Trump 2.0: el imperio contraataca
Donald Trump está de regreso. Se alzó como un coloso en la carrera a la Casa Blanca. Su reelección, que dejó sin margen a los demócratas, podría consolidar el control republicano sobre el Congreso y la presidencia, facilitando la implementación de una agenda «trumpista» antiestablishment.
En términos de política exterior, una segunda administración Trump podría reforzar su enfoque de «America first», priorizando intereses nacionales, reduciendo el compromiso estadounidense en organizaciones multilaterales y creando un vacío que otras potencias como China o Rusia podrían aprovechar para expandir su influencia.
Trump ha cuestionado acuerdos internacionales, como los pactos comerciales y los compromisos de defensa de la OTAN, capitalizando el creciente rechazo a las intervenciones militares prolongadas. Todo apunta a un nuevo enfoque respecto a las «guerras sin fin» en lugares como Ucrania y el Medio Oriente, reemplazándolas por una competencia económica intensificada. Si reitera esta postura, aislacionista, países europeos y asiáticos podrían verse obligados a fortalecer su autonomía militar.
Este movimiento coincide con una «redistribución de cartas», en términos de alianzas globales. Los BRICS buscan mayor autonomía estratégica y un multilateralismo más inclusivo que abogue por el fin del «bilateralismo» que ejerce EEUU por medio de la OTAN. La creciente independencia de Irán frente a quienes le rodean también refleja el fin del viejo paradigma de bloques opuestos y sugiere un posible camino hacia un sistema internacional multipolar donde se buscará cuestionar la hegemonía occidental.
El rol que desempeñe el candidato a secretario de Defensa, Pete Hegseth, será clave para esclarecer las dudas de la política exterior. Este veterano busca romper con la agenda clásica del ejército estadounidense. Mientras, en Bruselas, crece el nerviosismo por el reciente aumento del gasto en defensa, que podría provocar desviar fondos dirigidos a la transición verde o la cohesión, un tema que necesita la aprobación de la Comisión Europea y que condicionará las próximas negociaciones presupuestarias de la Unión Europea.
En Europa, la decadencia del neoliberalismo y los neoconservadores da paso a posturas ultranacionalistas. La caída de líderes europeos como Rishi Sunak en el Gran Bretaña y la potencial salida de Olaf Scholz en Alemania, reflejan una reestructuración política impulsada por el descontento de las clases medias con el globalismo y su impacto económico y cultural.
Los líderes europeos harían bien en considerar estos sentimientos al enfrentar a la derecha populista. Los estadounidenses, cansados de su papel policial, ven cada vez menos importantes alianzas que Joe Biden alimentó.
El auge de una política centrada en el nacionalismo y la seguridad económica sugiere que una revalorización de la identidad nacional y una reacción contra las políticas neoliberales sean percibidas como «elitistas»; sin embargo, si Trump impone aranceles radicales, los costos de bienes y servicios aumentarán en EEUU, y la capacidad manufacturera no podrá sustituir las importaciones, limitando el beneficio económico. Según Wood Mackenzie, esto reducirá el PIB en 0,5 en 2025 y 0,8 puntos en 2026.
El enfriamiento de los mercados podría poner Wall Street a prueba. Los aranceles aumentarían los costos de importación, generando presiones inflacionarias que afectarían negativamente a la bolsa. Por lo tanto, es muy poco probable que la histórica Ley de Reducción de la Inflación (IRA) aprobada en 2022 sea derogada por Trump. Aunque la IRA no está específicamente diseñada para lidiar con los aranceles, ayudará a compensar sus efectos negativos. De este modo, también actuará como dique ante las políticas negacionistas del cambio climático, etc.
La competencia económica y el proteccionismo podrían escalar en disputas comerciales, desintegrando la colaboración global en áreas como el cambio climático y la estabilidad financiera. Ello conlleva el riesgo de que se intensifique la rivalidad económica en lugar de fomentar la cooperación.
Trump desafía conceptos tradicionales de derecha e izquierda, enfocándose en sectores que requieren proteccionismo y aquellos competitivos globalmente. Su estilo autocrático combina proteccionismo y liberalismo económico, dependiendo del sector, y critica tanto al complejo militar-industrial como a las élites empresariales que dependen del Estado sin ser competitivas. Este híbrido sugiere una política y comercio globales, pragmáticos y menos ideológicos.
Estamos frente a un cambio sistémico donde las categorías políticas y análisis tradicionales resultan insuficientes. Trump podría desplazar la guerra del ámbito militar al económico, enfrentando a EEUU con potencias emergentes en un mundo que busca equilibrar la soberanía nacional y cooperación internacional.
El escenario descrito señala cambios inevitables en el orden mundial, impulsados tanto por dinámicas internas en EEUU y otros actores clave, como por las demandas de las clases medias. El «trumpismo» rompe con las prácticas tradicionales de política exterior y comercio, desplazando el conflicto de lo militar a lo económico proponiendo políticas nacionalistas pragmáticas; sin embargo, este enfoque podría generar consecuencias complejas y polarizantes.
Si los líderes globales no logran establecer mecanismos de cooperación económica podría aumentar la tensión global y el riesgo de crisis devastadoras; no obstante, podría ser la oportunidad para que la izquierda replantee el orden mundial, enfrentando el «nacionalismo económico» con una mundialización más justa, sostenible y centrada en los derechos humanos y la justicia social.
A largo plazo, lo ideal sería ver cómo la «globalización neoliberal» cae y ver florecer un modelo alternativo internacional que reconociera las necesidades de cada nación, incluyendo a las más débiles, en la toma de decisiones globales, mientras se promoviera la estabilidad global. De no lograrse, el riesgo de una «guerra económica» generalizada podría desestabilizar al mundo y aumentar las tensiones aquí donde la cooperación es esencial.