetxebarria Estanga
Asociación Vasca de personas Anticoaguladas (Agiac)

Sintrom más autocontrol igual a seguridad y eficacia

Las personas anticoaguladas somos un colectivo heterogéneo (edad, sexo, condición social...) que, debido a diferentes patologías, necesitamos que nuestra sangre coagule más despacio de lo normal. Es fácil entender que vivir anticoagulado supone un riego en sí mismo, ya que estamos más desprotegidos frente a cualquier evento hemorrágico (heridas, ictus, hemorragias internas, intervenciones de urgencia...). Por ello, no podemos estar ni «demasiado» (riesgo hemorrágico) ni «demasiado poco» (riesgo asociado a nuestra patología) anticoagulados.

Existen diferentes opciones farmacológicas para anticoagular a un paciente. Históricamente, la más empleada ha sido el uso de anticoagulantes denominados antivitamina K (Sintrom, warfarina...). Se denominan así porque reducen la cantidad de vitamina k en nuestro organismo, y puesto que esta participa en el proceso de coagulación de la sangre, estos fármacos ralentizan dicho proceso. Su empleo a lo largo del tiempo ha demostrado que son eficaces y que no tienen efectos secundarios, más allá de los ya mencionados riesgos hemorrágicos. Sin embargo, sí presentan una desventaja significativa: interfieren con muchos procesos de nuestra vida cotidiana (alimentación, ejercicio físico, tabaco, alcohol, otros medicamentos...), haciendo que nuestro nivel de anticoagulación pueda variar si no somos cuidadosos con nuestro estilo de vida. Por esta razón, necesitamos controlar nuestro nivel de anticoagulación con cierta frecuencia, para comprobar que estamos en el rango adecuado y, si no es así, ajustar la dosis del medicamento para volver a entrar en rango, de forma similar a como lo hacen los pacientes diabéticos con la insulina.

En los últimos 10-15 años ha aparecido una nueva generación de fármacos anticoagulantes, los denominados AntiCoagulantes Orales de acción Directa (ACODs) o Nuevos AntiCoagulantes Orales (NACOs). Tienen la enorme ventaja de no necesitar el control antes mencionado, ya que se toman en dosis fijas y no presentan interferencias. Sin embargo, también deben mencionarse desventajas muy importantes: no sirven para todas las patologías que requieren anticoagulación, la evidencia científica sobre su eficacia es limitada, precisamente por ser nuevos, y, sobre todo, la mayoría de ellos no tienen antídoto comercial en caso de requerirse una reversión rápida de la anticoagulación (por ejemplo, ante una intervención quirúrgica de urgencia, ictus, sangrado digestivo, etc.) Además, son notablemente más caros que los antivitamina K, por lo que algunos sistemas de salud públicos no los sufragan.

Obviando el tema de la financiación (no por carecer de importancia, ya que en muchos casos puede resultar decisivo), vamos a centrarnos en compararlos desde el punto de vista de la seguridad, ya que autores sin formación científica han publicado artículos en este mismo medio hablando, desde una perspectiva puramente subjetiva, del «peligroso» o del «asesino» Sintrom. Nada mejor que la evidencia científica para rebatir opiniones no formadas. Existen estudios (Sinha et al, Cureus 2024 / Pasqualotto et al, Arq Bras Cardiol 2024) que evidencian similares valores de mortalidad, eventos cerebrovasculares, embolismos sistémicos y sangrados mayores entre una muestra significativa de pacientes (respectivamente, 45.000 y 5.000 aprox.) con ambos tipos de anticoagulantes. Además, debe tenerse en cuenta que, en caso de suceder un evento indeseado, la existencia de antídoto en los antivitamina k permite una rápida reversión de la anticoagulación, mientras que, como se ha dicho, este no existe en la mayoría de los ACODs.

Y en este punto es donde volvemos al tema del control del nivel de anticoagulación, necesario en los fármacos antivitamina k, como se ha explicado anteriormente. Evidentemente, los sistemas de salud públicos, Osakidetza en nuestra Comunidad, ofrecen este servicio. El paciente ha de desplazarse a su ambulatorio, donde mediante un simple pinchazo en el dedo y una gota de sangre, se obtiene el dato sobre el nivel de anticoagulación. En caso de estar bien ajustado, se da cita al paciente para que vuelva en un plazo aproximado de 4 semanas. No es objeto de este texto juzgar la idoneidad de este sistema de control, pero sí dar información sobre la alternativa del Autocontrol, que presenta notables ventajas como explicaremos a continuación. El Autocontrol consiste en que el propio paciente reciba la formación necesaria para que, disponiendo del aparato de medición necesario, pueda hacerse la prueba él mismo y en su propia casa, recomendándose una medición cada 7 días. De esta forma, el paciente anticoagulado recibe información sobre su nivel de anticoagulación con mucha mayor frecuencia (1 semana frente a 4) y puede ajustar la dosis del medicamento en caso necesario, reduciendo significativamente los tiempos en que se encuentra fuera de rango. Existe evidencia científica de que el porcentaje de tiempo dentro de rango mejora significativamente, hasta un 20%, en el caso del Autocontrol comparado con el control ambulatorio convencional.
 
Desde AGIAC, Asociación Vasca de Personas Anticoaguladas, llevamos más de 10 años promoviendo el Autocontrol entre nuestros más de mil asociados, dando formación, facilitando los aparatos y aportando supervisión médica continua, entre otras muchas actividades. Como resultado, nuestros socios se encuentran mejor protegidos frente a los riesgos asociados a la anticoagulación, presentan una mejor adherencia al tratamiento («olvidan» menos tomar su dosis diaria de fármaco) y un TRT (porcentaje de tiempo dentro de rango) significativamente superior.

En conclusión, no existe evidencia científica de una mayor seguridad de los ACODs en comparación con los antivitamina k en relación con eventos clínicos asociados a la anticoagulación. Por el contrario, sí existe evidencia científica sobre las ventajas del Autocontrol frente al control ambulatorio convencional, lo que redunda en una seguridad todavía mayor de los fármacos antivitamina k cuando es el propio paciente el que se controla su nivel de anticoagulación desde su propia casa y con mayor frecuencia.

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