Oskar Fernandez Garcia

La III República

Aquellas imágenes en blanco y negro de Alfonso XIII camino del exilio tras la proclamación de la II República, a buen seguro que no estuvieron exentas de una gran alegría por una gran parte de la población española. La misma alegría desbordante y balsámica que podría producir sin temor a errar –para millones de seres humanos– las imágenes, en color y alta definición, de la actual casa real española camino del exilio, por la proclamación de la III República Española.

Evidentemente no tanto por las personas, específicas, que se verían obligadas a emigrar, sino porque supondría el adiós definitivo a una forma de organización sociopolítica y económica anacrónica, surgida en la terrible, opresiva y alienante noche de los tiempos, donde la inmensa y absoluta mayoría de los individuos estaban reducidos a la condición de siervos frente a la aristocracia o nobleza y emperadores o reyes. Si hemos de creernos que -con el discurrir del tiempo y el advenimiento de la era moderna, del siglo de las luces, de la declaración universal de los derechos humanos…- los siervos pasaron de la semiesclavitud a la categoría de ciudadan@s libres

¿Qué interés, psicosocial, económico y político, oculto, existe para seguir manteniendo la monarquía como máxima representación de un estado? La monarquía española actual procede directamente de un golpe de estado fascista, cruel, despiadado y terrible contra la II República, que siguió ejecutando, finalizada la confrontación bélica, brutal y despiadadamente a decenas y decenas de miles de personas en tapias nocturnas de fantasmagóricos cementerios y en recónditas y olvidadas cunetas. El fascismo vengativo, sádico y sangriento que asoló el estado español a lo largo de cuatro décadas hizo retroceder a la ciudadanía siglos, en todos los ámbitos, tanto sociales, culturales, científicos, educativos, tecnológicos, industriales, como humanos, filosófico, religioso… Instaurándose el miedo, el pavor, el terror, la intolerancia, la delación, la intransigencia, la homofobia, la incultura, la ignorancia, la pobreza económica, cultural y educativa.

La persona que el lunes abdicó en su hijo fue elevada al trono por el mismo sistema político que asoló todo un país, reduciéndolo a cenizas, asesinando la esperanza, destrozando la ilusión por un futuro mejor -basado en el absoluto respeto a la condición humana- humillando hasta el paroxismo a las personas que se mantuvieron fieles a la legalidad de la II República, sometiendo cruel y despiadadamente a toda una nación en la noche más obscura y trágica de toda su existencia. Por eso, la instauración de la III República es necesaria como único sistema legitimo de la Segunda y para intentar contrarrestar tanta ignominia y vejaciones, y llevar un halo de esperanza, alegría e ilusión a todas las personas que tenazmente han manteniendo e insuflado en sus corazones el rescoldo vivo de la II República.

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