Hora de encarar deberes largamente postergados
La amplia e inapelable victoria de Donald Trump abre infinidad de interrogantes que van desde las consecuencias internas –aborto, minorías, migrantes...– al ámbito geopolítico: ¿Qué perspectivas se abren en Ucrania? ¿En Oriente Medio? ¿Cómo afectará a un orden mundial maltrecho y en plena reconfiguración? ¿Qué hay de China? También plantea preguntas globales sobre el futuro de las discretas políticas contra la emergencia climática, el giro autoritario generalizado y la gobernanza de tecnologías cada vez más desarrolladas y disruptivas como la IA. ¿Qué va a pedir Elon Musk a cambio de los servicios prestados?
Cuando no hay respuestas es importante acertar con las preguntas. Frente al «¿qué va a ocurrir?», cabe contraponer otros interrogantes: ¿Qué hacer ante la victoria de Trump? ¿Qué hacer como vecinos y vecinas de barrios concretos, como ciudadanos y ciudadanas de un país llamado Euskal Herria y de un continente denominado Europa? ¿Qué deben hacer las izquierdas y los demócratas? La victoria de Trump y el auge de la extrema derecha interpela en diferentes planos. Saberse parte de una comunidad plural, reconocerse en ella y tejer redes es un primer dique frente a agravios irreales, una trinchera contra la construcción de identidades excluyentes y falsamente contrapuestas. Esa base comunitaria debe elevarse a un modelo de país abierto e igualitario, un hogar común en el que todos y todas sientan realizable un proyecto vital digno. En Euskal Herria existen las bases para trabajar estos niveles, pero también hay síntomas de agotamiento. Nada está garantizado, nadie es inmune a la ola reaccionaria
¿Y Europa? Sin caer en tópicos y sin pensar que la situación es buena, el viejo continente tiene la oportunidad –y la urgente necesidad– de pensarse a sí mismo como sujeto político mayor de edad. Dejar de lamentarse como lo hizo recientemente el luxemburgués Xavier Bettel –«ya nadie nos escucha»–, sacudirse la insultante subordinación política y económica, y recuperar las bases materiales que permitan reconstruir un mínimo estado de bienestar capaz de dar seguridad y certidumbre a sus habitantes.