Oskar Fernández García

La densa y viscosa sombra de la corrupción

Se atribuye al rey español, Felipe II, la famosa frase «En mi reino nunca se pone el sol». Transcurridos más de cuatro siglos de semejante ostentación colonialista e imperialista, pocas cosas han cambiado en el imaginario popular y colectivo del subsodicho estado; y lamentablemente el sol que en otros tiempos iluminaba esos inmensos territorios ha quedado, desde hace dilatadas décadas, eclipsado por la densa, viscosa y pertinaz sombra de la corrupción, que aflora y brota como peste endémica en ámbitos tanto locales, provinciales, autonómicos como en la propia raíz del Estado.

El renacimiento, el humanismo, el siglo de las luces y de la ilustración pasaron de puntillas sobre los territorios hispánicos sin dejar la más mínima huella de esperanza en la mejora de las condiciones de la clase trabajadora y sin tan siquiera rozar mínimamente las diferentes instituciones. Y en el momento en que se abría una ventana de esperanza e ilusión colectiva, por una mejora real de las condiciones de vida, en todos los ámbitos, para grandes estratos sociales; dibujándose en el inmediato horizonte unas nuevas relaciones sociolaborales, políticas, culturales, educativas… El monstruo, forjado durante siglos de inquisición, opresión, intolerancia, analfabetismo…, se alzaba contra la Segunda República reduciéndola a cenizas.

La corrupción, protagonista de la vida política y social en los últimos tiempos por esas latitudes penibéticas, es también consustancial a estas tierras autonómicas de vascongadas, donde el partido del gobierno, por más que se empeñe en negarlo y se escude en una supuesta animadversión hacia ellos por parte de la izquierda abertzale, se ve envuelto en una densa y espesa sombra de corrupción.

Ellos, los cuadros dirigentes del PNV, que se jactaban hasta el paroxismo de su transparencia en la gestión pública, de su buen hacer y excelente gobierno de las instituciones en las que regían, de su irreprochable e infatigable trabajo por el pueblo vasco… He aquí, que tanto autobombo y connivencia con las instituciones del Estado español y con otros partidos, de sede principal en la capital del mencionado reino, junto con los datos y noticias que surgen como un tsunami político disipan fulminantemente y de forma clara y meridiana, la falsa imagen que a golpe de talón, propaganda y medios de comunicación habían intentado forjar los dirigentes jeltzales. Los escándalos, que comienzan a brotar por doquier, señalan siempre al centro del partido fundado por Sabino Arana.

El proyecto Hiriko, para la construcción de un coche eléctrico, la privatización de las cajas vascas, en un intento desesperado de dar al traste con la posible creación del Banco Central del futuro estado vasco, del cual no quieren ni oír hablar, los sueldos insultantes que han cobrado y cobrarán, a través de entidades privadas, pero con los ahorros de tod@s, aquellas personas que ejercieron ciertas funciones en instituciones públicas, la sociedad foral de carreteras Bidegi, entre otras cosas, realizando pagos multimillonarios por trabajos, según parece, no realizados…

Escándalos terribles e impresionantes que causan auténtica perturbación e indignación social, máxime cuando al pueblo llano se le está, prácticamente, negando la sal y el pan, explotan en el corazón de Sabin Etxea. Y por más que intente el Sr. Urkullu, mediante vilezas y discursos inquisitoriales, señalar a la izquierda abertzale. La cruda realidad y la transparente verdad de los hechos acaecidos penden sobre sus cabezas como una auténtica, democrática y liberadora espada de Damocles.

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