Europa elige entre sentido común y dependencia
En un mensaje en la red Truth Social, el presidente electo de EEUU, Donald Trump, exigió ayer a la Unión Europea compensar el actual desequilibrio comercial mediante la compra a gran escala de petróleo y gas estadounidenses. En caso contrario, amenazó con imponer aranceles a las importaciones europeas. El bloque comunitario vende mucho más a EEUU de lo que compra, un 46% más, según los datos de 2023, nada especialmente grave para un país cuya principal exportación es el dólar.
Apenas un par de días después de que Trump ganara las elecciones, Ursula von der Leyen ya sugirió la posibilidad de incrementar la compra de hidrocarburos de EEUU. Posteriormente, fue la presidenta del BCE, Christine Lagarde. Y esta misma semana, ha sido el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, que expresaba su confianza en que finalmente «se imponga el sentido común». Declaraciones que dan a entender que ya se está llevando a cabo algún tipo de tanteo o negociación al respecto. Conviene subrayar que el gas licuado estadounidense es más caro y además hay que transportarlo una larga distancia, lo que también contribuye a encarecer su precio. Un coste más alto de la energía tiene un efecto directo en la industria –es uno de sus principales insumos– y condiciona no solo el ritmo de fabricación, sino también, y de manera muy importante, los planes de inversión. La perspectiva de una energía cara no incentiva nuevos proyectos industriales y aboca a las fábricas en funcionamiento al cierre. Por todo ello, esos llamamientos a satisfacer los deseos de Washington de altos cargos europeos son contrarios al interés general y al sentido común que el propio De Guindos reclamaba.
Da la impresión de que, ante un previsible fin de la guerra en Ucrania, Washington se esté preparando para asegurarse que la Unión Europea, fundamentalmente Alemania, no restablecerá sus lazos comerciales con Rusia. A ese objetivo apuntan asimismo las sanciones que el Gobierno de EEUU aprobó en noviembre, después de tres años de guerra, contra Gazprombank. Washington quiere mantener a Europa políticamente dependiente y económicamente desindustrializada.