Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

Confianza en la democracia

El historiador romano Tácito, mencionaba de los pueblos bárbaros de los bosques de la Germania antigua, señalando la importancia de las grandes asambleas, que en absoluto era una exclusiva del mundo occidental. Durante la Edad Media, por medio de la asamblea se escogían a los jefes y se hacía política, para tratar los asuntos comunes. Por ello la representatividad política, no es fruto de hace pocos siglos, ni una exclusiva de la democracia actual. La sociedad en los dos milenios anteriores, ha cambiado de forma exponencial con los altibajos correspondientes. Por ello, durante el recorrido histórico nunca se ha apalancado una estructura representativa, como se pretende en la actualidad como panacea de la perfección sublime, y el que lo cuestiona es el mal absoluto. Es una evidencia que como está funcionando en la actualidad, es un impedimento para que la población ejerza el deber de participar en la misma. Todo lo contrario cada vez hay más personas que se sienten peor representadas. Todas las encuestas por Europa, muestran que más de un 60% de la población, no confía en esta estructura organizativa. Es absurdo centrarse en un fenómeno concreto de desidia por parte de los supuestos representantes de la población. Los ejemplos son innumerables por toda Europa. La pandemia fue ilustrativa y parece que no haya sucedido, y continuamos con los mismos problemas. Para empezar las clasificaciones ideológicas lo único que conlleva es que impide pensar en las soluciones. El discurso que generan los partidos políticos, son improperios, que efectúan todos ellos sin excepción. Aludir que el otro es fascista, la única derivada que tiene es vejar al contrario, y evitar la reflexión posterior. Se utiliza la ofensa, por parte de todos sin distinción, porque mencionar que el otro es un simplificador de la realidad, es decirle que no es capaz de pensar en profundidad, y que no dispone del máster correspondiente, que le dé derecho a opinar, para poder cristalizar su voluntad en quien quiera. ¿Se acuerdan de la democracia censitaria? Es la misma tesis. Ahora están obsesionados con las redes sociales, antes con la lectura de novelas románticas, y siempre la misma premisa. La población necesita que se la conduzca, ya que por ella sola se pierde. Como el Director de la Vanguardia, se lamenta del éxito de las redes sociales, a pesar de los esfuerzos de la prensa escrita para que fuese elegida, la inútil demócrata, como el diario que maneja. Solo ellos tienen el derecho para poder conducir al ganado a donde les interesa. Es del todo ridículo, y lo único que muestra es que las encomiendas, siguen funcionando a pleno rendimiento, ya que el sentido teórico no era otro que proteger a los pobres indígenas, que se les había de civilizar. Toda una muestra de bondad absoluta, cuando se sabe que el único propósito era robar lo máximo, en el menor tiempo posible. Las clasificaciones: obrero-burgués, o la más refinada escuela obligatoria –máster, es un disparate colosal. Esta mirada no sirve para nada. La sociedad actual, el hilo conductor que tiene toda ella, es el deseo de consumir. Lo absurdo es que la mundialización priva por el proceso productivo de una identidad estable, y que se consuma productos deslocalizados que se fabrican en los países de baja renta. Los ricos, y los pobres, se abrazan con: smartphone, Netflix, viajar en compañías de bajo costo, o en aviones privados, en cruceros colmena, o particulares, hoteles de lujo, o autocaravanas, restaurantes caros, o de barrio, tatuajes infectos, o de grandes artistas, en fin, la lucha de clases se ha convertido en consumir toda esta basura, con título universitario, o analfabeta, que por cierto en la Universidad, es lo que más abunda. Creo firmemente en el suicidio, es la única libertad que nos queda.

Atentamente.

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