Aster Navas

Quitando el árbol

El árbol. Sí, seguro que a ustedes les habrá pasado lo mismo. A mí también me ha parecido, de repente, nuestro árbol de Navidad fuera de lugar. Sí, a mí también me ha dado una pereza de muerte levantarme del sofá, quitarme la batamanta y desmontarlo; empaquetar la navidad, desmantelarla, desahuciarla de esa esquina que comparte con el televisor por el que este sábado se colaban las noticias y algunos copos de nieve. Por cierto, visto cómo vienen los informativos, tardaré bastante en abonarme a Netflix o a cualquier otra factoría de ficción. No lo veo necesario.

–¿Dónde está la línea que separa un golpe de estado de un baile de disfraces o de una fiesta de pijamas? –me he preguntado mientras retiraba el espumillón y veía al tipo de los cuernos de bisonte. ¿Qué número de bota calzará el energúmeno que tiene puestos los pies sobre el escritorio de Nancy Pelosi? ¿Cuántos libros habrá leído el que ha arramblado con el atril?

–¿Estará nevando también en La Cañada Real? –me ha asaltado la duda con las imágenes de la Puerta del Sol, de la Gran Vía, del Madrid oficial.

–¿Quién y con qué criterio pone nombre a los temporales? ¿Por qué carajo esta ventisca se llama Filomena, que es nombre de abuelita entrañable, de vecina obsequiosa? –se me ha ocurrido mientras alcanzaba de puntillas la estrella de corcho. ¿Habrá un encargado, una comisión con orden del día, una empresa de naming que, tras sesudas reflexiones, bautice las borrascas, los huracanes?

–¿Cómo sabremos si lo que presenta un alumno son síntomas de hipotermia o de covid? –me he dicho mientras echaba de menos una de las bolas, la amarilla y levantaba la vista hacia esos chavales de de segundo de ESO que sonreían, ateridos, en el reportaje.

–¿Cómo se llaman los habitantes de Elche? –he intentado recordar mientras se asomaban al salón intermitentemente Marcelino y Garitano.

–¿Dónde termina la salchipapa y empieza el plato combinado? –me he dicho mientras Leticia Sabater me miraba perpleja plegar las ramas de mi abeto de plástico.

–¿Es también el «árbol de Navidad» un electrodoméstico? –he pensado con el enchufe de las luces en la mano, procurando no hacer con el cable el burruño que me hará jurar el próximo diciembre.

He subido despiezado ese pino de pega al camarote y he regresado a casa sigilosamente; como quien se deshace de un cadáver.

Ahora caigo… ilicitanos. Sí.

Bilatu