Iñaki Egaña
Historiador

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Un número para designar, por parte de la administración penitenciaria francesa, la identidad del preso político que más tiempo lleva entre rejas en Europa, Georges Abdallah. Nada menos que cuatro décadas, 40 años. Más de 14.600 días. Mumia Abu Jamal, antiguo pantera negra, cumplirá, en este diciembre, 43 años en diversas prisiones de EEUU. Los medios dicen que es el preso político que más años sufre internamiento en el planeta. Pero se equivocan. El lakota Leonard Peltier, detenido en 1976, también en EEUU, lleva en prisión desde entonces. Desconozco la razón por la que no aparece en las referencias carcelarias que circulan por Internet, pero Peltier es también un preso político, con una salud muy quebrada. Tiene 80 años. En 1975, en los territorios Sioux de Dakota, apareció uranio. Los pueblos indígenas defendieron su territorio ante el expolio. El saldo fue escandaloso: 250 lakotas y dos agentes de policía muertos. Jamás se abrieron diligencias para descifrar las 250 muertes de los originarios. Por las de los policías fue acusado Peltier, que aún paga por ello. Una discriminación notoria, fruto de ese racismo político que impera en EEUU. Fue curioso constar como en tiempos en los que en Ipar Euskal Herria surgió el comité Lagundu, para apoyar la excarcelación de Filipe Bidart (que finalmente cumplió casi 19 años de prisión), el mismo apoyó la excarcelación de Peltier. Bidart salió de prisión hace 18 años.

Cuando concluía el siglo pasado, fue amnistiando por el Gobierno surcoreano Wu Yong Gak, que decían era entonces el preso político más longevo del planeta. Llevaba 41 años en la cárcel, acusado de espiar para Corea del Norte. Nelson Mandela, que por cierto pidió la libertad de Peltier, junto al Dalai Lama y Desmond Tutu entre otros, estuvo 27 años en prisión antes de ser presidente de Sudáfrica. Entre los presos destacados por los medios, el peruano Abimael Guzmán, que falleció encarcelado en 2021, hizo 19 años en prisión, mientras que el kurdo Abdullah Öcalan lleva entre rejas 25 años. En Israel, el palestino Nael al-Barghouthi lleva 44 años en la cárcel. Se encuentra en las listas permanentes de intercambio de prisioneros. Ya en 2011 Nael salió en libertad en un trueque de prisioneros, en el que el soldado israelí Gilad Shalit fue intercambiado por 1.027 rehenes palestinos. Pero fue detenido de nuevo. El puertorriqueño Óscar López estuvo en prisión 35 años, hasta que fue indultado por Obama. En el pasado, las referencias de presos políticos nos recuerdan los nombres de Emma Goldman, Mahatma Gandhi, Antonio Gramsci, Dilma Rousseff, Martin Luther King, Bertrand Russell, Ho Chi Minh o Gerry Adams.

De los presos vascos, Unai Parot cumplirá 35 años en prisión dentro de unos meses, en abril de 2025. Recientemente, Joseba Arregi ha salido del arresto después de 32 años y medio encarcelado. Quedan en prisión aún 125 presos vascos, acogidos al colectivo político, y otros 19 exiliados (de ellos tres deportados en la década de 1980). El caso vasco es una excepcionalidad en el planeta. Tanto por el número de presos, más de 9.000 en las últimas décadas, como por la extensión de las penas. Cuando Marcos Ana (seudónimo del comunista Fernando Macarro) murió hace ahora exactamente ocho años, la prensa se apresuró a señalar que era el preso que más años había pasado entre rejas durante el franquismo, cerca de 23. Una eternidad sin duda. Pero aquella noticia, que en 2024 reproduce también Wikipedia, es falsa. El también comunista Jacinto Otxoa estuvo encarcelado 26 años. La excepcionalidad era su naturaleza: vasco. Hasta ese relato es trampeado.

Las condenas a Öcalan, Abdallah, Peltier o Abu Jamal, junto a las de Ana u Otxoa fueron y son extraordinarias. Cualquiera que haya pisado la prisión sabe que un par de semanas entre rejas ya son muchas, con el añadido generalizado de la tortura. Más de un centenar de ciudadanos vascos han cumplido entre 20 y 33 años en prisión. Entre los 29 presos del planeta condenados a más de mil años de cárcel, tanto por razones comunes como políticas, se encuentran 11 vascos. Irlanda, junto a Euskal Herria, tenía históricamente el mayor número de presos por razones políticas en Europa. Hace dos décadas, 166 presos irlandeses estaban condenados a cadena perpetua. Las cárceles se vaciaron a partir de los Acuerdos de Viernes Santo (1998). España es diferente.

El caso de Abdallah ha trascendido hace unos días porque el Tribunal de Apelación de Penas ha dado su visto bueno a su excarcelación. La Fiscalía Antiterrorista francesa ha apelado la decisión, por lo que su libertad aún está en el aire. Abdallah, que proviene de una familia cristiano-maronita libanesa, comenzó a militar en el FPLP (Frente Popular de Liberación de Palestina) antes de cofundar el FARL (Fracción Armada Revolucionaria Libanesa). En aquella época, varios dirigentes de la OLP (la organización liderada por Yaser Arafat) fueron muertos por mercenarios de EEUU e Israel, tanto en París como en Líbano. En octubre de 1984, Abdallah, sintiéndose perseguido por un grupo sionista, se refugió en una comisaria policial en Lyon, pidiendo protección. Detenido, fue condenado a cuatro años de prisión por portar documentación falsa. Un año después, fue penado a perpetuidad por dos atentados mortales en París, reivindicados por la FARL: «soy un combatiente, no un criminal».

Encarcelado en Lannemezan, los últimos años ha compartido espacio carcelario con presos vascos. Hoy aún quedan cuatro. Desde 1999, pudo acceder a la libertad condicional, pero en todas las ocasiones su salida fue vetada desde Washington, superando el entramado judicial francés. Con la excepción de 2013, cuando el veto llegó de Manuel Valls, entonces ministro del Interior, de nefasta y recordada gestión en el proceso de desarme de ETA. Abdallah puede quedar en libertad próximamente. Pero, vista la agresión sobre Líbano y Palestina, su libertad no será sinónimo de supervivencia. Los halcones sobrevuelan sobre las sombras de la venganza.


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